DE SÍMBOLO DE FORÇA A SÍMBOLO DE DECADÊNCIA:
La debacle financiera en Estados Unidos dejó debilitada a la principal potencia. El futuro del dólar y de los bancos. El análisis de economistas e historiadores.
Agustín Álvarez
El colapso financiero y bancario de Wall Street no sólo dejó a millones de personas sin casa y un aumento superior al 25% de la deuda pública de Estados Unidos por culpa del enorme salvataje al sistema financiero. Quienes escriben los libros de historia anticipan que marcó el inicio de un nuevo orden económico mundial, signado por la decadencia de la principal potencia actual. Aunque lo resistan los liberales de la administración Bush, el consenso se inclina hacia un sistema financiero con una mayor intervención estatal. En Wall Street componen los réquiems para la banca de inversión, responsables de lanzar instrumentos financieros inviables.
Los economistas que miran la película de la crisis coinciden en que la debacle financiera pone en jaque y marca el principio del final de la supremacía económica estadounidense. Por ahora, sólo el principio del final.
La crisis, no obstante, tiene sus paradojas. Claudio Katz, profesor de la UBA, lo explica así: “Estados Unidos es el centro del colapso, y los inversores se refugian igual en el dólar, en vez de lanzarse en una corrida en contra de la moneda, como en cualquier otro país”. Durante las horas más desesperadas del derrumbe de Wall Street, el flujo de compras de deuda estadounidense fue tan grande que la tasa de interés del título a tres meses, uno de los más operados, quedó negativa. Es decir que los inversores adquirían un bono que en vez de darles una ganancia, los comprometía a pagarle una suma al Estado. Y, aun así, compraban.
El banco Merrill Lynch calculó que durante las últimas dos semanas salieron 30 mil millones de dólares de acciones desde los mercados emergentes hasta ahora más mimados por los financistas, como Brasil, Rusia y China, y fueron a parar a bonos del Tesoro estadounidense. Pero no sólo salieron de los países en desarrollo. También abandonaron los países ricos. El dólar se apreció contra todo el resto de las monedas. Como observó el ex economista jefe del FMI, Kenneth Rogoff, lo más sorprendente de la inédita crisis es que el dólar se haya mantenido a flote.
“¿Hasta cuándo será así? La moneda está frágil, respaldada en una economía con grandes déficits”, se preguntó el director del Instituto de Historia Económica de la UBA, Mario Rapoport. La deuda estadounidense en manos de inversores privados se estima en 4,4 billones de dólares, algo inferior al 32% del PBI. La total sube a unos 10 billones. Sólo en las últimas dos semanas sumó 300 mil millones de un tirón, y en las próximas deberá asumir de un saque casi un billón más.
Rapoport apunta: “El imperio británico estaba terminado al finalizar la Primera Guerra, pero se mantuvo 20 años más. Estados Unidos no es Gran Bretaña, pero esto es un indicio de que comienza a declinar”.
Algo del proceso ya se vislumbró. Durante el peor día de pánico, los inversores buscaron al oro más que al dólar. La onza del metal precioso aumentó 11% en un día, su mayor suba en casi 30 años. Y Moody’s, una de las agencias que califican la deuda de países y empresas, reveló que Estados Unidos corre el riesgo de perder la nota “AAA”, la mejor de todas, que indica que un acreedor es solvente al ciento por ciento.
“Los grandes capitalistas del mundo demostraron que todavía consideran al dólar como refugio. Pero quedó claro que se acabaron los últimos 20 años de bonanza”, agregó Katz. En los términos de Wall Street, significa que hubo un punto final tácito a la fiesta de nuevos instrumentos de deuda y ganancias altas.
El secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, equivalente al ministro de Economía argentino, que habrá una puesta al día de la regulación. “Pero es un debate para otro día”, se excusó.
En Wall Street ya lo largaron. Los economistas liberales cerraron filas detrás de la interpretación de que la crisis no fue por falta de regulación, sino por exceso o superposición de normas. En el otro bando, un grupo de economistas críticos moderados como Joseph Stiglitz y Paul Krugman se lanzaron a reclamar un mayor control de los bancos, y terminar con el tratamiento diferencial a los bancos de inversión como los quebrados Lehman Brothers y Bear Stearns.
El economista Carlos Zarazaga, el único argentino que se sienta en uno de las doce reservas federales que deciden los destinos del dólar, de quien no se puede decir que sea heterodoxo, dio por descontado que el debate lo ganará la regulación. En diálogo con Crítica de la Argentina aseguró que se pondrán límites a las innovaciones de los últimos años como la “securitización” de activos, al apalancamiento y los fondos de riesgo. Quedó dicho: Wall Street ya no es ni será lo mismo.
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