sexta-feira, 2 de janeiro de 2009
2009 nació en Gaza bajo las bombas
Si bien ayer resultó muerto uno de los líderes del brazo militar de la organización islámica, la ofensiva aérea parece haber agotado su potencial. Los políticos israelíes ya no proclaman como objetivo derrocar al gobierno de Gaza.
Por Sergio Rotbart
Desde Tel Aviv, para Página/12
Luego de que el gobierno de Israel rechazara la propuesta francesa de un alto el fuego “humanitario” de 48 horas, se estima que la guerra de Gaza pasará en poco tiempo a la fase de la invasión por tierra. El ejército elevó al gabinete de defensa la recomendación de iniciar un operativo terrestre de duración limitada pero que –según se estima– consistirá en el despliegue de un gran poder de fuego. Mientras tanto, siguen los bombardeos sobre el enclave palestino y los ataques desde este último contra ciudades israelíes con cohetes de mayor alcance que el conseguido previamente. Así, las ciudades de Beer Sheva y Ashdod, ubicadas a unos 40 kilómetros de Gaza, han sido blancos de proyectiles Katyusha similares a los lanzados por Hezbolá hacia el norte de Israel en la última guerra del Líbano. Si bien ayer resultó muerto uno de los máximos jefes del brazo militar del Hamas, Nizar Rayan, la ofensiva aérea parece haber agotado su potencial, dado que en los últimos días vienen siendo bombardeados por segunda e incluso tercera vez edificios del gobierno de Hamas que ya habían sido destruidos completamente en ataques previos.
A esos blancos se les suman los túneles subterráneos a través de los cuales se efectúa el contrabando de armamentos desde Egipto pero también el ingreso de mercaderías de todo tipo (desde harina, combustible y cigarrillos hasta aparatos electrodomésticos), que no pueden ingresar de manera regular y oficial debido al cierre de los pasos fronterizos controlados por Israel y Egipto. A juzgar por el número relativamente reducido de soldados reservistas reclutados (9200), el operativo terrestre no estará destinado a conquistar la Franja de Gaza. Sin embargo, la cúpula del ejército les ha aclarado a los ministros que tampoco conducirá al cese absoluto de los ataques con cohetes. El objetivo –afirman sus voceros– es “disuadir” a Hamas para que acepte un cese de fuego favorable a los “intereses de Israel”. Los políticos, por su parte, ya no proclaman que ese interés es derrocar al régimen de los islamistas en Gaza. Y el plan declarado puede complicarse si los milicianos de Hamas muestran una capacidad de resistencia prolongada. En tal caso, la tentación de conseguir, en cada etapa del enfrentamiento, un logro más considerable puede arrastrar al ejército a una dinámica de empantanamiento cuyo antecedente libanés aparece como una luz de alerta frente a los ojos de la dirigencia israelí.
Los analistas locales aseguran que las conclusiones del fiasco de 2006, cuando el ejército invadió el Líbano supuestamente para vencer a Hezbolá, fueron muy bien asimiladas. La corrección de las fallas de entonces requeriría, entre otras cosas, contar con un sólido plan de salida diplomática en el momento de iniciar la ofensiva por tierra. Hasta el momento, sin embargo, el gabinete israelí se niega a tratar distintas propuestas de cese de fuego elaboradas por factores internacionales (ver página 22). El premier Olmert justificó la continuidad de los bombardeos y dijo: “No iniciamos el operativo sólo para terminarlo cuando siguen los disparos contra Israel”. Voceros del ejército, por el contrario, afirmaron que los cohetes seguirán cayendo aun luego del ingreso al enclave palestino de tropas terrestres. De todos modos, paralelamente a esas contradicciones, Olmert le comunicó a la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, que Israel exigirá la creación de un dispositivo de control internacional sobre un futuro cese de fuego.
El jefe del gobierno de Gaza, Ismail Haniyeh, dijo en una entrevista televisiva que Hamas aceptará sólo una tregua que contemple el levantamiento del bloqueo sobre la franja palestina. Ese condicionamiento es rechazado por Israel, aunque ahora el ministro de Defensa, Ehud Omemert, ha ordenado la apertura de algunos pasos fronterizos para posibilitar el ingreso de “ayuda humanitaria”. Pero, además, también Egipto se opone a la apertura del paso de Rafah, a menos de que esté supervisado por funcionarios de la Autoridad Palestina, gobernada por Mahmud Abbas, líder del movimiento palestino rival del Hamas, Al Fatah. De esta manera, la actual guerra recrudece la enemistad entre la corriente islamista palestina y uno de los países árabes más importantes del bloque sunnita preocupado por la expansión de las fuerzas pro-iraníes (Siria, Hezbolá, Hamas). Junto con Arabia Saudita, Egipto intenta negar la posibilidad de que Hamas determine de manera independiente las condiciones de un cese de fuego con Israel. Un acuerdo separado sería interpretado como un reconocimiento del gobierno de Hamas y de Gaza como entidad separada de Cisjordania y de la AP. Egipto le teme al escenario de un enclave tutelado por Siria e Irán que limita con su territorio.
La disposición mediadora del premier de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, seguramente será utilizada por Teherán y Damasco con el objeto de profundizar la intervención de sus respectivos gobiernos en la gestión del conflicto. El desafío de Erdogan consiste en encontrar un denominador común entre ambos ejes, que posibilitaría presentar cierto acuerdo intraárabe ante Hamas e Israel. Hasta ahora, el movimiento islamista exige el control absoluto del paso de Rafah, dado que, si renunciara a esa posición, estaría aceptando el cuestionamiento a su status de gobierno legítimo. No es él quien está buscando, por el momento, una fórmula que permita el cese de los ataques. Lo están haciendo, con mayor urgencia, Egipto, la Liga Arabe y la Autoridad Palestina.
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