Rodney Smith:
Marx, la risa y la crisis
Por Sergio Zabalza *
Página/12
Un hilarante diálogo difundido por un medio británico y reproducido hasta el hartazgo en Internet parodia un supuesto reportaje a un broker de Wall Street: ilustra más que cualquier clase magistral cómo el poder significante de las palabras determina los afanes, las voluntades y las bancarrotas de las personas. En efecto, en la simulada entrevista, el broker le explica a su interlocutor que la insólita confianza de los inversores en riesgosos paquetes de deuda descansa en la elección acertada de las palabras que conforman dichos títulos, por ejemplo: “Fondo de Apalancamiento de Crédito Estructurado de Alta Gama” para lo que no es más que un viciado paquete de cuotas hipotecarias incobrables.
Bien, hasta aquí el ya conocido poder de sugestión propio de las palabras empleado por cuanto hechicero, político o sacerdote ande por la Tierra. Pero hay algo tanto más sustantivo y enriquecedor: la risa. En El chiste y su relación con el inconsciente, Freud explicó cómo una agudeza –un acertado juego de palabras– puede lograr que penosos contenidos reprimidos accedan, sin embargo, con placer a la conciencia.
En otros términos, lo que representa un exclusivo goce para el inconsciente, chiste mediante, bien puede ser objeto de placer para la conciencia. De lo cual se concluye que en el difícil arte de vivir todo lo que cuenta es quién se apropia –en este caso qué instancia del aparato psíquico– de ese exceso de satisfacción que Lacan llamó plus de gozar y que en el ejemplo aparece como risa.
Precisamente en el Seminario XVI Lacan cita un párrafo de El capital (tercera parte, capítulo V: “El trabajo y su valorización”), donde Marx explica su concepto de plusvalía a partir del relato de una escena donde un empresario intenta convencer a un obrero acerca de las bondades del sistema capitalista. Mientras argumenta que así como él pone la plata el obrero aporta su fuerza de trabajo, el hombre de negocios es asaltado por un rapto de irrefrenable risa: cuestión que Lacan aprovecha para homologar la plusvalía con lo que eligió llamar el “plus de gozar”: ese exceso de satisfacción libidinal absolutamente singular que, sin embargo, el sujeto obtiene en forma oscura y silenciosa a través del lazo social.
De la misma forma, pareciera que verdades reprimidas tales como la corrupta especulación forjada sobre un castillo de naipes están emergiendo a la conciencia de las personas de todo el planeta, en algunos casos, con el efecto placentero propio de los chistes.
* Psicoanalista, autor de La hospitalidad del síntoma.
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