terça-feira, 30 de setembro de 2008

“La droga ya no se cultiva, se fabrica en laboratorios”


Entrevista a Nora Volkow

Es la mayor experta mundial en drogas. Dirige el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos (NIDA). Fue la primera en utilizar neuroimágenes para investigar los cambios neuroquímicos en personas adictas. Nacida en México, bisnieta de Trotsky –quien fue asesinado en ese país–, advierte a la Argentina sobre los peligros de la droga: “Hace cinco años, en México, nadie sabía qué era la metanfetamina, y hoy es la causa Nº 1 de admisión psiquiátrica”.

Por Jorge Fontevecchia, para Diario Perfil.

—Ud. obtuvo de universidades de todo el mundo decenas de doctorados honoris causa, premios y reconocimientos de todo tipo, por haber podido mostrar el daño que produce el consumo de drogas en el cerebro a través de neuroimágenes, y dirige el organismo que estudia la drogadicción con el mayor presupuesto del mundo; pero quienes no tienen su especialización precisan definiciones básicas, comenzando por la palabra “droga”: ¿hay buenas, como las medicinales, y malas? ¿Hay blandas y duras? ¿Son malas aquellas que producen efectos psicotóxicos? ¿O las que producen síndrome de abstinencia? ¿O de las que se puede abusar, como indicaría el nombre del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA)? Por ejemplo: ¿al no producir adicción, los alucinógenos quedan fuera del NIDA?

—La definición que se utiliza en el mundo científico es que aquellos compuestos que al usarlos pueden generar la compulsión en la toma es lo que se considera una droga de abuso. ¿Por qué la gente toma drogas? La idea es que esas drogas producen una sensación placentera, y es la razón número uno por la cual la mayor parte de la gente las toma. Pero hay drogas que no dan un estado placentero. Aquí es donde entran el LSD, el peyote o la mezcalina, que cambian la sensibilidad sensitiva de tal manera que los estímulos son percibidos de manera diferente, y eso da una experiencia diferente del mundo. Y hay gente que toma la droga por esa razón. Después, tiene drogas como el cigarrillo, que no necesariamente da un sentimiento de placer de manera inmediata. Pero lo que sí hace es permitir temporalmente concentrarse mejor, y puede pasar que alguien las consuma porque le ayuda a pensar o a concentrarse mejor. Pero estas drogas, las llamadas de abuso, con el uso repetido son las que pueden causar adicción. Porque hay otras que ayudan a concentrarse mejor, como el café, que no causan adicción. Lo que el instituto nuestro trabaja son todas esas drogas de abuso que pueden producir el uso compulsivo y la adicción. Y eso incluye drogas legales e ilegales. Y en cuanto a si hay drogas duras y suaves, es un concepto que a nuestra sociedad le gusta usar, porque tenemos necesidad de clasificar las cosas entre las que son malas y las no tan malas. Pero eso es muy arbitrario, porque depende de cómo responde cada persona. Tomemos una que se toma como suave: la marihuana. En los últimos años aumentó el número de gente adicta a la marihuana y aumentó significativamente el número que tiene reacciones psicóticas a la marihuana. No es que haya más gente tomando marihuana. Lo que pasa es que el contenido de tetrahidrocannabinoide, la sustancia psicoactiva que genera la sensación, aumentó considerablemente. En los 80 el contenido era del 2 por ciento, y ahora tiene entre el 6 y el 8. Por eso es relativo el concepto de las drogas duras y suaves. Cada uno puede tener una mejor o peor reacción frente a la droga. Tomemos otra: el alcohol. Es considerada suave y es legal. Pero si tiene los antecedentes genéticos que lo hacen vulnerable al alcoholismo, se vuelve una droga peligrosa.

—La revista “Newsweek” publicó en 1980 que la droga que se consumía era siete veces más potente que la que se encontraba disponible en Woodstock. ¿Cada generación consume una marihuana mucho más potente que la anterior?

—Hay marihuana que tiene un contenido altísimo, por ejemplo, del 15 o 16 por ciento. Pero a mí me gusta hablar del contenido promedio, y tener una perspectiva más conservadora. Entonces lo que puedo decir es que ha aumentado tres veces.

—¿Desde cuándo?

—Digamos que los últimos diez años.

—¿Y en las décadas anteriores, como ya se decía en 1980?

—Ha aumentado paulatinamente. Es como la agricultura: si tiene un producto que quiere mejorar, empieza a cultivar el que le da mejor.

—¿En la época de Woodstock la marihuana no producía efectos psicóticos, como sí la cocaína, pero la marihuana actual sí los produce?

—Siempre los ha producido. Depende de cuál es la concentración que le meten y cuál la sensibilidad del cerebro para las reacciones psicóticas. Puedo producir un cuadro psicótico o paranoico en cualquier persona si le doy dosis suficientemente altas.

—Las drogas de abuso aumentan sensiblemente la dopamina en el cuerpo, pero hay otros elementos altamente dopaminógenos que producen cambios importantes en el estado de ánimo, como el chocolate, con personas que se consideran adictas al chocolate, o el café. ¿Es una cuestión de dósis y aplicación? Leí una explicación suya en la que decía que si una persona se inyectara café en las venas tendría un efecto totalmente distinto al que produce su consumo bebido. Imagino que algo similar sucede con el té de marihuana. ¿Cuál es la frontera y cuál su relación con la dopamina?

—Nuestro cerebro no se desarrolló para consumir drogas. Está optimizado para asegurar la sobrevivencia del individuo y de la especie. La manera en que la naturaleza se asegura que nosotros actuemos como tenemos que actuar para sobrevivir es asociar las conductas adecuadas con la sensación de placer. Y esa sensación de placer crea una memoria que le va a hacer que quiera volver a repetir esa experiencia.

—El placer del sexo y la comida.

—Produce placer lo que es indispensable para la supervivencia del individuo y de la especie. De tal manera que nuestro cerebro está hecho para responder al placer. Podemos decir: “Esto no me parece muy bien o no es políticamente correcto”. Pero la realidad es que esta es la manera como la naturaleza se asegura de que se sigan las conductas que van a permitir que sobrevivamos. ¿Qué es placer? Es un concepto relativo, porque lo que es placentero en un momento no lo es en otro. Entonces, el cerebro tiene que desarrollarse de tal manera que tenga la flexibilidad para mandar la señal de placer cuando es adecuado. Esta señal es la dopamina. Entonces, si usted me la estuviera aumentando ahora, yo relacionaría este momento con algo extremadamente importante para mi sobrevivencia, que experimentaría como algo importantísimo que me gustaría repetir. Eso es lo que hace la dopamina.

—¿El amor?

—Exacto, si se enamora de alguien, está liberando dopamina, y le genera una sensación que llamamos de placer. Si está muy enamorado de alguien, no se puede separar. Esta misma sensación es la de un adicto con la droga. Las drogas tomaron estos circuitos del cerebro que funcionan para enamorarse y asegurar que se multiplique la especie o para que coma y no se muera de hambre; esa motivación tan intensa es donde actúa la droga. Y es por pura química. Tiene estos compuestos que se acoplan perfectamente a los receptores de nuestro cerebro que normalmente están modulando las descargas dopaminescas.

—Y otros sentimientos que no tienen que ver con la reproducción.

—Las interacciones sociales aumentan la dopamina. O un libro que emocione, un cuadro, la cara de una persona muy bella. Pero las drogas aumentan la dopamina de manera más directa, potente y eficaz que cualquier otro estímulo fisiológico. La cantidad de dopamina que se aumenta al consumir cocaína es de 5 a 10 veces mayor que al tomar el mejor de los chocolates. Como el cerebro no se hizo para recibir esas concentraciones de dopamina, esos cambios tan profundos, al generarse una respuesta más allá de la fisiología, inmediatamente el cerebro inicia cambios para adaptarse. Es lo que se llama homeóstasis, que es que cuando se tiene un cambio en un sistema biológico no aguantamos mucho…

—El termostato que corta.

—Claro, entonces, al tomar una droga que activa los mismos procesos que la comida, el sexo, la belleza o las interacciones sociales, pero de una manera más eficiente, desarrolla una respuesta mucho más poderosa, pero también inicia una serie de cambios para esa homeóstasis.

—Es mucho más facil dañar al termostato con droga que con chocolate o el sexo.

—Las drogas son esas sustancias que tiene mayor posibilidad de desajustar el termostato. Porque no todo el mundo se vuelve adicto a las drogas. Hay personas que pueden consumir cocaína cada 6 meses sin ningún problema. Pero a cierta gente, con cierta vulnerabilidad genética, estímulos naturales como la comida pueden desajustarle el termostato, y se vuelve una compulsiva a comer, que es cuando la persona no se sacia. Lo mismo se da con el sexo. Hay gente que tiene una compulsividad sexual en la que nunca hay una sensación de saciedad. En ellos se ha desajustado el termostato.

—¿Sigue siendo correcto el uso de la palabra adicción? Su etimología refiere a “ausencia de palabras”: “a-dicto”.

—La adicción tiene un componente de pérdida del control. En el mundo psiquiátrico se ha dicho que la persona adicta no tiene voluntad. Y con ese argumento, se echó la culpa al adicto. La voluntad es el producto del funcionamiento de áreas específicas de nuestro cerebro que el uso repetido de las drogas daña. De aquí que el concepto de la adicción para mí es en el cual la persona no puede controlar la ingesta de drogas a pesar de que conscientemente ya no las quiera tomar y de que es muy consciente de que tiene consecuencias catastróficas.

—Una de las distintas fronteras que separan las drogas legales (el cigarrillo, por ejemplo) de las ilegales (marihuana, cocaína, etc.) está relacionada con cómo afecta a terceros el consumo de esa droga por el adicto. Quien fuma tabaco, al no perder el control de sus actos como sí sucede con el consumo de drogas ilegales, no se transforma en un peligro para los demás. Pero el alcohol, siendo una droga legal, sí afecta a terceros, porque quien bebe en exceso es un peligro al volante, o puede ser más agresivo. A comienzos del siglo pasado, en EE.UU. estuvo prohibida la venta de alcohol y no la de tabaco. En orden de prioridad: ¿sería útil para la sociedad que se declarara ilegal el alcohol o el cigarrillo? Y en ese caso, ¿cuál primero?

—No todas las drogas son igualmente adictivas. ¿De qué depende? Número uno, de la magnitud del cambio de la dopamina que produce la droga. La metanfetamina es la que produce un mayor cambio en el cerebro. Por mucho. Desde ese punto de vista, es la droga que genera una mayor dependencia, una mayor compulsividad. El alcohol y el cigarrillo producen niveles de dopamina mucho más bajos que las otras drogas clásicamente ilegales. Cuando me pregunta qué es más importante, si hacer ilegal el alcohol o los cigarrillos, yo diría que el porcentaje de gente que bebe alcohol es altísimo, pero es muy pequeño el porcentaje de gente que se vuelve problemática al beberlo. El alcohol no es tan adictivo como las otras. Y lo mismo sucede con la nicotina. El problema de la nicotina es que por su accesibilidad es la única droga que aunque no produce grandes cambios de dopamina, sí permite mezclarla con la vida diaria. No interfiere con las capacidades cognoscitivas. Cuando se aumenta la dopamina, uno asocia esa situación con algo placentero. Esto se llama acondicionamiento. Y le va a generar querer fumar el cigarrillo. Entonces el cigarrillo, al mezclarlo en la vida, genera un acondicionamiento a casi todo lo que lo rodea. De aquí que aunque no sea tan adictivo se vuelve tan difícil dejar de fumar.

—Como en todo, la industrialización lo hizo “eficiente”.

—Increíblemente accesible. Si hubiera que inyectárselo, no sería lo mismo. El cigarrillo es extraordinario desde el punto de vista de la administración de las sustancias. La nicotina permite usarla tan rápido porque entra y sale del cerebro muy rápidamente, lo cual no sucede con otras sustancias. Todas sus propiedades de farmacoquinesia son perfectas para el cigarrillo y le puede aumentar la concentración, lo cual a su vez le permite mezclarlo con su vida diaria. Uno de los problemas que están muy poco hablados es el uso del cigarrillo durante el embarazo. Sin embargo, tiene efectos más dañinos que el de otras sustancias ilícitas, como la heroína o la cocaína.

—Entonces no haría ilegal el alcohol. Además, el vino es bueno para el corazón.

—Cuando se intentó hacer ilegal el alcohol, no resultó porque permitió el mercado negro, y las consecuencias del alcoholismo no se pudieron controlar. Lo haría mucho más caro. Pondría leyes mucho más rigurosas en el uso del alcohol cuando alguien maneja. También bajaría el nivel de lo que se llama intoxicación. Y también tomaría medidas de penalización mucho más grandes sobre aquellos lugares en los que se vende alcohol a menores.

—En la Argentina se debate la despenalización del consumo de droga. ¿Ud. es partidaria de la despenalización parcial o total del consumo?

—No. Por mucho, las dos drogas que generan más muertes son el alcohol y la nicotina. ¿Por qué? Porque son las más accesibles. Al ser las drogas legales, el consumo se va para arriba. Se lo garantizo.

—¿Qué pasó en Holanda con la marihuana?

—Holanda tiene una política abierta sobre el uso de la marihuana y Estados Unidos no. Sin embargo, en Estados Unidos se consume mucho más. ¿Por qué? Son sociedades completamente distintas. Estados Unidos tiene uno de los consumos más altos entre los jóvenes. ¿Qué lo determina? Hay muchos factores de cultura. El grupo social, por ejemplo. Si en su grupo social consumen drogas, es mucho más probable que usted las consuma. Entonces, legalizar la marihuana en Estados Unidos como se ha legalizado en Holanda produciría un aumento.

—¿En Holanda aumentó pero sus niveles previos eran más bajos?

—Siempre aumenta, claro.

—¿La prohibición no convierte al consumo de drogas en algo más deseable todavía?

—Para los jóvenes y para ciertas personalidades es así. Hay que hacerles ver a los jóvenes que ese concepto que tienen de la libertad, básicamente, es consumir una droga que daña el cerebro en las zonas vinculadas con la voluntad. De tal manera que se va a volver un ser repetitivo. Entonces lo que como rebelde quiere romper, el ser predecible, es antitético a lo que hacen las drogas.

—Varios premios Nobel, generalmente de Economía, han promovido la legalización de las drogas para eliminar la violencia que genera el narcotráfico. ¿Están mal informados?

—Los economistas traen toda su perspectiva económica sin tener el conocimiento de cuáles son las consecuencias del uso de las drogas sobre el cerebro.

—¿Nunca la consultaron?

—Muchas veces me han preguntado, y yo digo que como científica me manejo con los datos, y los datos claramente dicen que si las drogas ilegales se hacen legales el consumo se va para arriba.

—Según un informe de la ONU, reproducido en PERFIL, la Argentina es el principal consumidor de anfetaminas del mundo, por sobre los Estados Unidos y Brasil. ¿Por qué puede suceder esto y cómo se combate el uso de estas “drogas legales”?

—Hablemos de los anfetamínicos que se utilizan como medicamentos. Dejemos la metanfetamina afuera. Actualmente, empezamos de nuevo a ver un aumento significativo en el uso de los estimulantes en Estados Unidos. Y en esto mucho tienen que ver las recetas para el uso de la anfetamina. En Estados Unidos, a partir de las recetas, el consumo se ha doblado cada 5 o 10 años. Y la producción también ha aumentado.

—¿Y a qué se atribuye?

—En el sistema médico hay modas. Durante muchos años hemos utilizado los estimulantes para el déficit de la atención. Se creía que ocurría con los niños y los adolescentes, y que cuando se entraba a la vida adulta desaparecía. Pero lo que se ha documentado en los últimos diez años es que no es cierto, y que un 70 por ciento de los chicos que tienen este déficit pasan a la vida adulta con el mismo problema. Lo que aumentó significativamente es la prescripción de estos estimulantes a la gente que sufre del déficit de atención. El problema reside en saber qué tan adecuados son estos diagnósticos. Al aumentar la producción de estos medicamentos, se vuelve mucho más accesible. La otra cosa que estamos viendo en Estados Unidos y en Europa es el aumento del uso de estos estimulantes para aumentar la capacidad cognitiva. Por ejemplo, si tiene que terminar este artículo para mañana a las seis de la mañana, se toma estos estimulantes y va a estar alerta toda la noche. Esto es lo que hacen los estudiantes antes de los exámenes o los abogados antes de un caso importante. También se da para la pérdida de sueño o de peso. Lo que pasa es que las personas se vuelven tolerantes y empiezan a tomar cada vez más.

—Incluyamos ahora la metanfetamina, sobre la que Ud. recién dijo que era la que produce un mayor cambio en el cerebro, mayor dependencia y mayor compulsividad.

—Y además es muy fácil de hacer.

—En la Argentina recientemente tuvimos un triple crimen que se atribuye a hasta el no hace mucho desconocido para los argentinos Cartel de Sinaloa, los líderes de la metanfetamina. ¿Qué pasa con México y la metanfetamina?

—En los últimos dos o tres años, la metanfetamina, que hace cinco años no existía, se ha vuelto la causa número uno de admisión psiquiátrica en lugares como Colima (norte de México).

—En Argentina el consumo de metanfetamina en las discos se convirtió en una moda tan difundida que el agua mineral con la que combate la deshidratación quien consumió, se vende al doble del precio de una cerveza, y los dueños de las discos cierran el aguda corriente de los baños para obligar a los adolescentes consumidores a comprar agua. ¿Escuchó de algo similar en otros países?

—No había oído esto nunca. En las discotecas están las metanfetaminas y el éxtasis, que son particularmente tóxicas cuando se combinan con la hipertemia y la deshidratación, y la manera en que se pueden dar casos muy serios de intoxicación es no dando agua.

—¿Es la metanfetamina en el siglo XXI lo que fue la cocaína en las últimas décadas del siglo pasado: la droga euforizante de la fiesta?

—En Estados Unidos el éxtasis ha bajado muchísimo. El gobierno se metió en una campaña muy poderosa para hacer evidentes sus consecuencias. Y lo mismo se está haciendo hoy con la metanfetamina, y aparentemente se está yendo para abajo. Desgraciadamente estamos viendo un resurgimiento de la cocaína, y como problema número uno el aumento de drogas de prescripción, los analgésicos con opiáceos. La droga número uno en frecuencia entre los jóvenes es la marihuana, y la número dos es el vicodin, que es un analgésico con opiáceo que si va al dentista se la puede prescribir. De nuevo tenemos una situación en la que el aumento de las prescripciones y de la producción hacen más fácil el acceso.

—¿Eso es lo que usan los adolescentes como estimulantes?

—No sé si alguna vez le han dado un opiáceo con analgésico. A mí sí, y puedo decir que son drogas altamente placenteras. Cuando me la dieron, me pareció interesantísima la experiencia porque pude entender por qué alguien se puede volver adicto a lo que hace sentir ese medicamento. Y los jóvenes las están usando en lugar de las sustancias ilícitas porque piensan que al ser recetadas son menos dañinas. Estamos viendo de nuevo en Estados Unidos que han aumentado las muertes por sobredosis, significativamente. En los últimos veinte años se ha doblado el número de muertes por sobredosis.

—La metanfetamina, al ser fácil de producir, ¿es más barata?

—Es muy fácil y también es más barata que la cocaína.

—Por lo cual su penetración será más fácil en países como México, Brasil y Argentina, con una población con menores recursos económicos que la de EE.UU. y Europa.

—Pero si se hace imposible el acceso a la efedrina no se la puede producir. De lo que está hablando es de una situación en donde no hay control de la efedrina.

—¿Funciona la penetración como una ola: lo que llegó a México hace diez años, y hace cinco a Brasil, ahora está llegando a la Argentina?

—Lo que me horroriza es lo rápido que se mueve esta hola. Yo hice la carrera de Medicina en la ciudad de México y nunca vi un caso de cocaína. Jamás escuché que se hablara de la metanfetamina. Pero ahora voy a México y hay cocaína por todos lados. En los niveles de la frontera, hay un gran problema de inyección de drogas con una tasa altísima de sida y de hepatitis C. Y lo mismo sucede hoy con la metanfetamina. Es la droga numero uno ilícita en Colima. Y esto sucedió en sólo cinco años. Estas sustancias penetran en el mercado con tanta velocidad que se puede generar una catástrofe rapidísimo.

—El gran argumento de los jóvenes es que de la misma forma que una copa de vino por día no hace daño, tampoco hace daño fumar un habano o dos cigarrillos por día después de las comidas, o un cigarrillo de marihuana dos o tres veces por semana. ¿Las neuroimágenes del NIDA mostraron daño cerebral en personas con consumos moderados de marihuana o en todos los casos se trataba de personas de alto consumo? O sea, ¿hay un consumo no abusivo de drogas o en todos los casos se encuentran daños cerebrales?

—Me he concentrado en casos severos o moderadamente severos. Por lo tanto, mis resultados no son aplicables a gente que utilice las drogas socialmente o a niveles bajos. Lo que se sabe es que cada uno de nosotros trae consigo una carga genética, sobre la que no tenemos ningún control, que nos da diferentes vulnerabilidades a la adicción a las drogas. Entonces usted puede decir que quiere fumar dos o tres cigarrillos de marihuana al año y no le va a pasar nada…

—¿Y dos o tres por semana?

—He tratado con adictos a drogas durante muchos años y nunca encontré a nadie que haya empezado a consumir pensando que se iba a volver adicto. Empezaron pensando que no les iba a pasar nada, hasta que terminaron volviéndose compulsivos. Y hay personas no adictas que mueren por una sobredosis, lo que tiene que ver con la carga genética de vulnerabilidad de cada uno. Por un lado, está la vulnerabilidad a la adicción, y por el otro la vulnerabilidad a los efectos de las sustancias…

—¿Es un mito el argumento de que el consumo moderado de marihuana es menos perjudicial para la salud que el de cigarrillo?

—Hay estudios que muestran que la marihuana es muy dañina y otros que muestran que no es tan dañina. A nivel pulmonar, hace un tiempo se publicó un estudio que decía que era menos dañina, y esto tenía que ver con una cuestión cuantitativa. ¿Por qué? Porque si uno fuma dos paquetes de cigarrillos, fuma durante todo el día, pero si se fuma marihuana, se lo hará como mucho 4 o 5 veces al día. De lo que no hay dudas es que las sustancias de la marihuana son dañinas y cancerígenas. Pero no hay evidencia de si esas sustancias son más o menos dañinas que las del cigarrillo. La diferencia está en el nivel de exposición que se tiene con la sustancia.

—¿La nicotina es la más adictiva?

—La cocaína y la metanfetamina.

—Le preguntaba respecto de la marihuana.

—Depende de los factores genético-sociales. Es importante la edad a la que se empieza. Y esto se ha documentado para la marihuana, la nicotina y el alcohol: cuanto más joven se empieza, mayor es la posibilidad de volverse adicto. Pero el 50 por ciento de la vulnerabilidad está dado por los genes, por lo que conviven factores genéticos y de desarrollos.

—¿Los genes determinan la vulnerabilidad general hacia las adicciones o hay personas que para determinadas drogas tienen una mayor vulnerabilidad genética, pero para otras tienen menos o no tienen?

—En general, si tiene vulnerabilidad para la adicción, la tiene para todas las drogas. Pero, dentro de esa generalidad, hay gente que tiene vulnerabilidad para la nicotina pero no para la cocaína. ¿Sabe por qué está esa vulnerabilidad común? Uno de los hallazgos más interesantes en el área de las drogas es que el tipo de genes que están involucrados en la vulnerabilidad tienen que ver con genes que están involucrados en el aprendizaje y la memorización, es decir, en la formación de nuevas sinapsis. Entonces, los genes que permiten formar estas nuevas sinapsis permiten aprender y acondicionarse, que es muy importante en las relaciones sociales, y son los mismos que permiten volverse adicto más fácilmente. Entonces, si fácilmente se condiciona a un ambiente, probablemente también fácilmente se condicione a las drogas.

—¿Cómo define la palabra “acondicionamiento”?

—Hay un componente de afecto. ¿Por qué tenemos la tendencia de ir repetidamente a los lugares que ya conocemos? Es una reacción emocional que nos hace sentir bien. ¿Por qué le gusta ver a sus amigos? Es una reacción afectiva. Todas las relaciones afectivas tienen un componente de acondicionamiento. El acondicionamiento es la memoria en donde lo que recuerda es la emoción y no el hecho.

—¿La memoria emocional?

—Claro. Ocurre en un área del cerebro que se llama el hipocampo. Pero lo que le permite evocar la emoción sucede en otra área, pero es también la memoria. Y eso es el acondicionamiento.

—Leí que las mujeres les cuesta más dejar de fumar que a los hombres. Creí que una de las causas era el mayor temor de las mujeres a engordar. ¿Es así o tiene que ver con la mayor emocionalidad de las mujeres y el “acondicionamiento”?

—Definitivamente, el temor a engordar es una de las causas. Es muy difícil dejar de fumar no sólo por la adictividad de la droga, sino porque nos han acondicionado a fumar la droga en todos los lugares. Entonces, todos los lugares se la van a evocar. Comida o drogas aumentan la dopamina. No le estoy dando una droga, sólo le estoy presentando el elemento al que está acondicionado. Lo mismo genera la droga.

—Eso explica por qué los fumadores encienden un cigarrillo después de hacer el amor o comer.

—Típico. Están totalmente acondicionados a esa sensación. Y las mujeres se acondicionan más que los hombres al cigarrillo porque responden mucho más fuerte a los estímulos de acondicionamiento. El estímulo acondicionado va a generar la respuesta del cerebro que se va a traducir como experiencia de querer tomar la droga.

—Ud. estudió también la obesidad como adicción.

—Mi interés surgió por la similitud de los casos. Clínicamente, una persona adicta a la droga que tiene esa compulsividad que no puede frenar me recordaba mucho a los pacientes que entraban con cuadros de diabetes e hipertensión, y sin embargo no podían dejar de comer. Estamos promoviendo estudios, en aquellos casos en que se puede obtener información útil para la adicción con las drogas. Es importante, porque los circuitos que toman las drogas son los que creó la naturaleza para la motivación de los efectos placenteros de la comida y de acondicionamiento y de interacción social. Para mí, como instituto, es una gran ventaja contar con medicamentos para la obesidad que puedo usar para tratar la adicción. ¿Por qué? Porque las farmacéuticas no están interesadas en desarrollar medicamentos para la drogadicción. No hay mercado. En cambio, hay un enorme mercado de millones de dólares para desarrollar medicamentos contra la obesidad. En la oportunidad de encontrar los vínculos entre un problema y otro, nos permitiría tener acceso a esos medicamentos.

—Algunos tratamientos para adelgazar utilizaban hace años anfetaminas y hoy antidepresivos. ¿La dopamina es la responsable de todo?

—La dopamina es la responsable de la motivación, que es lo que da el impulso para la vida. La motivación es importante para la atención, el placer, las relaciones sociales y los procesos cognoscitivos. Si hay algo que no lo motiva, nunca lo va a poder entender. Un día estaba en un congreso sobre el déficit de la atención, muy aburrida, y no podía prestar atención. Me dije que sería buenísimo tener una píldora que pudiera lograr que esa situación tan aburrida se transformara en algo divertido. Y ahí hice click y me di cuenta que eso es lo que generaba el café. O lo que generan estas sustancias sobre las que estuvimos hablando: al aumentarse la dopamina, algo que es aburrido parece mucho más divertido. Hay gente totalmente amotivada que tiene niveles de dopamina muy bajos, y tiene altos riesgos de depresión. Lo importante es la emoción.

—¿Usted dijo que los antidepresivos no funcionan para el tratamiento de la obesidad?

—Y los estimulantes tampoco.

—¿Por la plasticidad o tolerancia del cerebro, pasado cierto tiempo deja de hacer efecto?

—El estimulante lo vuelve tolerante. Requiere dosis más y más altas. A principios del siglo pasado, cuando se empezó a utilizar la cocaína para perder peso, se requerían dosis cada vez más altas. Lo mismo sucedió en los 50 y 60 con la efedrina, la seudoefedrina, las anfetaminas y la metanfetamina. Pero empezó a haber muchos casos de psicosis, y se dieron cuenta de que no funcionaban.

—¿Cuál es su opinión sobre los antidepresivos?

—Para la gente que sufre depresión clínica pueden ser de una gran utilidad. Pero estamos sobreutilizando los medicamentos psicoactivos, incluyendo los antidepresivos, para el tratamiento de una reacción emocional que puede ser normal. Un fármaco se debe utilizar cuando se trata de un caso depresivo clínico, cuando es una enfermedad y no un estado anímico.

—Freud y Lacan hablaban del contexto melancólico del drogadicto. Viendo esta relación con los antidepresivos y las drogas, y cuando menciona que un 50 por ciento de las vulnerabilidades es de tipo genético, me pregunto si no hay una predisposición a la depresión en las personas que tienen mayor vulnerabilidad hacia las drogas.

—Si tiene una vulnerabilidad hacia la depresión, eso aumenta el riesgo del uso de las drogas. El cerebro está hecho para realizar conductas que nos hagan sentir mejor. Si está deprimido, los estímulos sociales normales no lo sacan de ese estado de apatía. Pero las drogas, por un rato, sí. Imagine ver un mundo en blanco y negro que de repente se vuelve de colores al tomar una droga.

—¿Quienes se drogan están autoprescribiéndose antidepresivos, o sea, se automedican con las drogas?

—Es así en un gran porcentaje. Particularmente importante es reconocer esto en los adolescentes, donde hacer un diagnóstico de depresión es más difícil que en un adulto. Un mensaje para la psiquiatría, que siempre ha relegado el problema de las drogas, es que están perdiendo la oportunidad de realizar una intervención que les permita evitar un problema de enfermedad mental. El uso de drogas en la niñez o en la adolescencia debe alertar al psiquiatra de que existe una enfermedad psiquiátrica subyacente que lo lleva a consumir drogas.

—¿Se imagina un futuro en el que una significativa parte de la sociedad consuma antidepresivos de la misma manera en la que durante los años 50 se consumían cigarrillos?

—Vivimos en una sociedad sobremedicada. No sólo para la enfermedad, sino para sentirnos mejor. En EE.UU. hay 100 millones de prescripciones de vicodin al año. Y no es el único opiáceo. La cantidad de medicamentos que se producen y se prescriben en EE.UU. es gigante. Y estuvo aumentado durante los últimos treinta o cuarenta años. Lo que podemos pensar es que si esto no se controla va a seguir creciendo cada vez más.

—¿Hay alguna relación entre el sistema político y el uso de las drogas?

—Las drogas son parte de la civilización humana desde el inicio. Se ve en sistemas políticos totalmente diferentes.

—Dos perspectivas, consumidor-productor. En los países en vías de desarrollo el narcotráfico es un mecanismo de financiación ilegal de la política; en los países desarrollados, la droga cumple el papel de tranquilizador social, simplificadamente un político vende felicidad.

—Expectativa de felicidad.

—Los soldados norteamericanos en Irak están consumiendo Prozac. Esa expectativa de felicidad es una herramienta.

—El uso ahí es distinto porque los niveles de estrés en las condiciones de Irak no tienen nada que ver con nuestras vidas. Hubo mucho desajuste emocional en estas personas que son sometidas a situaciones de batallas tan intensas…

—Argentina padeció en 2001 el mayor default de la historia económica moderna. Nuestra sociedad vivió un shock enorme, prácticamente no hubo quien de la noche a la mañana no haya perdido un 70% de sus bienes. Al ver al Prozac como una herramienta en la guerra de Irak contra el estrés vale especular si no hubiera sido ideal para los políticos argentinos contar con Prozac para colocarlo en el agua corriente y hacer a los argentinos más soportable el estrés de esa situación tan extrema.

—Hay una diferencia en ese tipo de cambio social y económico, y es el concepto de que si le sucede a todo el mundo, se acepta mucho más una situación inaceptable. Si está aislado, funciona otra dinámica.

—Pero es una herramienta de guerra si un Estado beligerante cuenta con ella y el otro no.

—Absolutamente. Uno de los intereses de todas estas organizaciones de defensas es conseguir medicamentos que permitan mantenerse alerta sin tener que dormir, sin perjudicar el juicio o la percepción. La droga número uno en los EE.UU. es la marihuana pero de la segunda a la octava, son medicamentos. Es la industria farmacéutica y no los países en vías de desarrollo la que está promoviendo la mayor parte de las drogas que consumen los jóvenes en EE.UU.

—Antes de pasar a ese tema, ¿si EE.UU. hubiera contado con Prozac en Vietnam la guerra podría haber sido diferente?

—No habrían tomado heroína pero no hubiese sido otro el resultado. Esos medicamentos no son milagrosos.

—La decadencia de China durante el renacimiento europeo y su conquista por las potencias occidentales se apoyó en la difusión del opio entre los chinos para hacerlos dependientes e indolentes. ¿Serían posibles en el futuro nuevas conquistas utilizando las drogas para minar las fuerzas de algún país?

—Teóricamente, claro que es posible. Vuelva a una población adicta a las drogas y la destruye.

—El alcohol no produce el mismo efecto en las diferentes personas, sino que desinhibe la parte reprimida de cada uno: los muy serios se hacen alegres, los contenidos pueden transformarse en violentos, a otras personas las induce al llanto y la depresión. ¿Las drogas ilegales también revelan aspectos reprimidos de la personalidad?

—Todas las drogas, como toda experiencia nueva, revelan un aspecto nuevo del individuo. Se ve con el alcohol; hay gente que se vuelve muy taciturna y otra que se vuelve muy locuaz. Lo mismo con los estimulantes, puede haber gente que se ponga totalmente agresiva y paranoide y otra muy amigable.

—En los 60 fue muy común entre psiquiatras y psicólogos el uso de determinadas drogas, como el LSD, con fines experimentales. ¿Qué quedó de aquellas experiencias?

—Casi todo ese movimiento de la psiquiatría ha desaparecido en Estados Unidos. En John Hopkins están evaluando el uso del éxtasis para crear una experiencia vivencial de una gran intensidad, como una manera de darle inside en sus propios aspectos internos de reacción emocional. Esta estrategia ha sido criticada psiquiátricamente porque hay gente que es muy vulnerable y estas drogas que se utilizan, con las que se crea un cambio total de la percepción, pueden causar efectos muy duraderos dañinos para el individuo. Yo misma he recibido un par de propuestas para estudiar los aspectos potencialmente positivos del uso de estas drogas como elementos psicoterapéuticos. Lo mismo con el peyote, también hay interés, son drogas que se han utilizado para ceremonias por las mismas razones, porque crean un cambio de la percepción sensorial.

—El “uso recreativo” de las drogas o para la expansión de “las puertas de la percepción”, tal como las llamó el escritor Aldous Huxley. ¿Hay alguna posibilidad de considerar algunas drogas como un elemento de expansión de la recreación, que haya pasaje de ida y vuelta, o decididamente el pasaje es sólo de ida?

—Dar cocaína a alguien lo puede energizar, pero también le puede ocasionar un accidente cerebrovascular.

—¿Ud. probó alguna droga por el motivo que fuera?

—Nicotina y alcohol.

—Clinton en el pasado, luego Bush y ahora Obama confesaron que probaron drogas. ¿Cómo afecta a la sociedad ver que todos sus presidentes de los últimos veinte años confiesan haber probado droga?

—Me gustaría decirle que ayuda a la sociedad a rebatir el concepto de que si alguien prueba la droga está dañado, porque un gran porcentaje de los jóvenes son expuestos a las drogas. No es algo moral, es una situación social y cultural. Bush tuvo problemas más severos, pero qué bueno que Obama nunca cayó en ningún estado de adicción ni dependencia. Evidentemente, no tiene los factores genéticos, si no, no tendríamos un candidato con esa brillantez. Por el otro lado, alguien con muchos recursos materiales, la familia Bush, no lo protegió lo suficiente como para decirle que no a tomar alcohol. La drogadicción no discrimina y cualquier persona puede ser vulnerable.

—¿Cómo cambia el cerebro de un adicto? ¿Es correcto decir que produce un efecto de envejecimiento prematuro del cerebro?

—Ciertas drogas producen cambios similares a los del envejecimiento. El mensaje educativo a los jóvenes no es que en 15 años les va a dar cáncer, sino cuáles son los sistemas que envejecen con las drogas: los de la motivación del placer; los cambios que se ven en una persona de 25 años adicta son equivalentes a la manera de cómo se vería el cerebro de una persona de 60, 65 años.

—¿Qué sucede con la memoria?

—Al sistema de la memoria principalmente lo afectan el alcohol y la marihuana. La gente intoxicada con marihuana no puede aprender porque el hipocampo está completamente extorsionado por su uso. El hipocampo también tiene una gran concentración de sistemas inhibitorios, y el alcohol los activa. Genera problemas severos de memoria que pueden durar varias semanas, pero si no se consumen drogas, eventualmente, se puede recuperar, aunque no totalmente, en alguien que ha tomado alcohol por años.

—Si el envejecimiento deteriora la acción de la dopamina en el cerebro, ¿lo que descubre para curar la drogadicción sirve también para tratar los efectos no deseados de la vejez respecto de la dopamina?

—Sí. Estoy intentando convencer a la industria farmacológica de que no fabrique medicamentos contra la adicción a la cocaína, les pido que desarrollen drogas contra procesos afectados por la drogadicción. Uno de los procesos es el funcionamiento de la corteza frontal, que es una de las áreas donde la actividad disminuye cuando se envejece. Me interesa mucho la fabricación de medicamentos que puedan fortalecer esta corteza. Existen datos de que el cerebro es mucho más plástico de lo que se pensaba antiguamente; aun en la vida adulta, se pueden reforzar áreas que estén debilitadas, y ciertos medicamentos pueden acelerar este proceso de reforzamiento. Entonces esto, que ayudaría a una persona adicta, ayudaría a una persona anciana.

—¿Las mujeres mayores tienden a la depresión y los hombres mayores a la agresividad por trastornos dopamínicos o por otras cuestiones hormonales?

—La dopamina está involucrada en la depresión. Uno de los medicamentos antidepresivos va a los transportadores de la dopamina, no a los transportadores de la serotonina, como el Prozac. El estrógeno y la progesterona interactúan directamente con los receptores. En la mujer post menopáusica esos factores de regulación dopaminérgica no van a tener tanta influencia. No está claro actualmente por qué en la etapa post menopáusica el aumento de la depresión es mayor en las mujeres.

—¿Y la agresividad en el caso de los hombres?

—La testosterona se va para abajo como las hormonas en las mujeres. Pero los hombres tienen mayores reacciones amigdalinas que están relacionadas con la agresividad y la violencia. En un sistema social la corteza prefrontal le permite controlarlo; conforme va envejeciendo, el funcionamiento de la corteza prefrontal se va para abajo. Lo que en el pasado podía controlar muy bien, se pierde de control.

—¿Una persona con aversión al riesgo difícilmente tenga predisposición a ser adicto?

—Si le gustan las cosas riesgosas va a experimentar…

—Pero no quiere decir que se vuelva adicto.

—No. Experimenta, pero no tiene esos cambios neuroplásticos, entonces nunca se vuelve adicto. Por otro lado, tiene aversión a tomar drogas, pero va al doctor y le da un medicamento potencialmente adicto y tiene los genes para la neuroplasticidad: se vuelve adicto al medicamento. Puede entrarle por las dos maneras.

—¿Hay alguna relación psicosocial entre rock y drogas, o arte y droga, o el factor genético es el que predispone incluso para la elección de la profesión?

—Tenemos ideas del tipo de genes y proteínas que están produciendo esa vulnerabilidad pero aún no sabemos cuáles son los genes de la predisposición. Depende del medio en el que se mueve: si es más aceptado o no, determina una mayor probabilidad de tomar drogas. En los medios artísticos es mucho más aceptado que en el medio de los abogados o de religiosos. Me puede decir que aquella persona que tomó la religiosidad era distinta también, y eso es correcto. Pero también hay sistemas sociales donde se promueve. Hay médicos con muchísimo más riesgo de tomar drogas, no por su personalidad, sino por el ambiente en el que están. Los anestesiólogos, los médicos de salas de emergencia, donde el acceso a los medicamentos es muy fácil, pero no es que sus personalidades sean diferentes. Cualquier persona puede ser vulnerable a la adicción. La idea de que porque una persona es estudiosa, no le gustan los riesgos no va a volverse adicta, no es el caso. George Bush y Obama son dos casos de personalidades totalmente distintas; uno no se volvió adicto, el otro, probablemente, tenía un síndrome de dependencia.

—La Argentina tiene al mayor ídolo musical y ha tenido al mayor ídolo deportivo con tratamiento de rehabilitación por consumo de drogas. ¿Qué es lo que se utiliza actualmente en los EE.UU. para tratar a los adictos?

—Depende de la droga, de la edad y de la historia del paciente. Primero, la adicción es una enfermedad crónica, entonces el relapso es parte del proceso. Es muy difícil encontrar a alguien que tenga una adicción severa, que se lo ingrese en un tratamiento y que no recaiga. El nivel de recaída en la adicción es de 70 por ciento. En la heroína tenemos medicamentos muy poderosos, el que más se conoce es la metadona, pero hay un medicamento que tiene mejores propiedades, más caro, que es la buprenofina. No todos responden, pero la probabilidad de recuperación es muy alta. El tratamiento debe considerarse crónico, no es una rehabilitación de dos o tres meses y ya está curado. Es tratamiento, no curación.

—¿Pronto van a estar listas dos vacunas contra la nicotina y varios años después otra contra la cocaína?

—Estamos promoviendo investigación en la vacuna de la nicotina. Científicamente, existe la posibilidad, pero decir cuándo la voy a tener depende de la cantidad de recursos económicos que se inviertan.

—¿La solución a los problemas de drogadicción vendrá de la ciencia?

—La drogadicción tiene un componente social que condiciona tanto que pensar que un medicamento va a ser suficiente creo que es muy simplista. Los medicamentos van a ayudar a aumentar la probabilidad de que la gente pueda dejar de tomar drogas. Es como el tratamiento de la depresión; se pueden dar medicamentos antidepresivos, pero la intervención psicoterapéutica aumenta enormemente las chances.

—¿Así como una vacuna libró al mundo de la poliomielitis, se podrá decir lo mismo con la cocaína en el futuro?

—Se libera la vacuna contra el polio y después tenemos el VIH, desarrollo una vacuna contra la cocaína, tengo la anfetamina. Si no quiero que mi hijo tome cocaína o nicotina, vamos a darle la vacuna. Entonces el que quiere drogarse no consume nicótica, consume algo más peligroso.

—Suele decirse que las drogas ocupan un lugar necesario porque la vida, sin algún tipo de estimulante, es insoportable. ¿Puede decirse entonces que es intrínseco al ser humano y a todas las épocas?

—Es posible, teóricamente, tener una civilización sin drogas. La probabilidad de que eso ocurra es muy baja dada la fuerza que tienen en motivar, pero podría serlo porque hay pequeños grupos donde nunca ha existido la droga, donde no se necesita para la supervivencia.

—Ud. experimentó con la droga que se prescribe para el trastorno de déficit de atención con hiperactividad que afecta del 3 al 7% de los niños, el metilfenidato (Ritanil), que tiene efectos similares pero más potentes que los de la cafeína, y similares, pero menos potentes, que los de las anfetaminas. Ud. dijo que tiene el efecto notable de disminuir el comportamiento impulsivo y mejorar la atención en las personas con ADHD, especialmente en los niños, ayudándolos a concentrarse. Pero el abuso de metilfenidato por sus efectos estimulantes (supresión del apetito y del sueño, aumento de atención/concentración y euforia) puede producir efectos similares a los de la cocaína. ¿Es cierto que utilizó metilfenidato como sustituto de la cocaína en algunos experimentos?

—La utilicé para comparar la respuesta del cerebro de una persona adicta a la cocaína y la de una persona no adicta a la cocaína.

—¿No es sustitutivo, no produce efectos similares?

—En la mayor parte de los adictos a la cocaína produce un efecto similar. Euforia. En los que no son adictos las respuestas son muy variadas. A la mitad de la gente les molesta mucho la manera en que los hace sentir, fuera de control. Un porcentaje de individuos no adictos a las drogas responde al metilfenidato como algo placentero. Estaba estudiando cocainómanos a los cuales les estaba dando metilfenidato intravenoso, y excepto por un caso de un paciente que tuvo una respuesta de mucha angustia, a todos los cocainómanos les ha gustado muchísimo la sensación, la describen como muy similar a la cocaína, excepto que los efectos físicos de taquicardia son mucho más duraderos.

—El organismo que usted dirige dedica el 30% de sus recursos al VIH por el contagio que genera el uso de jeringas. Pero, ¿cuál es la relación intrínseca entre drogas y sexo? El alcohol desinhibe, la metanfetamina y la cocaína aumentan el deseo sexual.

—Tiene muchísimos aspectos. El alcohol desinhibe, aumenta las interacciones sociales. Shakespeare decía: “It provokes the desire, but it takes away the performance”.

—Dos copas aumentan el deseo. Diez lo destruyen.

—Pero la heroína quita completamente el deseo sexual. Como con el alcohol, una dosis pequeña de cocaína aumenta el deseo sexual, pero si cae en uno de esos binyes, forget about it. La metanfetamina se utiliza en forma oral para aumentar el deseo sexual, y la utilizan también cuando van a estas fiestas donde van a tener muchas relaciones anónimas de alto riesgo, y la combinan con Viagra porque puede disminuir la performance. También existe el uso de la droga acondicionada con el sexo o el sexo acondicionado con la droga.

—Tanto Freud como Lacan describían a la droga como un autoerotismo. En los casos que recién mencionó, es la droga en sí misma el placer final, todo lo demás es irrelevante. ¿Existe el orgasmo farmacológico?

—Existe. Cuando alguien adicto a la heroína está destoxificándose puede tener un orgasmo, pero no es placentero. Cuando una persona está compulsivamente tomando cocaína y le pregunta por qué, dice: “No sé, ya ni siquiera es placentera, no puedo dejar de hacerlo”. El placer es lo que seduce, pero sólo en la primera parte, después se vuelve compulsivo, el placer es irrelevante.

—En términos freudianos, la diferencia entre deseo y goce.

—No solamente, si como algo placentero es distinto el placer que siento en la primera porción que luego de varias.

—Esa es la ley de la utilidad marginal decreciente: el valor del primer vaso de agua en el desierto por el que se da todo y el último, que sólo lo toma si le pagan por hacerlo. Pero mi pregunta es psicológica: si el adicto es aquél que no se puede saciar porque no puede gozar.

—Se vuelve inflexible. Se pensó mucho tiempo que el adicto tenía mayor placer con la droga; yo hice el estudio, y no. Le da la droga y el valor es mucho menor que en las personas que no son adictas, pero desea algo insaciable de esa compulsividad. Hay inflexibilidad porque el área del cerebro que le permite cambiar está dañada.

—Freud asociaba la droga a la teta, al autoerotismo como una falta de destete, y su visión era que el sexo maduro se alcanzaba en la etapa genital, no en la oral ni en la anal.

—Cuando se es niño o adolescente esa área el cerebro que permite controlar está mucho menos desarrollada. Pero cuando se es niño o adolescente se tiene mucha mayor sensibilidad a todos los estímulos ambientales, y el drogadicto tiene una disminución a la sensibilidad de los factores placenteros, entonces hay aspectos similares y otros muy distintos. En los escritos de alguien que ha tenido problemas de drogas, se ve que se quedan en la etapa de cuando han comenzado a consumir las drogas, porque toda su vida se ve concentrada en los rituales de conseguirla, nunca se exponen a todo el desarrollo que es necesario. Creo que el uso de la droga en la mayor parte de los casos tiene una iniciación como una interacción de grupo, los jóvenes expuestos por otros jóvenes.

—Ud. sostuvo que la adicción al tabaquismo aumenta en personas con trastornos mentales. Por ejemplo, mencionó que el 85% de los pacientes esquizofrénicos fuma cigarrillos o usa drogas. ¿Las drogas mitigan los síntomas de su patología?

—El 90 por ciento de los esquizofrénicos fuma cigarrillos y un gran porcentaje usa drogas. Fuman en parte porque aumenta su capacidad de filtración sensorial. Tenemos una limitación temporal en la capacidad de procesar estímulos. El esquizofrénico no lo tiene, y al fumar cigarrillos ve el estímulo y lo normaliza. Esto permite cognitivamente funcionar mucho mejor.

—Antes de acumular su larga experiencia en EE.UU. Ud. pasó por el Hospital Psiquiátrico Sainte Anne de París, el mismo donde Lacan hizo su residencia y escribió su tesis de doctorado sobre la paranoia. Leí que en los comienzos de su carrera Ud. comenzó a experimentar con neuroimágenes investigando la esquizofrenia. ¿Le habría gustado ser una psiquiatra al estilo de Lacan o Freud?

—Me encantan los aspectos teóricos y leer a Freud, me encantó cuando estaba en el hospital psiquiátrico, ir a las lecturas de Lacan y la psiquiatría clínica y psicoanalítica, y todavía me interesa muchísimo, pero como médico, como psiquiatra, como científico, para mí la oportunidad de poder ver dentro del cerebro humano es extraordinaria, y no la cambiaría por nada.

—¿Sería una exageración decir que en EE.UU. Freud y Lacan no son considerados ciencia sino religión?

—Hay gente que tiene un gran respeto por la habilidad de Freud de sintetizar conceptos tan avanzados cuando no existía la información. Por ejemplo, el concepto de la conciencia y la inconciencia. Actualmente sabemos que es a través de la imagenología que nuestros procesos inconscientes se permeabilizan en nuestras decisiones sin darnos cuenta de que está pasado. Hay mucho respeto de cierta gente, pero hay otros que dicen que es literatura o religión. El problema es que algunos han tomado sus escritos como una biblia, y no es culpa de Freud; es culpa de quienes toman literalmente lo que dijo a principios del siglo pasado como si no hubiera habido conocimientos nuevos en estos cien años.

—Ud. está en el país con mayor cantidad de psicoanalistas per cápita del mundo. ¿Qué piensa del psicoanálisis?

—Veo a Freud como un neurocientífico sin las técnicas pero con una gran comprensión y una capacidad analítica extraordinaria. Hay gente en el campo psicoanalítico que mantiene esta rigurosidad intelectual de pensamiento. Con lo que yo no estoy de acuerdo es con seguir las técnicas que se usaban cien años antes.

—Dedicó su vida a estudiar el cerebro humano, ¿en qué porcentaje conoce a los seres humanos más que antes?

—Aprendí que a pesar de que como seres humanos queremos sentir que estamos tomando decisiones con nuestras partes cognitivas del cerebro y del raciocinio, lo que resulta de nuestras acciones es mucho más inconsciente con asociaciones mucho más afectivas que la parte cognitiva. Al entrar en el mundo de las drogas, eso se hace más evidente.

—Somos mucho menos racionales de lo que creemos.

—Mucho menos. Pusieron en un estudio de imágenes a republicanos y demócratas, y les presentaban un anuncio de un republicano o un demócrata. Si era demócrata y le ponían un aviso demócrata, se le activaba el sistema límbico; si era un aviso republicano, su corteza prefrontal se activaba inmediatamente. Cuando oigo al candidato con el que me identifico, existe esta reacción emocional de calor humano, hasta de querer abrazarlo, una reacción emotiva. En cambio, me ponen al otro, e inmediatamente toda mi capacidad intelectual se va a destruir los argumentos. No entro a destruir los argumentos de la persona con la que estoy acondicionada; acondicionamiento positivo para éste y se me activa el sistema límbico; tengo un elemento de acondicionamiento negativo con el otro y se me activa el sistema cognitivo.

—Schopenhauer especialmente y Nietzsche, desde la filosofía, pusieron a la voluntad como la condición esencial de la vida. Sabiendo que la adicción se caracteriza por la pérdida de la voluntad y el libre albedrío, ¿qué reflexión filosófica le dejaron sus estudios sobre el cerebro?

—Lo veo desde la perspectiva de la libertad. La libertad tiene sentido cuando se tiene posibilidad de elección. He aprendido sin embargo que lo que es libre albedrío no es algo fijo, y que en ciertos momentos de la vida el control sobre ella no va a ser tan fuerte. Creo que si todos somos honestos podemos evaluarnos en momentos en que hemos perdido el control en cierto nivel.

—El derecho comprende esa situación en los estados de emoción violenta.

—Cuando las emociones son muy intensas, como puede suceder con un adicto a las drogas, la corteza frontal se desconecta porque se genera el mecanismo de... flight, entonces la corteza en esa circunstancia se vuelve negativa para tu supervivencia.

—Ud. conduce un organismo del país en que más severamente se responsabiliza a las personas por sus elecciones equivocadas.

—Se lo puedo llevar al extremo de cómo nuestros genes determinan nuestra responsabilidad y nuestra conducta. Hace siete años se hicieron unos experimentos con animales. Hay dos especies que son básicamente similares, excepto que una es monogámica y la otro poligámica: la diferencia es un gen que tiene que ver con la oxitocina. A los animales monogámicos se les cambia el gen y se vuelven poligámicos, y viceversa. No es algo moral, es algo biológico.

—¿Algo que no le haya preguntado que quiera transmitir a los argentinos?

—Que la adicción es una enfermedad del cerebro y que desgraciadamente las áreas del cerebro que están afectadas son áreas que influyen en nuestra capacidad de libre albedrío. De ahí que a veces las personas que consumen drogas tengan conductas que parecen tan estúpidas y con consecuencias tan graves que no tienen ningún sentido, porque la manera en que ellos están tomando decisiones es muy distinta a cómo sería si esas áreas estuvieran funcionando apropiadamente. La adicción a las drogas no se cura, pero se puede tratar y el pronóstico permite a la persona recuperarse básicamente con un tratamiento adecuado.

—Una mirada optimista.

—Absolutamente.

Obrigado ao Daniel Oiticica pela indicação.

Um comentário:

  1. Acabo de añadir el feed a mis favoritos. Me gusta mucho leer sus mensajes.

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