![]() |
Fonte dessa imagem AQUI. |
Mostrando postagens com marcador Neoliberalismo. Mostrar todas as postagens
Mostrando postagens com marcador Neoliberalismo. Mostrar todas as postagens
domingo, 2 de setembro de 2012
segunda-feira, 10 de outubro de 2011
El hombre más odiado de Islandia
Thor Björgólfsson pasó de ser el admirado primer milmillonario en la historia del país nórdico a la viva imagen de la codicia que provocó la bancarrota de la isla
![]() |
Fonte da imagem AQUI. |
La competencia es dura en estos tiempos, pero Björgólfur Thor Björgólfsson es seguramente el tipo más odiado de Islandia, país hasta hace no tanto escasamente dotado para la rabia. Con su perpetua sonrisa de medio lado, el aire de suficiencia, esa forma de juntar las yemas de los dedos al hablar y el reloj de competición absurdamente grande que asoma por el traje de 4.000 euros, Thor representa bien la imagen de lo que acabó con la bancarrota de una nación que se acostó un día siendo "la más feliz del mundo" y despertó al siguiente en el epicentro de una pesadilla financiera global cuyo final aún no se vislumbra.
Sus poco más de 320.000 compatriotas (la pintoresca y volcánica Islandia tiene el tamaño de Portugal y la población de Vigo) culpan a Thor y a aquellos que son como Thor -una veintena, no más, de banqueros, políticos y empresarios sin escrúpulos que aprovecharon una desregulación sin precedentes para enriquecerse salvajemente- de llevar al país a la ruina con sus negocios en el extranjero, sus arquitecturas bancarias pirotécnicas y sus bonus millonarios. Es más, andan empeñados (y eso sí que es una rareza en el nuevo desorden económico mundial) en que paguen sus culpas con la cárcel.
Thor's saga (La saga de Thor), documental danés, cuenta ahora la historia del primer milmillonario (en dólares) de Islandia, así como la de sus ambiciosos antepasados: el tatarabuelo, Thor Jensen, que llegó con una mano delante y otra detrás de Dinamarca hace un siglo y se convirtió en un hombre rico y respetable, y el padre, Björgólfur Gudmundsson, viejo practicante del arte de la bancarrota y condenado a finales de los ochenta por su creatividad contable al frente de una naviera. En él se recuerdan los carísimos estudios del chico en Estados Unidos tras la detención del progenitor, los dudosos negocios cerveceros en Rusia, las incursiones en la industria farmacéutica, su impune vida en lo más alto de la sociedad londinense y su vuelta a casa en jet privado adornado con el martillo del dios Thor.
Volvía para resarcir el orgullo herido de su familia, un asunto serio en un país cuyos habitantes son capaces de rastrear a los antepasados hasta los primeros moradores de un pedazo de tierra que pasó de ser el país más pobre de Europa (al independizarse en 1944 de Dinamarca) a ser un paraíso de carísimos todoterrenos y segundas residencias. Thor puso a su padre al frente de su recién comprado Lansbanski, uno de los tres principales bancos del país en cuya privatización de 2003 hay que buscar el origen del catacroc de la isla.
Como en las sagas legendarias de los islandeses, cumbre de la literatura medieval universal que claramente inspira el filme (una de las más célebres es la saga de Egil, nombre de la mujer de toda la vida de Björgólfsson), la superación del desprestigio es el motor fundamental en las motivaciones de héroes como Thor. Y el extranjero, ese lugar en el que uno debe triunfar para volver a casa con la cabeza alta. El documental se pregunta si esta vez Thor será capaz de volver a levantar el vuelo. De momento, y pese al desplome de la Corona islandesa y al paro desbocado para los estándares del país, el tipo ha evitado declararse en bancarrota.
Una sala repleta del cine Bíó Paradís, en el centro de Reikiavik, fue el fin de semana pasado testigo del estreno de la película en Islandia, dentro del festival de cine de la ciudad. Los espectadores soltaban risas nerviosas al ver al exprimer ministro, hoy encausado, chapotear ufano entre tiburones financieros, y se revolvían en sus asientos al escuchar a Thor frases exultantes como esta: "Tengo negocios en las tres grandes necesidades de la vida contemporánea: las tarjetas de crédito, los analgésicos y los móviles".
Al término de la proyección, la audiencia felicitaba respetuosamente a la directora, Ulla Boje Rasmussen, por "la fidelidad al alma islandesa en sus peores momentos". Tan malos como los que abren la cinta, en la que se recogen las imágenes, que dieron la vuelta al mundo, de aquel día de enero de 2009 en el que la policía tuvo que emplear ¡por primera vez! desde 1949 gases lacrimógenos en la plaza del Ayuntamiento contra una muchedumbre equipada con cacerolas como única arma de protesta ante el saqueo, la torpeza y la codicia de unos pocos. Unos sucesos cuyos ecos aún escuecen en las charlas de café de Reikiavik, donde los dueños de los bares han desempolvado las recetas tradicionales de la cocina islandesa y las tiendas de antigüedades venden viejas y reconfortantes fotografías costumbristas, postales de un tiempo en el que las cosas no se regían por las traicioneras reglas de la economía virtual.
El País
Los Verdes en Alemania: neoliberales en bicicleta
![]() |
Bicicleta BMW |
La Transformación de los Verdes en Alemania
Olivier Cyran · · · · ·
El distrito más de moda de Hamburgo es también el más verde, aunque desde la base de la Torre Marco Polo, dieciséis plantas de apartamentos lujosos que parecen una barra de pan cortada en rodajas (cuestan una media de 3,7 millones de dólares), esto no se advierte de forma inmediata. Tampoco es evidente el amor por la naturaleza que se profesa en las oficinas vecinas de Unilever, pero el gigante de productos cosméticos y agrifood ha encajado bombillas de bajo consumo en los 25.000 metros cuadrados de sus nuevas oficinas centrales, la mayor área jamás antes equipada de esta manera. "El edificio completo se ha diseñado cumpliendo los estándares medioambientales más estrictos," explicó la recepcionista. El atrio de la planta baja ha sido provisto incluso con un sistema de recuperación de calor, aseguró señalando el techo de cristal.
La Torre Marco Polo y las oficinas centrales de Unilever son el orgullo de HafenCity, el distrito financiero hamburgués de 155 hectáreas, cuyas oficinas y apartamentos están encajados en los almacenes de ladrillo de la vieja Speicherstadt, a lo largo de las orillas del Elba. Para cuando se hayan acabado las obras en 2025, este Dubai del norte deberá albergar a 40.000 trabajadores y dar cobijo a 12.000 miembros de las "clases creativas", aseguran los promotores del proyecto. La Filarmónica del Elba, una sala de conciertos financiada por la ciudad a un coste de alrededor de 351 millones de dólares, será el vehículo de cultura. En algunos lugares las grúas están aún en funcionamiento, pero en los terrenos construidos ya revolotean gerentes veteranos picoteando tapas tailandesas en las terrazas de los cafés o bebiendo vinos mediocres en bares extremadamente caros.
Pero las apariencias engañan: sólo porque el "mayor proyecto de desarrollo urbano en Europa" sea parte de la rehabilitación de solares por parte de los banqueros y los niños prodigio de la ciudad, como lo era Dockland en Londres, no significa que vaya en contra de los principios de desarrollo sostenible. Muy al contrario. "Con su calefactor geotérmico, sus materiales de construcción de baja contaminación, sus espacios verdes y sus calles peatonales y carriles de bicicleta, es verdaderamente un desarrollo pionero en términos de sostenibilidad," explica Harald Müller, un ingeniero de 53 años que vive y trabaja en HafenCity. Sentado en Carl's frente a un plato de arenque en escabeche (su favorito, por encima de la otra especialidad de la casa, el risotto con trufa), Müller no esconde el hecho de que vota a Los Verdes desde 1997. El proyecto no fue concebido por Los Verdes, pero siempre lo han respaldado, asegura, y "sin ellos, el barrio ciertamente no tendría esta dimensión ecológica".
Credenciales Verdes
Hamburgo, Capital Verde Europea en 2011, sin duda posee credenciales medioambientales. Los Verdes han gobernado la ciudad dos veces en coalición con los Socialdemócratas SPD (1997-2001) y con los conservadores CDU (2008-10). Su impacto es más evidente en HafenCity que en cualquier otro sitio. Incluso las calles llevan su marca: Los Verdes han insistido en que los nombres de los lugares públicos deben seguir pautas de igualdad de género.
"Cierto, es un distrito exclusivo para personas de alto poder adquisitivo, pero los edificios son muy creativos y pienso que es una muy buena imagen para la ciudad," afirmó Katharina Fegebank, secretaria general de Los Verdes en Hamburgo. Su compañera, Anja Hajduk, miembro del Parlamento Federal desde 2002 hasta 2008, explicó: "En su conjunto es un éxito, a pesar de los precios elevados. Para nosotros lo importante cuando estábamos en el gobierno era asegurar que el distrito estuviera abierto para todos los ciudadanos de Hamburgo, de forma que pudieran pasearse por su interior. Se nos garantizó que la planta baja del edificio de Unilever estaría abierta al público".
¿Es esta comunidad de millonarios de bajo consumo energético una pronta victoria de la revolución verde que está barriendo Alemania? Los redactores más importantes han empezado ya a sopesar la posibilidad de un canciller Verde en 2013 (ver Green and Golden). El auge de Los Verdes en los últimos meses es espectacular: "una mezcla entre la Guerra Relámpago (Blitzkrieg) y la Gran Marcha", bromean los críticos.
Primero el efecto de retro-confianza de las continuas encuestas de opinión les ayudó a sumar votos en el 2010, desde un 19% en Berlín en diciembre de 2009 hasta un 30% en octubre de 2010. La prensa se mostró entusiasta con el "milagro verde" (Der Spiegel): "Los Verdes gozan de más popularidad que nunca" (Die Zeit), "El partido del bienestar" (Stern), "Los Verdes ya sueñan con la Cancillería" (Die Welt). También se beneficiaron de una continua atención de los medios después de que el anterior prodigio de la vida política de Alemania, el FDP (Partido Democrático Liberal), se precipitara en caída libre tras caer en desgracia su niño mimado, Guido Westerwelle, ministro de asuntos exteriores en el gobierno de Merkel.
En marzo de 2011 Los Verdes ganaron el 24% de los votos en Baden-Wurtenberg, el más rico y el tercero más poblado de los dieciséis estados de Alemania, el cual tradicionalmente ha pertenecido al CDU. Al doblar su cuota de votos (de 11.7% en 2006), se han establecido como segunda potencia política tras el CDU, adelantando a sus aliados del SPD y convirtiéndose en socios veteranos de una coalición que ya no es "rojiverde" sino "verdiroja". Por primera vez en la historia de Alemania, un Verde ha asumido la presidencia de un gobierno autonómico. Winfried Kretschmann, de 62 años, cantante de coro de iglesia los domingos, se ha convertido en una estrella nacional. En la televisión se le ha descrito como un "portador de esperanza" y la "sensación política del año".
El éxito de Kretschmann fue lo suficientemente importante como para ser registrado en la bolsa: un día después de la victoria las acciones de E.on y RWE, las dos mayores compañías de energía nuclear de Alemania, cayeron levemente y lo mismo ocurrió con las de Daimler, BMW y Volkswagen. El ÖkoDAX, índice que controla las 10 mayores inversiones verdes, subió ocho puntos. No fue una revolución, ya que los mercados menos ecológicos pronto superaron sus niveles anteriores. "Vamos a seguir en el camino que prometimos dentro del marco de una sociedad burguesa," dijo Kretschmann cuidándose mucho de tranquilizarlos la noche de su victoria.
Días bien distintos
En los años ochenta las cosas eran bien distintas: Los Verdes personificaban a la izquierda radical en una Alemania Occidental opuesta al comunismo. En los albores de los ochenta el CDU estuvo a punto de hacer un llamado a la disolución del Partido Verde, acusándolo de apoyar la lucha armada y de tener ideas anticonstitucionales. La clase media alemana frunció el ceño ante los grüne-Chaoten (vándalos verdes), quienes clamaban estar abordando problemas de justicia social y cuestiones medioambientales. Ahora el nuevo líder de Baden-Wurtenberg asegura que no es "ni de izquierdas ni de derechas" y mantiene una relación cordial con Erwin Teufel, el líder local del CDU, cuya orientación "moderada y centrista" dice Kretschmann que comparte (1). Hamburgo, la primera administración alemana en probar suerte con una coalición "negra y verde" (en Alemania el negro simboliza la derecha), muestra que tal relación ha dejado de ser descabellada. Inclusive la canciller Merkel ha reconocido que no descartaría una alianza Verde-Cristianodemócrata tras las elecciones legislativas en 2013.
Tal escenario podría hacerse realidad el próximo octubre, fecha en que se pondrá a prueba por las elecciones municipales de Berlín. En una oleada de apabullantes valoraciones en las encuestas de opinión, Renate Künast, líder de Los Verdes en el parlamento, se ve a sí misma gobernando la capital y no descarta a ningún posible aliado, sea de centro-izquierda o de derecha. Eberhard Diepgen, anterior alcalde de Berlín, del CDU, ha comenzado ya su cortejo: "Tenemos los suficientes puntos en común como para hacer planes de gobierno con Los Verdes" (2). El Süddetsche Zeitung dijo burlescamente (5 de noviembre de 2010): "La fiebre Verde se está expandiendo en los círculos conservadores. Los empresarios y los ricos están poniendo ojitos a Los Verdes".
El efecto Fukushima sin duda ha ayudado al aumento de popularidad de Los Verdes, quienes finalmente han rentabilizado su oposición a una industria nuclear que la mayoría de los alemanes rechaza. El mérito del plan de desmantelamiento de las centrales nucleares es todo suyo. Pero las fugas radioactivas en Japón no explican la transformación de un grupo de protesta en un "partido de neoliberales en bicicleta", por citar a Jutta Ditfurth, una cofundadora de Los Verdes que abandonó el partido en 1991. En su nuevo libro (3) se muestra estupefacta ante el atractivo que provocan sus antiguos compañeros: "Da la sensación de que algunos comentaristas hayan estado viviendo en Marte durante los últimos 25 años. Dicen: vamos a ver qué hacen Los Verdes. Veamos cómo se las apañan en el gobierno. Es una postura alucinante, dado que Los Verdes han estado ya muchas veces en el gobierno."
La lista es larga: siete años formando parte del gobierno federal de Gerhard Schröder (1998-2005), once años en coalición en Renania del Norte-Westfalia (1995-2005 y de nuevo desde 2010), diez años en Hesse (1985-87, 1991-99), nueve años en Schleswig-Holstein (1996-2005), seis años en Hamburgo (1997-2001, 2008-10), cuatro en la Baja Sajonia (1990-94), cuatro en Sajonia-Anhalt (1994-98), cuatro en Bremen (desde 2007), dos en el Sarre (desde 2009) y dos en Berlín (1989-90 y 2001-02). "Suma un total de 59 años de experiencia en el gobierno," computa Ditfurth. "Sin duda les beneficia el que la prensa simule tener a Los Verdes por nuevos e inexpertos y contenga el aliento al observar cómo se comportan ahora que están en el poder, como si no pudieran soportar el suspense… Nadie somete los 59 años de experiencia a un análisis crítico detallado.
El pasado febrero, en Hamburgo, el electorado castigó a la tradicional mayoría (el 21% votó al CDU y el 11.2% a Los Verdes) y llevó al SPD al poder (con un 48.3% de los votos), a pesar de que en otros lugares el partido estaba en baja forma. Aparte de los paseos en HafenCity, Los Verdes no han sumado muchos más méritos. El acuerdo de coalición con la derecha en 2008 incluía un plan para la construcción de un sistema de tranvía, el abandono de un proyecto de una central eléctrica de carbón y una reforma educativa ambiciosa que prometía un único tipo de escuela primaria para todos. Ninguna de dichas promesas se ha cumplido. El proyecto de tranvía se desmoronó debido a los recortes de presupuesto tras la crisis financiera de 2008 y la construcción de la central eléctrica siguió adelante mediante un proceso legal. La reforma educativa fue rechazada por el electorado en un referéndum en julio de 2010. A consecuencia de las tensiones internas causadas por tales fracasos, la coalición negra y verde se fue a pique, dos años antes del fin de la legislatura.
Los Verdes han dejado recuerdos entrañables entre los peces gordos de la derecha local. Gregor Jaecke, el líder de la CDU de Hamburgo, recordó: "Ser Verde implica tener gusto por la vida y ese es un valor que compartimos. Tenemos las mismas preocupaciones por el futuro: nosotros lo tenemos en el sentido cristiano del respeto por la vida y ellos lo tienen en el sentido más moderno del desarrollo sostenible. Es por ello que Los Verdes advierten la necesidad de una política económica equilibrada de forma más acusada que el SPD."
El acuerdo de coalición de 2008 da fe de ese "gusto por la vida", reformulado en el lenguaje de la ortodoxia presupuestaria. Cuando explotó la crisis financiera, los Verdes y los Cristianodemócratas acordaron refrenar los gastos públicos, por ejemplo incrementando los precios de los servicios de guardería. Inyectaron 1500 millones de euros en el HSH Nordbank, se dieron prisa en proporcionar ayudas al grupo de transportes Hapag-Lloyd y tomaron medidas para engatusar a los inversores. Los Verdes entendieron perfectamente que debían restablecer el clima de confianza," explicó Jaecke.
¿No hubo ningún punto sobre el que estuvieran en desacuerdo? Quizás un partido joven y sexy como Los Verdes no habría de preocuparse tanto por la seguridad y la ley y el orden como el CDU. "Las cuestiones domésticas de seguridad quedaron en manos de nuestros aliados conservadores," aseguró Fegebank, "pero no ha habido ningún problema." Jaecke, del CDU, confirmó que: "hemos mantenido una postura muy estricta en temas de orden público pero, tras examinar nuestras exigencias, Los Verdes las han aceptado íntegramente. Admitió que "un sector del electorado de clase media, el cual forma la base del CDU, tiene hoy la tentación de votar por Los Verdes".
"Aquí no hay carril bici"
En los barrios de clase obrera la tentación es menor. En febrero Los Verdes ganaron el 9.2% de los votos en el barrio acomodado de Blankenese, pero sólo un 6% en los suburbios pobres de Rothenburgsort, donde más de la mitad del electorado se abstuvo de votar. Allí no hay carriles para bicicletas ni apartamentos con calefacción geotérmica, sino bloques sucios de cemento cuya calefacción funciona con aceite y comercios venidos a menos. "¿Votar a Los Verdes? ¿Yo? ¿Me tomas por tonto?" respondió Joachim Riepke, de 32 años, desempleado, a quien encontré mientras reparaba su scooter en la acera. Él es uno de los 6,7 millones de alemanes que forman parte del sistema Hartz IV, creado mediante una amalgama de subsidio de paro y otros sistemas de seguridad social. "Trescientos cincuenta y nueve euros al mes. Además se trabaja por muy poco. En estos momentos la oficina de empleo me deja en paz, pero hace dos meses me llamaron para lavar platos en una residencia de ancianos durante dos semanas. No se puede decir que no; si lo haces puedes despedirte de la ayuda. ¿Y quieres que vote por eso?
Con "eso" Piepke se refiere a la mayoría SPD-Verdes, la cual estableció en 2005 el sistema de subsidio al desempleo más duro de Europa. El Hartz IV obliga a aquellos que reúnen los requisitos a aceptar "trabajos de un euro", a mudarse si se considera que su vivienda es demasiado costosa y a obedecer a una larga lista de estipulaciones burocráticas so pena de perder su asignación. Cuando fue presentado (en junio de 2004), el conservador Frabkfurter Allgemeine Zeitung lo catalogó como "el recorte en seguridad social más drástico desde 1949"
Ideada por Peter Hartz, el entonces director de recursos humanos del grupo Volkswagen y amigo del canciller Schröder, la reforma (4) sirve ahora de modelo para aquellos reformadores en Francia o en cualquier otro lugar que quieran substituir un sistema de limosnas por uno en el que los asalariados prescindan de salario. Pero el Hartz IV ha registrado una marca difícil de superar: sus arquitectos fijaron un subsidio único a un nivel tan bajo que la corte constitucional de Karlsruhe en parte lo declaró ilegal el pasado octubre, al juzgar que las familias que lo recibían apenas podían cubrir con él las necesidades básicas de sus hijos.
Las respuestas de Los Verdes al Hartz IV son a veces sorprendentes. "El nivel es ciertamente demasiado bajo," confesó Fegebank, "pero aun así seguimos pensando que fue una buena idea aunar las ayudas sociales y al desempleo para alentar a los beneficiarios a volver al trabajo." Cuando el debate se calentó, salió del paso con un argumento decisivo: "Una reforma tal sólo podía haber sido lanzada por una alianza rojiverde. Si el CDU y el FDP hubieran tomado la iniciativa, habría causado una revolución."
Desprovistos de toda pasión
Guiados por la convicción de que "la economía y la ecología están hechas para entenderse", Los Verdes de Hamburgo son el ejemplo perfecto de transición de miembros y partidarios en los últimos quince años. Anclados desde hace años en la izquierda, La Alternativa Verde (o GAL, Grün-Alternative-Liste, como solía llamarse el partido local en Hamburgo) ha visto cómo sus miembros veteranos marcharon en 1999 en protesta contra la decisión de las autoridades federales de aprobar la participación de Alemania en la campaña de la OTAN en Kosovo.
El abandono del pacifismo y la pérdida de miembros ha allanado el terreno a una nueva generación de activistas adinerados y bien educados, los cuales se inclinan favorablemente hacia los círculos institucionales y de negocios. Su portavoz, Anja Hajduk, psicóloga, tipifica este cambio: nunca antes fue activista, "aparte de votar a Los Verdes", hasta que obtuvo su carné de miembro en 1995. Electa al parlamento en 2002, votó junto al resto de sus compañeros de partido para disminuir los impuestos de las familias más adineradas, las cuales vieron cómo sus impuestos se reducían del 53% al 42% durante los años de Schröder. "Nunca me ha convencido la división derecha-izquierda. Creo que es bueno que Los Verdes se interesen por la economía."
"Anja Hajduk es un modelo representativo de estos nuevos Verdes que navegan con el viento a favor, son administradores pragmáticos, desprovistos de toda pasión y absolutamente indiferentes a los temas sociales," declaró Norbert Hackbusch, el cual abandonó a Los Verdes en 1999 después de dieciséis años. Hoy dispone de un asiento en el ayuntamiento como miembro de Die Linke, el partido alemán más de izquierdas. "Hamburgo es una de las ciudades más ricas del país, pero también tiene una de las mayores tasas de pobreza. Aquí, uno de cada cinco niños vive por debajo del umbral de la pobreza. Pero las familias pobres no votan, o al menos no por Los Verdes."
Una de sus mayores quejas contra sus antiguos compañeros es su falta de actividad en cuestiones fiscales. Según una de las tablas de clasificación más largas de la revista Manager, 26 de los 300 más ricos de Alemania viven en Hamburgo. La suma de sus riquezas asciende a 44.000 millones de euros, equivalente a la mitad del PIB de la ciudad. "Puede que Hamburgo sea la Capital Verde Europea, pero sobre todo es la capital alemana en evasión de impuestos," aseveró. El número de inspectores de hacienda no cuadra: en 2010, de 627 contribuyentes que declararon unos ingresos superiores a 1 millón de euros, las autoridades sólo fueron capaces de investigar a 31. Las rentas públicas perdidas ascienden a cientos de millones de euros. "Pedimos que se crearan 150 puestos adicionales de inspectores de hacienda (5), pero Los Verdes hicieron oídos sordos."
Puede que los peces gordos que viven en la torre Marco Polo no voten a Los Verdes. La torre fue construida sobre un promontorio natural en el puerto, el cual proporciona una vista aérea del escenario en el que los transatlánticos atracan. Pero los diseñadores no tuvieron en cuenta que estos palacios flotantes expulsan humos tóxicos que el viento dirige a las ventanas y balcones de la torre. Según una investigación publicada en Der Spiegel, una "bocanada de aire fresco" por parte de los residentes de Marco Polo contiene el equivalente a las emisiones de "50.000 camiones viajando a una velocidad de 130 kmph, expulsando cantidades significativas de dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno y otras partículas carcinogénicas" (6). Multimillonarios envenenados por cruceros de lujo: el desarrollo sostenible tiene a veces giros insospechados.
Notas:
(3) Jutta Ditfurth, Krieg, Atom, Armut. Was sie reden, was sie tun: die Grünen, Rotbuch, Berlín, 2011.
(4) En enero de 2007, Peter Hartz fue suspendido dos años de su cargo y multado con 576.000 euros por la corte de Braunschweig, acusado de haber sobornado e invitado a los miembros del consejo de trabajadores de Volkswagen a viajes y prostitutas.
(6) "Luxusprobleme in Hamburg" (Problemas de lujo en Hamburgo), Der Spiegel, Hamburgo, 5 de marzo de 2010.
Olivier Cyran es periodista
sábado, 13 de agosto de 2011
Tumultos de Londres são pedido de ajuda
Por Stefano Ambrogi
LONDRES (Reuters) - O homem que liderou uma das mais temidas gangues de rua de Londres diz que os tumultos na capital e em outras cidades inglesas esta semana são resultado inevitável da frustração sentida pela juventude britânica e não uma invenção de gangues de rua.
Elijah Kerr, que transformou a famosa gangue de rua criada por ele numa organização de entretenimento destinada a ajudar jovens, zombou da sugestão do primeiro-ministro britânico, David Cameron, de que os tumultos foram coordenados por líderes de gangues.
"O que aconteceu foi a frustração, a tensão, que estourou. É como uma panela de pressão. O fogo está ali, guardado numa sala, trancado e aí alguém abriu a porta e isso se espalhou pela casa", disse Kerr à Reuters.
Ele afirmou que a violência e os saques, com lojas esvaziadas e pessoas sendo atacadas, poderia acontecer numa sociedade que excluiu gerações de jovens.
"Estou falando de instituições de abrigo onde eu cresci, de onde vim, onde as pessoas não têm esperança e foram esquecidas. Perdidas", disse Kerr, fundador e líder da gangue PDC.
PDC são as iniciais de "Pil Dem Crew", termo com raízes no "peel dem" jamaicano, algo como "roubem deles".
"Isso vem crescendo há anos, talvez há uns cinco anos - iria acontecer", disse Kerr, também chamado de Jaja, que cresceu no conjunto habitacional de Angell Town em Brixton, sul de Londres.
Na quinta-feira, após quatro noites de caos em cidades inglesas do interior, Cameron declarou guerra às gangues de rua, que, segundo ele, estavam "no centro de toda a violência", negando com veemência que as medidas de austeridade do governo ou a pobreza tenham contribuído para o tumulto.
Kerr disse que os comentários de Cameron estão totalmente fora da realidade.
Agora aos 31 anos, Kerr afirmou que conheceu a cena das gangues quando tinha 9 anos e esteve envolvido com drogas, usou crack e foi preso várias vezes.
Na última década, porém, ele abriu mão da violência e passou a liderar sua "turma" em uma organização legítima de entretenimento com foco na música e na criatividade.
quarta-feira, 10 de agosto de 2011
Chile: Masivo reclamo por un cambio de modelo
Por Christian Palma
“Soy jardinero y quiero un hijo ingeniero”, decía un cartel que lucía tranquilo un padre en la nueva marcha contra el sistema educativo chileno que ayer convocó a más de 100 mil personas en Santiago y a varios miles más en las principales ciudades del país. Los lienzos, pancartas y letreros se multiplicaron otra vez a pesar de ser un día laborable y de que la Intendencia Metropolitana había modificado el recorrido habitual de las concentraciones capitalinas. El sol ayudó además a que la manifestación se transformara en una fiesta, en la que los vecinos de pisos superiores lanzaban agua a la multitud que, disfrazada y tocando tambores, avanzaba pasito a pasito al Parque Almagro, el punto final acordado con la autoridad.
Pero esa agua que caía limpia desde las alturas, nada tuvo que ver con la que más tarde usó la policía para repeler a un grupo de encapuchados que originaron desmanes en el Paseo Bulnes, cerquita de La Moneda.
Ahí, como ha sido la tónica en las últimas manifestaciones masivas –salvo la familiar y también multitudinaria efectuada el domingo–, los excesos de unos pocos, junto a los carros hidrantes y los gases lacrimógenos empañaron una protesta que hasta el mediodía se desarrollaba de manera normal. El Ministerio del Interior informó que hubo 273 detenidos y que 16 civiles y 23 carabineros resultaron heridos.
Esto a pesar de que la presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, Camila Vallejo, llamaba a terminar la gran movilización en calma. A esa hora, las redes sociales denunciaban que diversos policías se habían infiltrado en la marcha para iniciar desórdenes y caldear los ánimos. “Calma, ya sabemos que los violentistas no somos nosotros”, insistía Vallejo por medio de Twitter.
Sin embargo, el desorden ganó terreno en medio de bombas molotov, piedrazos, palos y hasta un auto incendiado en la vía pública, que dio por finalizada la protesta. Rodolfo Pozo, dueño del auto, calificó de una “verdadera catástrofe” lo sucedido. Cerca de ahí, Sebastián, un “pingüino” (estudiante secundario) de 16 años, reclamaba a cara descubierta: “Sólo es noticia la violencia, pero no cuando 100 mil personas marchan en paz”.
En tanto, el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter –criticado por la excesiva rudeza de carabineros en marchas anteriores–, buscaba sacarles rédito a los incidentes. “Los desórdenes son una prueba de que las marchas han escapado del control de los convocantes y se han vuelto dañinas”, declaró. Acto seguido, pidió a los estudiantes y al colegio de profesores “sentarse a trabajar” en los proyectos de ley sobre educación que prontamente el gobierno enviará el Congreso, trasladando la discusión a esa instancia. “Los estudiantes deberían adquirir conciencia de que su movimiento está empezando a ser utilizado por personas a las que les importa bastante poco la calidad de la educación”, remató.
Le respondió Camilo Ballestero, presidente de los alumnos de la Universidad de Santiago. “La violencia no sale de la nada y deberíamos trabajar en conjunto con el gobierno para ver cómo se termina. Estamos dispuestos a dialogar, pero fue el gobierno el que envío sus propuestas al Parlamento (sin consensuarlas con los estudfiantes)”, dijo el dirigente.
En una visita a los lugares afectados, el alcalde derechista de Santiago, Pablo Zalaquett, se quejó de los daños que dejó la protesta. “Son los más grandes jamás vistos. Voy a luchar porque esto termine de una vez por todas”, dramatizó. Sin embargo, algunos vecinos no estuvieron muy de acuerdo con la dennuncia del alcalde. “Los estudiantes estaban tranquilos, hasta que llegaron los delincuentes. Esa no es culpa de ellos”, dijo uno que no quiso identificarse, al ser entrevistado por la televisión.
Respecto de los supuestos infiltrados, los diputados del Partido Comunista Lautaro Carmona y Hugo Gutiérrez pidieron formalmente información sobre un funcionario de Carabineros de civil que fue protegido por sus colegas que custodian el Congreso nacional en la ciudad puerto de Valparaíso. El carabinero habría sido descubierto manifestándose encapuchado entre los estudiantes.
“Soy categórico, Carabineros no infiltra. Carabineros utiliza personal para obtener información”, explicó a los medios el coronel Guillermo Bezzenberger. Sin embargo, horas más tarde, La Moneda confirmó que pedirá informes a la institución para aclarar esta situación. “No parece prudente que exista un funcionario de Carabineros que actúe con el rostro cubierto”, sostuvo el vocero presidencial, Andrés Chadwick.
Así las cosas, hoy vence el plazo dado por los líderes estudiantiles al gobierno para aceptar sus demandas. Los estudiantes piden que el derecho a la educación de calidad tenga rango constitucional y reformular el sistema de becas y préstamos estudiantiles, bajando sus intereses, para garantizar igual acceso a la educación a todos los estratos sociales. El ministro de Educación, Felipe Bulnes, ya adelantó que no actuará bajo presión.
Desde el jueves pasado, en diversas zonas del país, incluso en la conservadora comuna de Providencia, miles de manifestantes hacen sonar ollas en una reminiscencia de las protestas contra Pinochet en los ochenta.
Al cierre de esta edición, el ruido de las cacerolas no cesaba. El sonido recorrió otra vez Chile, en una gran protesta contra un sistema heredado de la dictadura y que deja claro que el descontento hacia el gobierno –ligado, aunque no lo quieran, a la dictadura– no para. El “cacerolazo”, esta vez, no pudo ser reprimido por la policía.
@chripalma
Desde Santiago, para Página/12
Pero esa agua que caía limpia desde las alturas, nada tuvo que ver con la que más tarde usó la policía para repeler a un grupo de encapuchados que originaron desmanes en el Paseo Bulnes, cerquita de La Moneda.
Ahí, como ha sido la tónica en las últimas manifestaciones masivas –salvo la familiar y también multitudinaria efectuada el domingo–, los excesos de unos pocos, junto a los carros hidrantes y los gases lacrimógenos empañaron una protesta que hasta el mediodía se desarrollaba de manera normal. El Ministerio del Interior informó que hubo 273 detenidos y que 16 civiles y 23 carabineros resultaron heridos.
Esto a pesar de que la presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, Camila Vallejo, llamaba a terminar la gran movilización en calma. A esa hora, las redes sociales denunciaban que diversos policías se habían infiltrado en la marcha para iniciar desórdenes y caldear los ánimos. “Calma, ya sabemos que los violentistas no somos nosotros”, insistía Vallejo por medio de Twitter.
Sin embargo, el desorden ganó terreno en medio de bombas molotov, piedrazos, palos y hasta un auto incendiado en la vía pública, que dio por finalizada la protesta. Rodolfo Pozo, dueño del auto, calificó de una “verdadera catástrofe” lo sucedido. Cerca de ahí, Sebastián, un “pingüino” (estudiante secundario) de 16 años, reclamaba a cara descubierta: “Sólo es noticia la violencia, pero no cuando 100 mil personas marchan en paz”.
En tanto, el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter –criticado por la excesiva rudeza de carabineros en marchas anteriores–, buscaba sacarles rédito a los incidentes. “Los desórdenes son una prueba de que las marchas han escapado del control de los convocantes y se han vuelto dañinas”, declaró. Acto seguido, pidió a los estudiantes y al colegio de profesores “sentarse a trabajar” en los proyectos de ley sobre educación que prontamente el gobierno enviará el Congreso, trasladando la discusión a esa instancia. “Los estudiantes deberían adquirir conciencia de que su movimiento está empezando a ser utilizado por personas a las que les importa bastante poco la calidad de la educación”, remató.
Le respondió Camilo Ballestero, presidente de los alumnos de la Universidad de Santiago. “La violencia no sale de la nada y deberíamos trabajar en conjunto con el gobierno para ver cómo se termina. Estamos dispuestos a dialogar, pero fue el gobierno el que envío sus propuestas al Parlamento (sin consensuarlas con los estudfiantes)”, dijo el dirigente.
En una visita a los lugares afectados, el alcalde derechista de Santiago, Pablo Zalaquett, se quejó de los daños que dejó la protesta. “Son los más grandes jamás vistos. Voy a luchar porque esto termine de una vez por todas”, dramatizó. Sin embargo, algunos vecinos no estuvieron muy de acuerdo con la dennuncia del alcalde. “Los estudiantes estaban tranquilos, hasta que llegaron los delincuentes. Esa no es culpa de ellos”, dijo uno que no quiso identificarse, al ser entrevistado por la televisión.
Respecto de los supuestos infiltrados, los diputados del Partido Comunista Lautaro Carmona y Hugo Gutiérrez pidieron formalmente información sobre un funcionario de Carabineros de civil que fue protegido por sus colegas que custodian el Congreso nacional en la ciudad puerto de Valparaíso. El carabinero habría sido descubierto manifestándose encapuchado entre los estudiantes.
“Soy categórico, Carabineros no infiltra. Carabineros utiliza personal para obtener información”, explicó a los medios el coronel Guillermo Bezzenberger. Sin embargo, horas más tarde, La Moneda confirmó que pedirá informes a la institución para aclarar esta situación. “No parece prudente que exista un funcionario de Carabineros que actúe con el rostro cubierto”, sostuvo el vocero presidencial, Andrés Chadwick.
Así las cosas, hoy vence el plazo dado por los líderes estudiantiles al gobierno para aceptar sus demandas. Los estudiantes piden que el derecho a la educación de calidad tenga rango constitucional y reformular el sistema de becas y préstamos estudiantiles, bajando sus intereses, para garantizar igual acceso a la educación a todos los estratos sociales. El ministro de Educación, Felipe Bulnes, ya adelantó que no actuará bajo presión.
Desde el jueves pasado, en diversas zonas del país, incluso en la conservadora comuna de Providencia, miles de manifestantes hacen sonar ollas en una reminiscencia de las protestas contra Pinochet en los ochenta.
Al cierre de esta edición, el ruido de las cacerolas no cesaba. El sonido recorrió otra vez Chile, en una gran protesta contra un sistema heredado de la dictadura y que deja claro que el descontento hacia el gobierno –ligado, aunque no lo quieran, a la dictadura– no para. El “cacerolazo”, esta vez, no pudo ser reprimido por la policía.
@chripalma
quarta-feira, 23 de fevereiro de 2011
RESULTADOS DO NEOLIBERALISMO
GENEBRA (Reuters) - Os protestos no mundo árabe são um alerta para que as nações ainda não afetadas alterem políticas que deixaram a desejar na geração de empregos e prosperidade, disse uma agência da Organização das Nações Unidas (ONU) na terça-feira.
As manifestações por reformas políticas têm sido acompanhadas por apelos por combate à pobreza, geração de empregos, melhores salários, mais segurança social, acesso a produtos básicos e distribuição de renda mais justa, disse a Conferência da ONU para Comércio e Desenvolvimento (Unctad, na sigla em inglês).
"Em suas dimensões econômicas a rebelião representa uma hora da verdade para as escolhas comerciais e de políticas econômicas feitas nas regiões (Oriente Médio e Norte da África) ao longo das últimas décadas", disse a agência em nota.
"Mas, para muitos agentes políticos em países que enfrentam pressões semelhantes, trata-se de um momento oportuno para reconstruir instituições públicas negligenciadas, a fim de que possam comandar o processo de reformular a governança econômica e do trabalho."
A meta, disse a Unctad, deveria ser criar um crescimento sustentável, que gere um círculo virtuoso de investimentos, produtividade, empregos e distribuição de benefícios.
Líbia, Egito, Tunísia, Barein e Iêmen registraram turbulências políticas nas últimas semanas, e houve apelos por mudanças também na Arábia Saudita, Jordânia, Argélia, Marrocos, Kuait e Omã.
A Unctad disse que os distúrbios são um efeito colateral de políticas mal feitas de liberalização comercial e privatizações, políticas econômicas restritivas e um crescimento dependente das exportações.
"Com frequência, a liberalização não foi capaz de evitar a concentração de renda e o surgimento de legiões de jovens urbanos educados e desempregados, cujas perspectivas de emprego são sombrias", disse a nota.
A globalização gerou crescimento nesses países, mas os rendimentos ficaram muito concentrados em "bolhas de riquezas", e essas nações foram incapazes de absorver a expansão das suas forças de trabalho, dando-lhes empregos produtivos e decentes, afirmou o relatório.
(Reportagem de Jonathan Lynn)
As manifestações por reformas políticas têm sido acompanhadas por apelos por combate à pobreza, geração de empregos, melhores salários, mais segurança social, acesso a produtos básicos e distribuição de renda mais justa, disse a Conferência da ONU para Comércio e Desenvolvimento (Unctad, na sigla em inglês).
"Em suas dimensões econômicas a rebelião representa uma hora da verdade para as escolhas comerciais e de políticas econômicas feitas nas regiões (Oriente Médio e Norte da África) ao longo das últimas décadas", disse a agência em nota.
"Mas, para muitos agentes políticos em países que enfrentam pressões semelhantes, trata-se de um momento oportuno para reconstruir instituições públicas negligenciadas, a fim de que possam comandar o processo de reformular a governança econômica e do trabalho."
A meta, disse a Unctad, deveria ser criar um crescimento sustentável, que gere um círculo virtuoso de investimentos, produtividade, empregos e distribuição de benefícios.
Líbia, Egito, Tunísia, Barein e Iêmen registraram turbulências políticas nas últimas semanas, e houve apelos por mudanças também na Arábia Saudita, Jordânia, Argélia, Marrocos, Kuait e Omã.
A Unctad disse que os distúrbios são um efeito colateral de políticas mal feitas de liberalização comercial e privatizações, políticas econômicas restritivas e um crescimento dependente das exportações.
"Com frequência, a liberalização não foi capaz de evitar a concentração de renda e o surgimento de legiões de jovens urbanos educados e desempregados, cujas perspectivas de emprego são sombrias", disse a nota.
A globalização gerou crescimento nesses países, mas os rendimentos ficaram muito concentrados em "bolhas de riquezas", e essas nações foram incapazes de absorver a expansão das suas forças de trabalho, dando-lhes empregos produtivos e decentes, afirmou o relatório.
(Reportagem de Jonathan Lynn)
segunda-feira, 8 de fevereiro de 2010
EUA: o melhor Congresso que o dinheiro pode comprar

A decisão radical da Suprema Corte dos Estados Unidos, em 21 de janeiro deste ano permite às companhias gastarem dinheiro ilimitadamente na política. Anulando 100 anos de restrições aos gastos corporativos, os dois juizes mais novos, John Roberts e Samuel Alito, indicados pelo Presidente George W. Bush, tornaram a Suprema Corte um aliado das grandes corporações. Os insípidos debates em Davos sobre a questão capitalismo versus socialismo foram suplantados pela conquista da democracia das corporações. O artigo é de Hazel Henderson.
Hazel Henderson *
CARTA MAIOR
A visão fantástica dessa mais alta Corte dos Estados Unidos defende que o dinheiro é equivalente à livre expressão sob a Primeira Emenda, e que a corporações são “pessoas” equivalentes a seres humanos. A irrealidade dessa visão também equipara corporações com sindicatos, sem reconhecer que sindicatos representam pessoas reais, enquanto corporações são entidades legais com o propósito de fazer dinheiro para os seus acionistas.
Os efeitos dessa apertada decisão por 5 a 4 na Suprema Corte incluem a permissão de acesso à Política do país através de vários investidores internacionais que detêm ações em corporações estadunidenses. Por exemplo, o Príncipe Alaweed bin Talal da Arábia Saudita é um dos maiores investidores do Citibank e da New Corporation, que tem o Wall Street Journal, a Rede de Televisão Fox, a Sky News e uma outra mídia global. Os Fundos Soberanos da Noruega, da China, de Cingapura, do Kuwait e de outros países podem agora influenciar a política dos EUA como jamais ocorreu antes.
Advogados constitucionalistas estão assombrados, inclusive o Presidente Obama, que observou: “A Suprema Corte deu luz verde para a avalanche de interesses especiais do dinheiro em nossa política. Essa é uma grande vitória do Petróleo, dos banqueiros de Wall Street, das companhias de seguro de saúde e de outros interesses que manobram diariamente o poder em Washington e abafa, cotidianamente, as vozes dos americanos”.
Muitos projetos de lei foram apresentados no Congresso para passar por cima da decisão da Corte, a maior parte com foco no direito corporativo e na governança. Eles incluíram o reforço das regulações e o controle pela Comissão de Valores Mobiliários dos EUA (SEC – Securities and Exchange Comission). Tais projetos exigiriam a aprovação dos acionistas pelos conselhos diretores das corporações antes que elas liberassem seus fundos de ações para apoiar ou se opor a questões políticas e candidatos. Limitariam os gastos pelas corporações que sejam substancialmente de propriedade de grupos de investidores internacionais e cidadãos não-estadunidenses. Muitos críticos acrescentaram que os políticos cujas eleições se devem aos fundos corporativos deveriam ser convocados para tornarem públicos as logomarcas dessas corporações em suas roupas e em todas as suas manifestações públicas, por exemplo, como o senador da Microsoft, da Halliburton, do Citibank ou do Goldman Sachs.
Outros críticos apresentaram detalhadamente a idiotia da equiparação entre corporações e seres humanos reais. Eles disseram: “se isso é verdade, não seria uma forma de escravidão ter uma corporação?”. Poderiam as corporações agora, então, também usarem armas e votarem? Corporações já têm muitos dos direitos de cidadania estadunidense, só que muito menos responsabilidades do que o têm as pessoas reais. Corporações são protegidas por leis que limitam suas dívidas; desfrutam de vida perpétua e ainda carregam um poder imenso – evidenciado por sua captura dos reguladores e políticos.
Os insípidos debates no Fórum Econômico de Davos sobre a questão capitalismo versus socialismo foram suplantados pela conquista da democracia das corporações. Os lobistas das corporações dos grandes bancos estão lutando contra reformas financeiras necessárias. Lobistas de seguros de saúde e das companhias farmacêuticas conduziram os projetos da reforma da saúde para novas traições substanciais. Lobistas das companhias de energia distorceram os projetos sobre clima e energia, tornando-os novas frutas podres, em defesa do carro-chefe do combustível fóssil e das companhias de energia nuclear. Em todo o planeta, o lobby das corporações militares dirige a compra de armas.
À opinião absurda do juiz da Corte Suprema John Robert, de que as corporações são em vários aspectos “amordaçadas” ou de que necessitam de mais dos direitos garantidos na Primeira Emenda somou-se a divergência do juiz Stevens, em nome dos juízes Ginsberg, Sotomayor e Breyer: “A democracia americana é imperfeita, mas poucos fora desta Corte teriam pensado que ela definha até a morte, com o dinheiro corporativo na política”.
De fato, um grupo de corporações dos EUA respondeu com uma Carta Aberta ao Congresso, opondo-se à ameaça de tirar dinheiro dos candidatos de ambos os partidos políticos e optando pela destinação desse dinheiro para a corrida armamentista. Tomara que esse tipo de liderança socialmente responsável das companhias progressistas possa ser apoiada por investidores institucionais, como aqueles dos Princípios para o Investimento Responsável, da ONU (representando portfolios de $19 trilhões em ações das companhias). Eles podem, juntos, com as 3000 companhias signatárias do Pacto Global da ONU, desenvolver proteções para impedir o investimento nessas companhias que tomam as decisões da Suprema Corte como licença para jogar ainda mais dinheiro em lobies e para arrancar o poder do processo democrático.
O efeito cascata do dinheiro adicional na política dos EUA e na propaganda acelerará a sinistra tomada do governo, bem como da mídia de massa, pelas corporações – a definição clássica de fascismo. Uma resposta é o Mercado Ético para a propaganda ética e a campanha do Mercado Ético com a Academia Mundial de Negócios (http://www.worldbusiness.org/) para parar o neuromarketing e sua manipulação de consumidores.
Como essa conquista corporativa dos Estados Unidos da América afeta seu padrão de mundo? A ganância e a cultura da obsessão pelo dinheiro de Wall Street já danificaram todo o mundo e causaram milhões de vítimas inocentes da fome, das adversidades, de perdas de empregos, meios de vida e infligiu um enorme dano ambiental.
Essa decisão da Suprema Corte causará uma perda futura de critério e autoridade moral, no mundo. A arrogância do unilateralismo dos EUA vêm causando danos desde a queda do Muro de Berlim. Esse momento unipolar acabou. Para a sorte da comunidade internacional, outros países, Índia, Brasil e a União Européia estão assumindo a liderança democrática. A irresponsável decisão da Suprema Corte dos EUA sobrepujou os esforços do Presidente Barack Obama para restaurar o multilateralismo. Foi um golpe na democracia dos EUA e fornece um mau exemplo ao avanço da democracia mundo afora.
* Hazel Henderson é presidente do Ethical Markets Media (EUA e Brasil) e da Green Transition Scoreboard, companhia signatária dos Princípios do Investimento Responsável, da ONU. É fundadora e co-diretora da Academia Mundial de Negócios MercadoÉtico para a propaganda ética, autora de vários livros e co-criadora do Indicadores de Qualidade de Vida Calvert-Henderson www.ethicalmarkets.com
Tradução: Katarina Peixoto
quinta-feira, 17 de setembro de 2009
O mercado é uma guerra?

No final da Segunda Guerra Mundial, o governo americano fez aprovar uma lei que dava aos ex-combatentes o direito de ingressar gratuitamente no ensino superior. Muitos deles optaram pelas faculdades de administração. Oficiais graduados, com experiência multinacional, visão de mundo, experiência de logística, capacidade de comando e foco em objetivos, habituados a tratar o outro lado como um inimigo a ser vencido, chegaram às grandes empresas e galgaram rapidamente a hierarquia organizacional. Muitos se deixaram ficar na Universidade, e influenciaram as bases do pensamento gerencial.
A mesma lei foi estendida aos veteranos da guerra da Coréia, em 1953, e depois da guerra do Vietnã, em 1966. Os números impressionam: 6 milhões de combatentes da Segunda Guerra ingressaram na universidade (em 1947, os veteranos representavam 49% de todas as matrículas no ensino superior americano); 1,2 milhões de veteranos da Coréia; e 6,8 milhões do Vietnã.
Mas a Segunda Guerra Mundial e a guerra do Vietnã foram diferentes na essência.
A luta na Europa e no Pacífico tinha uma justificativa heróica: a defesa contra a agressão nazista para proteger o mundo livre da perspectiva de uma ditadura cruel, e terminou em vitória, com imenso apoio popular. Os militares que dela saíram para uma carreira gerencial ou acadêmica foram os veículos da expansão americana, campeões da ideologia democrática, conquistadores de mercados estrangeiros e não mais de territórios inimigos. Sua vida executiva coincidiu com uma era de euforia, crescimento, bem-estar e aumento inédito da qualidade de vida. Os sucessos conseguidos funcionaram como validação de seus métodos.
Os egressos do Vietnã têm outra história para contar. Ressentidos, agressivos, reprovados por grande parte da população, retornaram derrotados de uma guerra suja e sem sentido. Nela, os americanos eram os agressores, contra um exército maltrapilho, invisível e guerrilheiro de um pequeno país perdido no mapa. Ao contrário dos campos da Europa e dos mares do Pacífico, os combates eram travados em selvas fechadas, em meio a monções e lamaçais.
E sua chegada ao “mercado” coincidiu com os instantes mais agudos da competição global. A década de 1970, que viu a derrota americana no Vietnã, assistiu também à invasão japonesa aos mercados mundiais. Impossível desprezar o significado simbólico desse fato: os japoneses, adversários vencidos da Segunda Guerra, “invadiram” os Estados Unidos com seus produtos eletrônicos e seus automóveis, compraram alguns dos prédios mais sofisticados de Manhattan – numa versão capitalista do ataque ao World Trade Center – e jogaram os Estados Unidos numa das piores recessões de sua história econômica.
A prática e a doutrina gerencial nascidas desses oficiais que, saídos do Vietnã, optaram pela vida acadêmica e executiva têm uma ferocidade nunca vista no mundo dos negócios.
E praticamente todas as grandes empresas americanas, nos mais diversos setores de mercado, tiveram militares oriundos do Vietnã como presidentes, membros de suas diretorias, ou consultores. Todas, sem exceção, continuam tendo seus executivos formados em teorias que ainda trazem essa marca, através das grandes faculdades de administração.
A guerra é o sintoma mais evidente do esgotamento de um ciclo, uma situação limítrofe onde a normalidade se esvai. Cessa o diálogo. Suspendem-se direitos humanos. Aceita-se a morte. Pratica-se a tortura. Mente-se. Controlam-se os meios de comunicação. Restringem-se as liberdades individuais. Não há adversários, apenas inimigos. Inimigos merecem ódio, e devem ser aniquilados.
A guerra prolongada gera cansaço, produz consumo irracional pela falta de perspectivas de futuro, degrada os valores humanos. O estado de guerra ininterrupta é, por definição, insustentável. Não há sociedade na história que tenha conseguido sobreviver assim. E portanto, cedo ou tarde, as guerras acabam.
Porém, ao contrário da guerra verdadeira, que termina com a vitória, a “guerra” do mercado não tem fim, não existe vitória definitiva, não existe sossego. Vencer significa tão-somente produzir um ganho maior para os acionistas a cada trimestre, sabendo que qualquer passo em falso pode significar o fim da empresa, o fim dos bônus, o fim do emprego, o fim do status. A derrota. Mesmo onde não há acionistas anônimos, esse modo de pensar foi incorporado à vida das organizações.
Daí a hipercompetição, a paranóia, o medo permanente. Os executivos passaram a viver sob a perspectiva de um ataque iminente por parte de competidores ou predadores corporativos que aplicam as suas mesmas técnicas de marketing de guerra e de guerrilha.
Mas se tudo isso é tão tipicamente americano, por que então o fenômeno não ficou limitado aos EUA?
As explicações são muitas, dentre elas:
• As estratégias de guerra foram mais um vetor do predomínio americano na economia global.
• Seu sucesso fez com que fossem emuladas inclusive pelas principais escolas de administração da Europa – que podem ter suas idiossincrasias, porém, na essência, formam o mesmo executivo “global”.
• A maioria esmagadora dos livros de negócios tem origem nos Estados Unidos.
• Os Estados Unidos lideraram a primeira onda da globalização, com as grandes empresas multinacionais, e também a segunda onda, apoiada nos fluxos financeiros em tempo real e na integração das cadeias de valor.
• É principalmente americana a inovação em tecnologia da informação que impulsiona esse movimento.
• O PIB americano, em 2008, respondia sozinho por 20% do PIB global, o que denota o predomínio das empresas americanas no cenário mundial.
Tão forte é esse apelo que até sociedades menos afeitas à agressividade, como os países orientais, vêm se dobrando progressivamente aos mesmos comportamentos. Países que até há pouco tempo eram comunistas abraçaram a “economia de mercado”. E as nações em desenvolvimento olham para os Estados Unidos com um misto de revolta e inveja.
Seria ingênuo imaginar que essas práticas e conceitos possam ser modificados com facilidade. Porém é urgente entender que o modelo militar aplicado aos mercados se tornou economicamente, empresarialmente, socialmente, ecologicamente e psicologicamente insustentável.
"As metáforas militares nos induzem a pensar e a ver tudo em termos de luta, conflito, guerra. Essa perspectiva limita nossa imaginação quando consideramos as alternativas nas situações que gostaríamos de compreender ou mudar.” Autora: Deborah Tannen.
Por Fernando Barcellos Ximenes (criador do projeto "A Empresa Necessária", cuja finalidade é discutir, sem ingenuidade nem preconceitos, a viabilidade de novos princípios de gestão. Website: www.fernandoximenes.com.br)
segunda-feira, 14 de setembro de 2009
O efeito tequila dos tucanos

Se os tucanos estivessem governando o Brasil – seja com a vitória de Serra em 2002 ou de Alckmin em 2006 – os efeitos da crise que o país está superando, seriam tão devastadores como foram os da crise de janeiro de 1999. O Brasil teria elevado a taxa de juros a alturas estratosféricas – em 1999 foi para quase 50% -, os gastos públicos sofreriram novo corte drástico, se assinaria novo acordo com o FMI, com a obrigação dessas medidas, mais privatizações de empresas estatais, etc., etc., como o governo FHC tinha acostumado ao país.
Para não ir mais longe: teríamos o mesmo destino do México. Como os tucanos são adeptos dos Tratados de Livre Comércio – tinham comprometido o Brasil com a Área de Livre Comércio para as Américas, Alca, que o governo Lula enterrou – estaríamos sofrendo as mais duras e diretas consequências da recessão norteamericana. O México, ao assinar o TLC da América do Norte – o Nafta – teve seu comércio com os EUA elevado para mais de 90% do total. Podemos imaginar o tamanho da recessão mexicana. Calcula-se que a economia terá um retrocesso de 7% neste ano, sem perspectivas de recuperação. Não por acaso o governos do México bateu uma vez às portas do FMI, com as consequências que se conhece, pela assinatura de mais uma Carta de Compromisso.
Mais AQUI.
PESQUISA DA BBC DIVULGADA HOJE, 14 DE SETEMBRO DE 2009:
Satisfação com governos
* 87% na China
* 68% na Austrália
* 63% no Egito
* 59% no Brasil
* 49% nos Estados Unidos
* 27% na França
* 18% no Japão
* 9% no México
Mais sobre a pesquisa AQUI.
terça-feira, 8 de setembro de 2009
Neoliberalismo, medios de comunicación y democracia

Por Ricardo Forster*, para Página/12
“El espectáculo se presenta como una enorme positividad indiscutible e inaccesible. No dice nada más que esto: ‘lo que aparece es bueno, lo bueno es lo que aparece’. La actitud que por principio exige es esa aceptación pasiva que ya ha obtenido de hecho gracias a su manera de aparecer sin réplica, gracias a su monopolio de las apariencias.” Guy Debord
1 En el mismo momento histórico en el que caía el Muro de Berlín y se desplomaba como un castillo de naipes el sistema soviético, cuando casi atónitos contemplamos la apertura de una época que de un modo arrollador se deshacía de imágenes, lenguajes políticos, ideologías y prácticas que habían convulsionado y apasionado durante más de un siglo a hombres y mujeres de las geografías más diversas y distantes, lo que emergió como exponente de una nueva época del mundo fue la forma neoliberal del capitalismo tardío.
Las últimas décadas del siglo XX estuvieron atravesadas por la hegemonía de un discurso que se ufanaba de haber concluido, de una vez y para siempre, con las disputas ideológicas, al mismo tiempo que afirmaba la llegada de un tiempo articulado alrededor de la economía de mercado y de la democracia liberal. Fin de la historia y muerte de las ideologías para desplazarse, ahora, por los espacios rutilantes del consumo, el reino de las mercancías y el goce hedonista. Los escenarios, ya antiguos, de las conflictividades políticas y sociales serían pacientemente reconstruidos en los nuevos museos temáticos, sitios interactivos en los que el visitante de estos tiempos poshistóricos podría contemplar aquello que sucedía en los días ideologizados. La paz del mercado desplazó, eso se anunció a los cuatro vientos, las oscuras turbulencias de una historia dominada por el conflicto y la intransigencia de los incontables, de esas masas anónimas, oscuras y resentidas que regresarían a ese sitio del que nunca debieron haber salido. Las tradiciones del igualitarismo fueron a parar al vertedero de la historia. Hizo su aparición triunfal el nuevo ciudadano-consumidor, figura arquetípica de un clivaje hiperindividualista en el interior de la sociedad, ese que se desplazaría con fervor de iniciado por los santuarios de las metrópolis contemporáneas: los shopping centers.
Pero lo que también comenzó a ser desmontado, junto con el vertiginoso giro de la economía de producción a la economía de especulación, fue el imaginario social que acompañó el tiempo del capitalismo bienestarista, aquel que hizo, a partir de la segunda posguerra, del Estado un referente insustituible a la hora de articular las relaciones entre el capital y el trabajo (del New Deal rooseveltiano, pasando por nuestra experiencia de un Estado de Bienestar bajo el primer peronismo hasta llegar a la edad de oro del bienestarismo socialdemócrata europeo, ese modelo fue lo propio de un largo período de la historia del siglo XX que sería brutalmente desmontado por el neoliberalismo allí donde inició su derrumbe el modelo, ya fracasado desde tiempo antes, del socialismo autoritario de la URSS, dejándole al capital, de todos modos, las manos libres para convertirse en el amo de la nueva situación mundial). El pasaje de la metáfora fabril a la metáfora financiera (adiós a las chimeneas y a los sindicatos, bienvenidos los yuppies de Wall Street, las carteras de inversores, la flexibilización laboral y el trabajo basura) vino a expresar la bancarrota de prácticas que remitían a una época esclerosada; puso en evidencia que estábamos en presencia de una mutación fundamental del capitalismo, y que esa mutación no iba a detenerse hasta resemantizar la totalidad de los lenguajes sociales, económicos, políticos y culturales.
Dicho de otra manera: el neoliberalismo, su lógica más profunda y decisiva, se dirigía hacia una transformación revolucionaria del conjunto de la vida social. En esa tarea de desmontaje de las viejas formas de vida y de representación, seguida de la construcción de una nueva subjetividad entramada con las demandas de la economía global de mercado, ocuparían un lugar central y privilegiado los grandes medios de comunicación. Pensar el neoliberalismo es interrogar por ese maridaje extraordinario entre mercancía e imagen, entre mercado y lenguaje mediático; es tratar de comprender el fenomenal proceso de culturalización de la política y de estetización de todas las esferas de la vida. Una de las derivaciones de este proceso ha sido la expropiación de la política, y su consiguiente vaciamiento, por el lenguaje de los medios de comunicación.
2 Lo que el filósofo francés Guy Debord, con anticipación genial –allá por los años ’60–, había denominado la “sociedad del espectáculo”, aquella que se desplazaba hacia el dominio pleno y escenográfico de la pasión consumista y de sus “paraísos artificiales”, transformando a los seres humanos en espectadores cada vez más pasivos del verdadero sujeto de la época, la mercancía, constituyó lo propio de la travesía neoliberal. Se trató de una apropiación, por parte del capitalismo, de las fantasías y los deseos al mismo tiempo que se expandía planetariamente la industria del espectáculo, y la cultura, adecuada a los lenguajes audiovisuales y a su enorme capacidad de penetración, se convertía en una mercancía clave para la producción de una nueva humanidad. Lo que había prefigurado Hollywood desde los años ’30 y ’40, mostrándose como la avanzada brillante, innovadora y compleja de la americanización del mundo, señalando la importancia decisiva de la industria del espectáculo como vanguardia en la construcción de los nuevos imaginarios sociales, terminó siendo la materia prima a partir de la que el neoliberalismo logró naturalizar sus valores y sus intereses. Es inimaginable el despliegue planetario, global, del capitalismo financiero-especulativo, su capacidad para volverse hegemónico, sin ese rol decisivo de los medios de comunicación.
Por esas paradojas de la historia, los primeros que se dieron cuenta de la monumental importancia de las nuevas tecnologías de la comunicación y su relación directa con la política fueron los regímenes fascistas. Mussolini en Italia y Hitler y Goebbels en Alemania capturaron con maestría mefistofélica los poderes que emergían de la radiofonía. Con el giro de los acontecimientos, y una vez derrotado el totalitarismo, las triunfantes democracias occidentales se apropiarían con igual fervor de los potenciales propagandísticos y generadores de imaginarios social-culturales, que se guardan en los medios de comunicación de masas. La política quedó atrapada en esa lógica discursiva e iconográfica al mismo tiempo que la estetización y espectacularización emanados de los recursos propios de esos lenguajes contaminaban casi todas las esferas de la vida cotidiana. La astucia genial del sistema fue proyectar en la compleja trama a la que llamamos sociedad (transformada, por los mismos medios, en “opinión pública”) la imagen de que la corporación mediática era portadora de independencia, autonomía y capacidad crítica al mismo tiempo que garantizaba la libertad de expresión. Lo que se logró fue invisibilizar los lazos esenciales que vinculaban y vinculan a estas empresas con los intereses económicos dominantes. El neoliberalismo, como ideología del capitalismo tardío, comprendió que no era posible garantizar una profunda transformación económica si, al mismo tiempo, no se cambiaba la manera de mirar el mundo y de comprender la realidad. De lo que se trató es de la intensiva producción de un nuevo sentido común.
Más allá de la sobrevaloración, siempre discutible, que se pueda hacer del papel de las corporaciones mediáticas como definidoras de la opinión pública y como constructoras decisivas del sentido común, lo cierto es que ocupan un lugar destacadísimo en la estrategia de dominación del neoliberalismo. Son un factor sin el cual le sería muy difícil, a esa ideología, transformar sus intereses particulares en intereses del conjunto de la sociedad, mutando prácticas egoístas y exclusivamente ligadas al lucro y la rentabilidad en valores naturalizados en el interior de las conciencias. La proliferación de los lenguajes audiovisuales, su profundo arraigo en la intimidad de la vida cotidiana exigen, de la misma sociedad, una indispensable herramienta que le permita legislar adecuadamente impidiendo que la tendencia a la concentración y a la monopolización hagan del espectro comunicacional una incansable repetición del sentido común neoliberal. Entre la ideología y el mito, los lenguajes emanados de la corporación mediática apuntalaron el despliegue de nuevas formas de la subjetividad adheridas al reino de valores de un capitalismo que se leyó a sí mismo como la estación final y consumada de la historia.
De ahí, entonces, la crucial importancia que adquiere, en términos de una ampliación de la circulación democrática de la comunicación y la información, el debate que se está llevando a cabo en el Congreso de la Nación en torno del proyecto de una nueva ley de servicios audiovisuales. Lo medular de la disputa político-cultural se juega en estas discusiones, no porque una ley vaya a garantizar una espontánea transformación de los valores reinantes sino porque, al menos, logrará impedir que sigan proliferando los monopolios y abrirá el juego para que otros actores entren en la conversación. De eso se trata, entre otras cosas, la democracia. Dicho de otro modo: en una sociedad atravesada de lado a lado por los lenguajes de la comunicación y la información resulta inimaginable que ese campo abrumador y decisivo permanezca al margen de las grandes disputas político-culturales. En el interior de ese mundo en el mundo se despliegan imágenes, ideas, proyectos, lenguajes, formas de la sensibilidad, mitos que se entraman capilarmente en la cotidianidad de nuestras vidas. Leerlos desde la inocencia o creyendo que en su interior se privilegian centralmente los modos de la diversidad y la pluralidad constituye, a estas alturas de la travesía argentina y mundial, un desplazamiento del eje de la discusión hacia la más crasa complicidad con los factores de poder que se manifiestan en los núcleos duros y concentrados de los medios masivos de comunicación. La búsqueda, tal vez ilusoria pero imprescindible, de una mayor democratización en la distribución y producción de la comunicación es un desafío de primera magnitud a la hora de imaginar un giro más participativo y plural. El poder corporativo lo sabe y, por eso, va con todas sus armas contra un proyecto de servicios audiovisuales que viene a amenazar su hegemonía.
*Doctor en Filosofía, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
quinta-feira, 18 de junho de 2009
As mensagens tóxicas de Wall Street

Um dos legados desta crise será uma batalha de alcance global em torno de idéias. Ou melhor, em torno de que tipo de sistema econômico será capaz de trazer o máximo de benefício para a maior quantidade de pessoas. É possível que a crise atual não tenha ganhadores. Mas sem dúvida produziu perdedores e, entre esses, os defensores do tipo de capitalismo praticado nos EUA ocupam lugar de destaque. A análise é de Joseph Stiglitz.
Joseph Stiglitz - SinPermiso - Carta Maior
Toda crise tem um fim, e ainda que hoje as coisas pareçam obscuras, esta crise econômica também passará. O certo em todo caso é que nenhuma crise, e muito menos uma tão grave como a atual vai-se sem deixar um legado. Um dos legados desta crise será uma batalha de alcance global em torno de idéias. Ou melhor, em torno de que tipo de sistema econômico será capaz de trazer o máximo de benefício para a maior quantidade de pessoas. Em lugar algum essa batalha é mais inflamada do que no chamado Terceiro Mundo. Algo como 80% da população mundial vive na Ásia, na América Latina e na África. Dentre esses, uns 1,4 bilhões subsistem com menos de 1,25 dólares por dia. Nos Estados Unidos, chamar alguém de socialista pode não ser mais que uma desqualificação exagerada. Em boa parte do mundo, contudo, a batalha entre capitalismo e socialismo – ou ao menos entre o que muitos estadunidenses consideram socialismo – segue na ordem do dia. É possível que a crise atual não tenha ganhadores. Mas sem dúvida produziu perdedores e, entre esses, os defensores do tipo de capitalismo praticado nos EUA ocupam lugar de destaque. No futuro, de fato, viveremos as consequências dessa constatação.
A queda do Muro de Berlim em 1989 marcou o fim do comunismo como uma idéia viável. Certamente, o comunismo se arrastava com problemas manifestos há décadas. Porém, depois de 1989 tornou-se muito difícil sair em sua defesa de maneira convincente. Durante um certo período parecia que a derrota do comunismo supunha a vitória segura do capitalismo, particularmente do capitalismo de tipo estadunidense. Francis Fukuyama chegou a proclamar “o fim da história”, definiu o capitalismo de mercado democrático como a última etapa de desenvolvimento social e declarou que a humanidade toda avançaria nessa direção. A rigor, os historiadores registrarão os 20 anos seguintes a 1989 como o breve período do triunfalismo estadunidense. O colapso dos grandes bancos e das entidades financeiras, o descontrole econômico subsequente e terminou com as tentativas caóticas de resgate. E também com o debate acerca do “fundamentalismo de mercado”, com a idéia de que os mercados, sem qualquer controle e restrição, podem por si sós assegurar prosperidade econômica e crescimento. Hoje, só o auto-engano poderia levar alguém a afirmar que os mercados podem auto-regular-se, ou que basta confiar no auto-interesse dos participantes no mercado para garantir que as coisas funcionem corretamente e de forma honesta.
O debate econômico é especialmente intenso no mundo em vias de desenvolvimento. Mesmo que no Ocidente tenhamos a tendência a esquecê-lo, há 190 anos um terço do produto bruto mundial se gerava na China. Depois, e de uma maneira um tanto repentina, a exploração colonial e os injustos acordos comerciais, combinados com uma revolução tecnológica nos Estados Unidos e na Europa condenaram os países em desenvolvimento ao atraso. Como resultado disso, até 1950 a economia chinesa representava menos de 5% do produto bruto mundial. Em meados do século XIX, na realidade, o Reino Unido e a França tiveram de empreender uma guerra para abrir a China ao comércio global. Esta foi a “segunda guerra do ópio”, assim chamada porque os países ocidentais tinham muito pouco que vender a China, com exceção dessas drogas, que rapidamente invadiram seus mercados e geraram uma ampla dependência entre a população. Com esta guerra o ocidente ensaiava uma nova via de correção da balança de pagamentos.
O colonialismo deixou uma herança complexa no mundo em desenvolvimento. Entra a maioria da população, contudo, a visão dominante era que tinham sido cruelmente explorados. Para muitos líderes novos a teoria marxista oferecia uma interpretação que sugeria essa experiência, visto que sustentava que a exploração era na realidade o moto do sistema capitalista. Por isso, a independência política que as colônias conquistaram depois da Segunda Guerra Mundial não significou o fim do colonialismo econômico. Em algumas regiões, como a África, a exploração – a extração de recursos naturais e a devastação ambiental em troca de algumas migalhas – era evidente. Em outros lugares foi mais sutil.
Em diferentes regiões do mundo, instituições internacionais como o Fundo Monetário Internacional ou o Banco Mundial passaram a ser vistas como instrumentos de controle pós-colonial. Essas instituições fomentaram o fundamentalismo de mercado (ou “neoliberalismo”, como foi chamado amiúde), uma categoria idealizada pelos estadunidenses como “mercados livres e irrestritos”. Também pressionaram pela desregulação do setor financeiro, das privatizações e da liberalização do comércio.
O Banco Mundial e o FMI asseguravam que tudo o que faziam era para o bem dos países em desenvolvimento. Sua atuação era respaldada por equipes de economistas partidários do livre mercado, muitos dos quais provenientes da catedral da economia de livre mercado, a Universidade de Chicago. Ao final, os programas dos “Chicago boys” não trouxeram os resultados prometidos. As rendas estancaram. Onde houve crescimento a riqueza foi parar nos estratos mais altos. A crise econômica no interior dos países se tornaram cada vez mais frequentes. Só nos últimos 30 anos, de fato, produziram-se mais de cem de gravidade considerável...
Nesse contexto, não surpreende que as populações dos países em desenvolvimento creiam cada vez menos nas motivações altruístas do Ocidente. Suspeitavam que a retórica da economia de livre mercado – o que brevemente se conheceu como “o Consenso de Washington” - era só a proteção dos interesses comerciais de sempre. Essas suspeitas viram-se reforçadas pela própria hipocrisia dos países ocidentais. Europa e Estados Unidos não abriram seus próprios mercados à agricultura produzida no Terceiro Mundo, que com frequência era tudo o que esses países poderiam oferecer. Ao contrário, forçaram-os a eliminar subsídios necessários à criação de novas indústrias, ao passo que concediam subsídios a seus próprios agricultores...
A ideologia do livre mercado resultou como uma desculpa para se cometer novas formas de exploração. “Privatizar” queria dizer que os estrangeiros podiam comprar minas e campos de petróleo a preço baixo nos países em desenvolvimento. Supunha que podiam extrair lucros consideráveis de atividades monopólicas e semi-monopólicas, como as telecomunicações. “Liberalizar”, por sua vez, queria dizer que podiam obter créditos com facilidade. E se as coisas iam mal, o FMI forçava a socialização das perdas com o que os esforços de pagar aos bancos recaía sobre a população em seu conjunto. Também confortava que as empresas estrangeiras podiam arrasar com as indústrias emergentes, bloqueando o desenvolvimento do talento empresarial local. O capital fluía livremente, mas o trabalho, não, salvo no caso dos indivíduos melhor dotados, que podiam encontrar um emprego no mercado global.
Obviamente que esses não são mais que rabiscos de um quadro mais complexo. Na Ásia, por exemplo, sempre houve resistência ao Consenso de Washington, e inclusive restrições à livre circulação de capital. Os gigantes asiáticos – China e Índia – conduziram a economia a sua maneira e obtiveram índices inéditos de crescimento. Porém, em geral, e sobretudo naqueles países em que o Banco Mundial e o FMI controlaram as rendas, as coisas não foram tão bem.
Para os críticos do capitalismo estadunidense no Terceiro Mundo o modo como os EUA tem respondido à crise constitui a gota d'água. Durante a crise do sudeste asiático, há apenas uma década, os Estados Unidos e o FMI exigiram que os países afetados reduzissem o déficit através de cortes os gastos sociais. Pouco importou que em países como a Tailândia essas medidas tenham contribuído para o ressurgimento da epidemia de AIDS, ou que em outros, como a Indonésia, houvesse corte de subsídios para a alimentação dos famintos. Estados Unidos e FMI forçaram esses países a aumentarem os tipos de lucros, em alguns casos a mais de 50%. Exigiram que a Indonésia fosse dura com os bancos e, dos governos, que não acudissem no resgate daqueles. Que precedente perigoso! - disseram -; que tremenda intervenção no delicado mecanismo de relógio do livre mercado!
O contraste entre a reação exibida diante da crise asiática e da estadunidense é notório e não passou desapercebido. Para tirar os EUA do fundo do poço somos testemunhos de incrementos massivos no gasto e no déficit, assim como das taxas de juros, que foram praticamente reduzidas a zero. As ajudas aos bancos fluem à direita e à esquerda. Alguns dos funcionários de Washington que tiveram de lidar com a crise asiática agora estão encarregados de dar respostas à crise estadunidense. Por que os Estados Unidos – perguntam-se as pessoas do Terceiro Mundo – prescrevem uma medicina diferente quando se trata de si mesmos?
Nos países em desenvolvimento, muitos são os que padecem com os efeitos do sermão recebido nos últimos anos: adote instituições como as dos Estados Unidos; siga as nossas políticas; comprometam-se com a desregulação; se querem aprender “boas” práticas bancárias, abram seus mercados aos bancos estadunidenses; e vendam (não casualmente) vossas empresas e bancos aos Estados Unidos, especialmente a preço de banana nas épocas de crise. Sim, reconhecia Washington, pode ser doloroso, mas ao final estarão melhor. Os Estados Unidos enviaram seus Secretários do Tesouro (de ambos os partidos) ao redor do mundo a anunciarem a boa nova. Aos olhos de muitos, a porta giratória que permite aos líderes financeiros passarem comodamente de Wall Street a Washington e de Washington a Wall Street os outorgava então mais credibilidade: pareciam combinar perfeitamente o poder do dinheiro e o da política. Os líderes financeiros norte-americanos tinham razão em pensar que o melhor para os Estados Unidos ou o mundo, era bom para os mercados financeiros. Porém, o contrário não era certo: nem tudo o que era bom para Wall Street era bom para os Estados Unidos e para o mundo.
Não é um simples gesto de Schadenfreude, de alegria com a desgraça alheia, o que motiva o juízo severo que os países em desenvolvimento fazem sobre o fracasso econômico dos Estados Unidos. Também está em jogo a necessidade de discernir qual é o sistema econômico que pode funcionar melhor no futuro. Indubitavelmente, esses países têm todo interesse do mundo em ver uma rápida recuperação dos Estados Unidos.
Sabem que, por si sós, não poderiam afrontar o que os Estados Unidos têm feito para tentar reviver sua economia. Sabem que nem sequer o elevado nível de gasto realizado está funcionando rápido o suficiente. Sabem que, em consequência do colapso econômico estadunidense, 200 milhões de pessoas a mais caíram na pobreza nos curso dos últimos anos. Mas estão convencidos, cada vez mais, de que qualquer ideal econômico propugnado pelos Estados Unidos é um ideal de que seguramente haveriam de fugir.
Por que a desilusão do mundo com o modelo de capitalismo estadunidense deveria nos preocupar? A ideologia que promovemos todos esses anos deixou de funcionar, mas talvez seja bom que não possa ser reparada. Seria por acaso possível – inclusive também até agora – sobreviver se ninguém aderisse ao modo de vida estadunidense?
Seguramente nossa influência diminuirá, já que é pouco provável que se nos considerem um modelo a seguir. Em todo caso, é o que já estava ocorrendo de fato. Os Estados Unidos iriam desempenhar sozinhos um papel crucial no capital global, já que todos pensavam que tínhamos um talento especial para lidar com o risco e para lidar com recursos financeiros.
Hoje ninguém pensa algo assim e a Ásia – de onde procedem boa parte dos ganhos do mundo – já está desenvolvendo seus próprios centros financeiros. Temos deixado de ser a fonte central de capital. Os três bancos mais importantes do mundo são agora chineses. O principal banco norte-americano caiu para o quinto lugar.
O dólar foi durante muito tempo moeda de reserva. Os países tinham o dólar como referência para determinar a confiança em suas próprias moedas e governos. Contudo, progressivamente, vem-se impondo nos bancos centrais de diferentes partes do mundo a idéia de que o dólar pode não ser um referente de valor. Seu valor, de fato, tem oscilado e caído. O enorme incremento da dívida estadunidense na atual crise, combinado com os empréstimos indiscriminados do Federal Reserve dispararam as especulações em torno do futuro do dólar. Os chineses sugeriram de maneira aberta a possibilidade de inventar algum novo tipo de moeda para substituí-lo.
Enquanto isso, o custo de lidar com a crise está transbordando nossas necessidades. Nunca fomos generosos em nossas ajudas aos pobres. Mas as coisas estão piorando. Nos últimos anos, os investimentos chineses na África têm sido superiores aos do Banco Mundial e o Banco Africano de Desenvolvimento juntos; muito distantes das realizadas pelos Estados Unidos. Para enfrentar a crise, os países africanos pedem socorro a Pequim, em busca de ajuda, e não a Washington.
Minha preocupação aqui, em todo caso, tem a ver com o âmbito das idéias. Preocupa-me que, à medida que sejam vistas com maior nitidez as falhas do sistema econômico e social estadunidense, as pessoas dos países em desenvolvimento venham a extrair conclusões errôneas. Apenas uns poucos países – e talvez os próprios Estados Unidos – aprenderão corretamente a lição. Dar-se-ão conta de que para seguir adiante é necessário um regime em que a distribuição dos papéis entre governo e o mercado seja equilibrada, e no qual haja um estado forte, capaz de administrar formas efetivas de regulação. Dar-se-ão conta de que o poder dos interesses privados deve ser limitado.
Outros países, porém, tirarão conclusões mais confusas e profundamente trágicas. Depois do fracasso de seus sistemas do pós-guerra, a maioria dos países ex-comunistas retornaram ao capitalismo de mercado e exaltaram Milton Friedman no lugar de Karl Marx como novo Deus. Com a nova religião, contudo, as coisas não vão indo bem. Muitos países podem pensar, em consequência, que não só o capitalismo ilimitado, de tipo estadounidense, fracassou, mas que o próprio conceito de economia de mercado é que faliu e se tornou inútil para qualquer circunstância. O velho comunismo não regressará, mas sim diversas formas excessivas de intervir no mercado. E fracassarão. Os pobres sofrem com o fundamentalismo de mercado, que gera um efeito derrame, mas de baixo para cima, e não de cima para baixo. Mas os pobres seguirão sofrendo com esses regimes, uma vez que não geram crescimento. Sem crescimento não pode haver redução sustentável da pobreza. Jamais houve economia exitosa que não tenha repousado fortemente nos mercados. A pobreza estimula a desafeição. Os inevitáveis fracassos conduzirão a pobreza ainda maior e serão difíceis de gestionar, sobretudo por parte de governos que chegaram ao poder com o propósito de combater o capitalismo de tipo norte-americano. As consequências para a estabilidade global e para a própria segurança dos Estados Unidos são evidentes.
Até agora, existia uma percepção de valores compartilhados entre os Estados Unidos e as elites de todo mundo lá educadas. A crise econômica erodiu a credibilidade dessas elites. Temos alimentado os críticos com a forma depravada de capitalismo praticada nos Estados Unidos, poderosa munição para contraatacar com o sermao de uma filosofia antimercado mais ampla. E seguimos lhes proporcionando mais e mais munição. Enquanto na recente cúpula do G20 nos comprometíamos a não apoiar o protecionismo, estabelecíamos uma previsão de “compra estadunidense” no nosso próprio pacote de estímulos. Depois, para abrandar a oposição de nossos aliados europeus, modificávamos a norma, sob todos os aspectos discriminatória em relação aos países pobres. A globalização nos tornou mais interdependentes; o que ocorre numa parte do mundo afeta a outra, um fato provado pelo contágio dos outros de nossas dificuldades econômicas.
Para resolver problemas globais, é fundamental que exista um sentido de cooperação e confiança, assim como um certo sentido de valores compartilhados. Essa confiança nunca foi sólida, e não fez senão debilitar-se nos últimos tempos.
A fé na democracia é outra das vítimas. No mundo em desenvolvimento, as pessoas olham para Washington e vêem o sistema de governo que permitiu a Wall Street prescrever uma série de regras que puseram a economia global em risco e que, quando é o caso de assumir as consequências, volta a recorrer a Wall Street para gestionar sua recuperação. Vêem permanentes redistribuições de riqueza para o topo da pirâmide, claramente às custas dos cidadãos comuns. Vêem, em suma, um problema básico de falta de controle no sistema democrático estadunidense. E depois que se tenha visto tudo isso é preciso apenas um pequeno passo para concluir que há algo que funciona inevitavelmente mal com a própria democracia.
A economia estadunidense e, até certo ponto, nosso prestígio no exterior vão eventualmente se recuperar. Durante muito tempo os Estados Unidos foram o país mais admirado do mundo, e ainda é o mais rico. Goste-se ou não, nossas ações estão sujeitas a permanentes exames. Nossos êxitos são emulados. Porém, nossos fracassos são criticados com escárnio. Tudo isso me devolve a Francis Fukuyama. Fukuyama estava equivocado ao pensar que as forças da democracia liberal e da economia de mercado triunfariam de modo inevitável e que não havia volta atrás. Não estava equivocado, contudo, em crer que a democracia e as forças de mercado são esenciais para ter um mundo justo e próspero. A crise econômica, em boa medida desencadeada pelo comportamento dos Estados Unidos, causou mais danos a esses valores fundamentais que qualquer regime totalitário o fez em tempos recentes. Talvez seja verdade que o mundo se encaminha para o fim da história, mas agora se trata é de navegar contra o vento e de sermos capazes de definir o custo das coisas.
Joseph Stiglitz é professor de teoria econômica na Universidade Columbia, foi Presidente do Council of Economic Advisers entre 1995 e 1997, ganhou o Nobel de Economia em 2001. Atualmente preside a comissão de especialistas nomeada pelo presidente da Assembléia Geral da ONU para o estudo de reformas no sistema monetário e financeiro internacional.
Tradução: Katarina Peixoto
Assinar:
Postagens (Atom)