Stairs, de Colin Thompson:
Por Washington Uranga, para Página/12
¿Honduras? ¿...? ¿Dónde queda Honduras? Pregunta tristemente repetida en los últimos días a raíz de las escasas noticias que nos llegan del golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya. Las preguntas (también la ignorancia) tienen otra vez un costado vinculado con la comunicación. Porque Honduras, como tantos otros lugares de nuestra América latina y Caribe y de la periferia del mundo, es apenas una referencia obligatoria para los textos escolares. Luego, en la vida cotidiana, en las agendas informativas armadas desde criterios que se dicen así mismos periodísticos, estos países no existen. Salvo, claro está, cuando hay crisis. Entonces, infortunadamente, la referencia al golpe de Estado llega sin saber siquiera dónde está ubicada Honduras, sin conocer que tiene una población en torno de los 7 millones de habitantes y que de ese total el 12 por ciento son etnias nativas que viven en las zonas más pobres de un país que, encima, es uno de los más pobres de la región. Muchos menos que Honduras fue asiento principal de la cultura maya. Un ejemplo más de exclusión mediática. Porque, como los pobres locales, en este caso los hondureños sólo importan para alimentar la crónica roja.
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