quarta-feira, 7 de janeiro de 2009
La loca carrera de Israel
Rafael Poch, para La Vanguardia
La única política antiterrorista y de seguridad eficaz es renunciar a la crueldad y devolver la tierra ocupada
Asistimos estos días a lo que Michael Warschawski describe como "loca carrera de Israel hacia su destrucción". El enclave judío en Oriente Medio no es viable a largo plazo si no es capaz de mantener unas relaciones normales con su enorme entorno árabe, lo que pasa por no agredir y no ocupar tierras ajenas. Esa es la única "política antiterrorista y de seguridad" eficaz en este caso. Ni el arma nuclear ni el quinto ejército del mundo, ni el apoyo de Estados Unidos y Europa en esa quimera, sirven de nada.
"El comportamiento de Israel en la escena internacional vuelve aborrecible al Estado judío en todo el mundo, sin mencionar los pretextos dados a los antisemitas de todo pelo que, cerca de sesenta años después del derrumbe del nazismo, comienzan a decir abiertamente lo que nunca dejaron de pensar pero no podían expresar cuando los supervivientes estaban aún con vida", dice Warschawski en su lúcido libro ('A tumba abierta. La crisis de la sociedad israelí', publicado por editorial Icaria).
El derecho de Israel a existir no sólo es obvio, sino que es, además, una responsabilidad histórica europea. Por eso, la Unión Europea debería tener un papel especial y principal para impedir el proceso por el que Israel se ha convertido en un estado paria de incierto futuro a causa, fundamentalmente, de su propia estupidez. La sociedad israelí así lo percibe inconscientemente.
La emigración desde Israel va en aumento y no sólo al calor de las situaciones de crisis. Cada vez más padres pierden la fe en el futuro y quieren ahorrarles a sus hijos una vida marcada por el miedo permanente, explica esta semana en 'Der Spiegel' el ex secretario general de la ONU Butros Butros-Ghali. "Todo sucede como si en el inconsciente colectivo israelí, el fin trágico del Estado judío estuviera inscrito en su código genético, como si en el fondo la sociedad israelí nunca hubiera creído en su propio proyecto".
La autodestrucción de Israel tiene varios círculos pero el primero de ellos es el de la relación hacia los palestinos. La represión contra la población civil se disfraza de "guerra contra el terrorismo". No son mujeres y niños quienes son destrozados por las bombas de fragmentación, ni familias enteras a las que la miseria resultante del bloqueo y la guetización condena a la penuria y a veces al hambre, son "terroristas". Se habla de "guerra", como si un enfrentamiento tan desigual entre el quinto ejército del mundo y la población palestina pudiera ser descrito así. Se habla de Gaza como si fuera una especie de estado, o entidad política normal y no un campo de refugiados de millón y medio de habitantes, sometido a bloqueo, y enloquecido y desesperado por todo tipo de agresiones y carencias, que alimentan todos los extremismos.
Se habla de "terrorismo" por un lado y de "acción militar", o de "defensa desproporcionada" por el otro, como si hubiera alguna diferencia entre matar inocentes lanzando cohetes, en atentados suicidas, o desde helicópteros y aviones. Naturalmente, hay una diferencia: en el nivel de la mortandad. Los cohetes de Hamas mataron a diecisiete israelíes en tres años, menos que el impacto de una sola bomba israelí en una escuela de la ONU esta semana.
Los israelíes sufren también terribles atentados que matan a inocentes, pero por cada uno de ellos mueren cien palestinos, siempre en la misma proporción; primera intifada: 1.500 muertos palestinos en menos de tres años. Segunda intifada, los atentados en Israel comenzaron tres meses más tarde, después de la muerte de varios centenares de palestinos. Y todo resulta incomprensible sin atender al contexto de la colonización y al desprecio a los acuerdos internacionales y resoluciones de la ONU en materia de territorios ocupados; en los siete años que siguieron a los acuerdos de Oslo los palestinos asistieron a un aumento de más del cuarenta por ciento de la colonización judía en las tierras de las cuales Israel se había comprometido a retirarse en cinco años...
Dicen que el lanzamiento de los últimos cohetes de Hamas rompió la tregua a la que siguió la actual masacre. "No hubo sustancial disparo de cohetes desde Gaza durante la tregua hasta que Israel lanzó un ataque el 4 de noviembre contra lo que dijo eran militantes palestinos en Gaza matando a varios de ellos, fue entonces cuando los disparos de cohetes desde Gaza se intensificaron", dice el relator de la ONU para derechos humanos en los territorios ocupados, Richard Falk.
Uri Avnery, otro disidente israelí, explica esta semana en 'Die Tageszeitung' que la tregua había sido rota previamente por el ejército israelí en varias operaciones en las que murieron milicianos de Hamas, porque se buscaba una excusa para la masacre por los motivos electorales que tantos observadores mencionan estos días: la ministra de exteriores Tsipi Livni mantiene una ajustada carrera con Benyamin Natanyahu que le criticaba por su "suave" actitud ante los palestinos...
La deshumanización sistemática del colonizado conlleva inevitablemente la deshumanización del colono y de su sociedad. Eso explica el apoyo del 80% que la actual masacre encuentra en la sociedad israelí, así como los "graffiti" en favor de la deportación de los palestinos que se ven en Israel; "Jordania es el estado Palestino –Traslado ya", "La paz es una catástrofe, queremos la guerra", "Expulsar al enemigo árabe", o el aun más terrible que Warschawski reporta en la estación de autobuses de Jerusalén; "!Holocausto para los árabes!".
En marzo de 2002, después de que se conociera que se marcaba números en los brazos de los prisioneros palestinos, B. Michael, hijo de un superviviente del holocausto escribió (en Yediot Aharonot): "En los sesenta años que van de 1942 a 2002, el pueblo judío pasó de marcado y numerado a marcador y numerador, de encerrado en guetos a encerrador, de marchar en fila con las manos en el aire a hacer marchar en fila con las manos en el aire". Lo paradójico es que, en ese mismo proceso la propia población israelí resultó encerrada".
Como dice Warschawski: "El sionismo que quería derribar las murallas del gueto, ha creado el mayor gueto de la historia judía, un gueto fuertemente armado, sin duda, pero un gueto de todas maneras, replegado sobre si mismo y convencido que fuera de sus murallas está la jungla, un mundo profunda e irremediablemente antisemita cuyo único objetivo es destruir la existencia judía, en Oriente Medio y en todo el mundo".
La actual emigración desde Israel huye de eso. La mentalidad de este gueto es el "destino judío", una guerra eterna de supervivencia frente a un mundo que siempre ha rechazado la existencia judía y continuará haciéndolo hasta la eternidad. Ese discurso se apoya en una angustia existencial profunda en la mentalidad judía del posjudeicidio nazi, pero también en una historiografía falaz enseñada en las escuelas que redujo 2000 años de historia judía a un inmenso pogrom y a un antisemitismo atemporal, irracional y único, haciendo imposible toda inteligibilidad y fútil toda tentativa en su contra".
Toda critica, incluso la más moderada -como las que se expresan en este diario- es percibida a través del prisma deformante del antisemitismo. Los periodistas que las escriben, reciben montones de comentarios de estos nuevos mamporreros. Hay algo más que una gran paranoia en esa actitud. Escudarse en el holocausto para justificar las actuales masacres y para descalificar las críticas a las manifiestas injusticias del estado de Israel, es de una vileza e inmoralidad sacrílegas.
Toda una serie de publicistas de tercera categoría insisten en calificar de "histeria antiisraelí" lo que es elemental impulso de indignación ante una odiosa masacre. Pretenden ridiculizar como izquierdista y pasado de moda, la elemental preocupación y solidaridad hacia las víctimas, un impulso ético que está más allá de las opciones políticas y cuya actualidad es manifiesta. Pretendiendo ayudar a Israel, su militante estrechez de miras justificando la barbarie, contribuye a la loca carrera hacia la autodestrucción de Israel.
A nivel institucional, el panorama europeo es desolador. "Hasta el momento, desde la perspectiva de los últimos días, nosotros entendemos que este paso es defensivo, no ofensivo", dijo el portavoz checo Jiri Potuznik, desde la responsabilidad de la presidencia de la Unión Europea. "La Unión Europea es el valedor más importante de los palestinos, pero no utiliza la medida de presión del Tratado de Asociación y estatus privilegiado respecto a Israel, renovado hace muy poco. Al mirar de modo significativo en otra dirección, la ONU, los EE.UU. y la UE transmiten a Israel y a su ejército una clara señal: Seguid así", constata el periódico belga 'De Morgen'.
De Estados Unidos, hay poco que esperar, su práctica internacional no difiere mucho de la de Israel, cosa que Obama no va a cambiar en absoluto, pero una actitud europea firme y consecuente de sanciones comerciales a Israel, estimularía a la sociedad israelí para impedir el desastre hacia el que se encamina.
"La impunidad de la que goza Israel en la comunidad internacional no es sólo una denegación de justicia para las víctimas de su agresión permanente, es también uno de los motivos de la desintegración interna de la sociedad israelí", dice Warschawski. Una actitud europea firme y decente ante lo que está ocurriendo podría frenar la actual "loca carrera de Israel hacia su destrucción". En lugar de eso, asistimos al espectáculo de las "delegaciones europeas", cuya cantidad expresa su impotencia y ausencia de voluntad. Sarkozy viaja como presidente mediterráneo; Solana, como responsable de Exteriores de la UE; el ministro de Asuntos Exteriores checo, Karel Schwarzenberg, por la presidencia de la UE; y el británico Tony Blair, como comisionado del cuarteto de Oriente Próximo: "De este caos no resultará ningún tipo de orden, ni qué decir de la paz", señala el 'Suddeutsche Zeitung'.
Como dice Uri Avnery, "Israel está dejando pasar la oportunidad histórica de hacer la paz con el nacionalismo árabe no integrista, y mañana se las podría tener que ver con un mundo árabe fundamentalista al completo". Un Hamas multiplicado por mil.
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