segunda-feira, 16 de março de 2015

ENTREVISTA COM NAOMI KLEIN

 
http://fc00.deviantart.net/fs49/f/2009/160/8/9/stop_global_warming_II_by_luminous_luminance.jpg


“El sistema capitalista que tenemos ha causado el cambio climático”. 

Entrevista Naomi Klein · · · · · 

¿Podemos detener el calentamiento global? Sólo si cambiamos de modo radical nuestro sistema capitalista, sostiene la ensayista Naomi Klein. En una entrevista con el semanario alemán DER SPIEGEL, realizada por Klaus Brinkbäumer, explica por qué ha llegado el momento de abandonar los pequeños pasos en favor de un enfoque radicalmente nuevo, tal como detalla en su libro de reciente aparición en castellano, Esto lo cambia todo, el capitalismo contra el clima (Paidós, Barcelona, 2015).

DER SPIEGEL: Señora Klein, ¿por qué no consigue la gente detener el cambio climático?

Klein: Mala suerte. Mal momento. Muchas coincidencias lamentables.

SPIEGEL: ¿La catástrofe equivocada en el momento equivocado?

Klein: El peor momento posible. La conexión entre gases de invernadero y calentamiento global viene siendo una cuestión política central para la humanidad desde 1988. Fue precisamente la época en que cayó el Muro de Berlín y Francis Fukuyama certificó “el fin de la Historia", la victoria del capitalismo occidental. Canadá y los EE.UU. firmaron el primer acuerdo de libre comercio, que sirvió de prototipo para el resto del mundo.

SPIEGEL: ¿De modo que lo que dice usted es que empezó una nueva era de consumo y energía precisamente en el momento en que la sostenibilidad y contención habrían sido más adecuadas?

Klein: Exacto. Y fue precisamente en ese momento cuando nos dijeron que ya no había nada parecido a la responsabilidad social y la acción colectiva, que deberíamos dejarlo todo al mercado. Privatizamos nuestros ferrocarriles y la red energética, la OMC y el FMI se comprometieron con un capitalismo desregulado. Por desgracia, esto condujo a una explosión de las emisiones. 

SPIEGEL: Usted es activista y lleva culpando al capitalismo de toda clase de cosas a lo largo de los años. ¿Le echa la culpa ahora también del cambio climático?

Klein: No hay razón para ser irónicos. Las cifras cuentan cuál es la historia entera. Durante los años 90, las emisiones se elevaron un 1% anual. Desde el año 200 han ido subiendo una media del 3.4 %. Se exportó globalmente el sueño americano y se expandieron rápidamente bienes de consumo que creíamos esenciales para satisfacer nuestras necesidades. Empezamos a vernos exclusivamente como consumidores. Cuando el comprar como forma de vida se exporta a todos los rincones del globo, eso exige energía. Mucha energía. 

SPIEGEL: Volvamos a nuestra primera pregunta: ¿por qué no ha podido la gente detener este cambio?

Klein: Hemos desechado sistemáticamente las herramientas. Hoy se hace mofa de regulaciones de toda laya. Los gobiernos ya no aplican reglas severas que pongan límites a las compañías petrolíferas y demás empresas. Estas crisis se nos ha venido encima en el peor momento posible. Ya no nos queda tiempo. Estamos en un momento de ahora o nunca. Si no actuamos como especie, nuestro futuro está en peligro. Tenemos que reducir emisiones de modo radical. 

SPIEGEL: Volvamos a otra pregunta: ¿No está usted apropiándose indebidamente del cambio climático para utilizarlo en su crítica del capitalismo?

Klein: No. El sistema económico que hemos creado ha creado también el cambio climático. No me lo he inventado. El sistema es inservible, la desigualdad económica es demasiado grande y la falta de contención por parte de las compañías energéticas es desastrosa.    

SPIEGEL: Su hijo Toma tiene dos años y medio. ¿En qué clase de mundo vivirá cuando salga del instituto en 2030?

Klein: Eso es lo que está decidiéndose ahora mismo. Veo señales de que podría haber un mundo radicalmente distinto del que tenemos hoy en día, y de que el cambio podría ser bien bastante positivo o extremadamente negativo. Ya es seguro que al menos en parte será un mundo peor. Vamos a experimentar el cambio climático y bastantes más desastres naturales, eso es seguro. Pero tenemos tiempo todavía para impedir un calentamiento verdaderamente catastrófico. Tenemos tiempo asimismo de cambiar nuestro sistema económico para que no se vuelva más brutal y despiadado al enfrentarse al cambio climático. 

SPIEGEL: ¿Qué puede hacerse para mejorar la situación?

Klein: Tenemos hoy que tomar algunas decisiones acerca de qué valores son importantes para nosotros y cómo queremos de verdad vivir. Y, por supuesto, hay una diferencia entre que la temperatura se eleve solo 2 grados o lo haga 4 o 5 o más. Todavía nos es posible a los seres humanos tomar las decisiones correctas. 

SPIEGEL: Han pasado 26 años desde que se fundó el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC - Intergovernmental Panel on Climate Change) en 1988. Sabemos como mínimo desde entonces que las emisiones de CO2 causadas por quemar petróleo y carbón son responsables del cambio climático. Pero poco se ha hecho por encarar el problema. ¿No hemos fracasado ya?

Klein: Yo veo la situación de modo diferente, dado el enorme precio que tendremos que pagar. Mientras tengamos la menor oportunidad de éxito o de minimizar el daño, tenemos que seguir luchando.

SPIEGEL: Hace varios años, la comunidad internacional estableció un objetivo para limitar el calentamiento global a dos grados centígrados. ¿Lo considera todavía alcanzable? 

Klein: Bueno, todavía es una posibilidad física. Tendríamos que reducir inmediatamente las emisiones globales en un 6% anual. Los países más ricos tendrían que sobrellevar un peso mayor, lo que significa que los EE.UU. y Europa tendrían que recortar emisiones entre un 8% y un 10% anual. Inmediatamente. No es imposible, solo que es profundamente irreal políticamente con nuestro actual sistema.

SPIEGEL: ¿Está usted diciendo que nuestras sociedades no son capaces de hacerlo?

Klein: Sí. Necesitamos un cambio espectacular, tanto en la política como en la ideología, porque hay una diferencia fundamental entre lo que los científicos nos dicen que tenemos que hacer y nuestra actual realidad política. No podemos cambiar la realidad física, así que tenemos que cambiar la realidad política.

SPIEGEL: ¿Puede una sociedad que se centra en el crecimiento combatir de verdad con éxito el cambio climático?

Klein: No. Un modelo económico basado en un crecimiento indiscriminado lleva inevitablemente a un mayor consumo y a mayores emisiones de CO2. Puede y debe haber crecimiento en el futuro en muchos sectores bajos en carbón de la economía: en tecnologías verdes, en transporte público, en todas las profesiones que proporcionan cuidados, en las artes y, por supuesto, en educación. Ahora mismo, el núcleo de nuestro producto interior bruto comprende solo el consumo, las importaciones y exportaciones. Ahí tiene que haber recortes. Cualquier otra cosa sería engañarse. 

SPIEGEL: El Fondo Monetario Internacional afirma lo contrario. Dice que el crecimiento económico y la protección del clima no se excluyen mutuamente. 

Klein: No analizan las mismas cifras que yo. El primer problema es que en todas estas conferencias sobre el clima todo el mundo actúa como si fuéramos a llegar a nuestra meta por medio de un compromiso propio y de obligaciones voluntariamente aceptadas. Nadie le dice a las empresas petrolíferas que van a tener que ceder. El segundo problema es que estas empresas van a luchar como fieras para proteger lo que no quieren perder.

SPIEGEL: ¿En serio quiere eliminar el libre mercado con el fin de salvar el clima?

Klein: No hablo de eliminar mercados, pero nos hace falta mucha más estrategia, dirección y planificación, y un equilibrio muy diferente. El sistema en el que vivimos está abiertamente obsesionado con el crecimiento, considera bueno todo crecimiento. Pero hay formas de crecimiento que está claro que no son buenas. Está para mí claro que mi posición entra en conflicto directo con el neoliberalismo. ¿Es verdad que en Alemania, aunque han acelerado ustedes el cambio a las renovables, el consumo de carbón está en realidad aumentando?

SPIEGEL: Eso era cierto entre 2009 y 2013.

Klein: Para mí eso es expresión de su renuencia a tomar decisiones sobre lo que hace falta llevar a cabo. Alemania tampoco va a cumplir su objetivo de emisiones en años venideros.

SPIEGEL: ¿Es la presidencia de Obama lo peor que podía haberle pasado al clima?

Klein: En cierto modo. No porque Obama sea peor que un republicano, que no lo es, sino porque estos ocho años fueron la mayor oportunidad desperdiciada de nuestras vidas. Se daban los factores justos para una convergencia realmente histórica: consciencia, apremio, ánimo, su mayoría política, el fracaso de los Tres Grandes fabricantes de automóviles norteamericanos y hasta la posibilidad de encarar a la vez el cambio climático y el fallido mundo financiero sin regular. Pero cuando accedió al cargo no tuvo el valor de acometerlo. No venceremos en esta batalla a menos que estemos dispuestos a hablar de por qué Obama consideró que el hecho de tener control sobre bancos y compañías de automóviles era más una carga que como una oportunidad. Estaba prisionero del sistema. No quiso  cambiarlo.

SPIEGEL: Los EE.UU. y China llegaron finalmente a un acuerdo inicial sobre el clima en 2014.

Klein: Lo cual, por supuesto, es algo bueno. Pero todo lo que puede resultar penoso en el acuerdo no entrará en vigor hasta que Obama concluya su cargo. Con todo, lo que ha cambiado es que Obama dijo: "Nuestros ciudadanos se están manifestando, no podemos ignorarlo". Los movimientos de masas son importantes, tienen repercusiones. Pero para empujar a nuestros líderes hasta donde tienen que llegar, los movimientos tienen que hacerse aún más fuertes.

SPIEGEL: ¿Cuál debería ser su meta?

Klein: En los últimos 20 años, la extrema derecha, la absoluta libertad de las empresas petrolíferas y la libertad del 1% de los superricos de la sociedad se han convertido en norma política. Tenemos que desplazar de nuevo el centro político norteamericano de la franja derechista a su lugar natural, el verdadero centro.   

SPIEGEL: Señora Klein, eso no tiene sentido, porque es una ilusión. Piensa usted en abarcar demasiado. Si quiere usted eliminar el capitalismo antes de pergeñar un plan para salvar el clima, sabe usted que esto no va a suceder.

Klein: Mire, si quiere usted deprimirse, hay muchas razones para ello. Pero seguirá usted equivocándose, porque el hecho es que centrarse en cambios graduales supuestamente conseguibles, como el comercio de emisiones y el cambio de bombillas, ha fracasado miserablemente. En parte eso se debe a que en la mayoría de los países, el movimiento ambiental ha seguido elitista, tecnocrático y supuestamente neutral en lo político durante dos décadas y media. Ya vemos hoy cuáles son los resultados: nos ha llevado por el camino equivocado. Las emisiones están aumentando y aquí está el cambio climático. En segundo lugar, en los EE.UU. todas las transformaciones importantes legales y sociales de los últimos 150 años han sido resultado de movimientos sociales masivos, ya estuviesen  a favor de las mujeres, contra la esclavitud o en pro de los derechos civiles. Necesitamos de nuevo esta fortaleza, y bien rápido, porque la causa del cambio climático es el sistema político y económico mismo. Su enfoque es demasiado tecnocrático y estrecho.

SPIEGEL: Si intenta usted solucionar un problema específico dándole la vuelta a todo el orden social, no lo va a resolver. Eso es una fantasía utópica.

Klein: Si el orden social es la raíz del problema, no. Visto desde otra perspectiva, nadamos literalmente en ejemplos de pequeñas soluciones: hay tecnologías verdes, leyes locales, tratados bilaterales e impuestos al CO2. ¿Por qué no tenemos todo eso a escala global?

SPIEGEL: ¿Está usted diciendo que todos esos pequeños pasos – tecnologías verdes e impuestos al CO2 y un comportamiento ecológico individual – no tienen sentido?

Klein: No. Todos deberíamos hacer lo que podamos, por supuesto. Pero no podemos engañarnos con que eso sea suficiente. Lo que digo es que esos pequeños pasos seguirán siendo demasiado pequeños si no se convierten en un movimiento de masas. Necesitamos una transformación económica y política, que se base en comunidades más fuertes, empleos sostenibles, mayor regulación y un alejamiento de esta obsesión del crecimiento. Esas son las buenas noticias. Tenemos de verdad la oportunidad de resolver muchos problemas de inmediato.  

SPIEGEL: No parece contar con la razón colectiva de políticos y empresarios.

Klein: Porque el sistema no puede pensar. El sistema recompensa la ganancia a corto plazo, lo que quiere decir beneficios rápidos. Fíjese en Michael Bloomberg, por ejemplo...

SPIEGEL: …empresario y antiguo alcalde de la ciudad de Nueva York…

Klein: …que entiende la gravedad de la crisis del clima como político. Como empresario, prefiere invertir en un fondo que se especializa en activos de petróleo y gas. Si una persona como  Bloomberg no puede resistirse a la tentación, se puede asumir en ese caso que no es tan grande la capacidad de autoconservación del sistema. 

SPIEGEL: Un capítulo especialmente inquietante de su libro es el de Richard Branson, presidente del Grupo Virgin.

Klein: Sí, no me lo habría esperado.

SPIEGEL: Branson ha tratado de presentarse como un hombre que quiere salvar el clima. Todo empezó en un encuentro con Al Gore.

Klein: Y en 2006 se comprometió en un acto que acogía la Clinton Global Initiative a que invertiría 3.000 millones de dólares en investigación en tecnologías verdes. En aquella época yo pensaba que sería una aportación realmente fantástica. Lo que no se me ocurrió pensar es “qué cabrón tan cínico eres”.  

SPIEGEL: Pero Branson no estaba más que simulando y solo invirtió una parte de ese dinero.

Klein: Puede que fuera sincero en ese momento, pero sí, se invirtió una parte.

SPIEGEL: Desde 2006, Branson ha añadido 160 nuevos aviones a sus numerosas líneas aéreas y ha incrementado sus emisiones en un 40%. 

Klein: Sí.

SPIEGEL: ¿Qué se puede aprender de esta historia?

Klein: Que tenemos que poner en tela de juicio el simbolismo y los gestos que hacen las estrellas de Hollywood y los superricos. No podemos confundirlos con un plan científicamente serio para reducir emisiones.

SPIEGEL: En Norteamérica y Australia, se gasta mucho dinero intentando negar el cambio climático. ¿Por qué?

Klein: Es distinto de Europa. Se trata de una indignación semejante a la de quienes se oponen al aborto y el control de armas. No se trata sólo de que estén protegiendo un modo de vida que no quieren cambiar. Es que han entendido que el cambio climático pone en solfa el núcleo de su sistema de creencias contrario al gobierno y en pro del libre mercado. De modo que tienen que negarlo para proteger su propia identidad. Por eso por lo que existe esta diferencia de intensidad: los liberales quieren actuar un poquito en la protección del clima. Pero al mismo tiempo, estos liberales tienen una serie de cuestiones aparte que figuran de modo más destacada en su agenda. Pero tenemos que entender que los más duros de quienes niegan el cambio climático entre los conservadores harán todo lo que esté en su mano para impedir que se actúe.

SPIEGEL: ¿Con estudios pseudocientíficos y desinformación?

Klein: Con todo eso, por supuesto.

SPIEGEL: ¿Explica eso por qué relaciona todas esas cuestiones – cuestiones de medio ambiente, igualdad, salud pública y trabajo – que son populares entre la izquierda? ¿Por razones puramente estratégicas?

Klein: Esas cuestiones guardan relación y nos hace falta asimismo relacionarlas en el debate. Sólo hay un modo de vencer en una batalla contra un pequeño grupo de personas que se te enfrentan porque tienen mucho que perder: hay que iniciar un movimiento masivo que abarque a toda aquella gente que tiene mucho que ganar. A quienes lo niegan solo se les puede derrotar si te muestras igual de apasionado que ellos, pero también cuando eres superior en número. Porque la verdad es que son realmente muy pocos.

SPIEGEL: ¿Por qué no cree usted que la tecnología tenga potencial para salvarnos?

Klein: Se ha producido un progreso tremendo en el almacenamiento de energías renovables, por ejemplo, y en la eficiencia solar. Pero ¿en el cambio climático? Yo, en cualquier caso, no tengo bastante fe como para decir: "Como ya nos inventaremos algo en un momento dado, dejemos de lado todos los demás esfuerzos". Eso sería una insensatez.

SPIEGEL: Gente como Bill Gates ve las cosas de modo diferente.

Klein: Y yo encuentro ingenuo su fetichismo tecnológico. En años recientes hemos sido testigos de ciertos fracasos verdaderamente resonantes en los que algunos de los tíos más listos metieron la pata hasta el fondo a una escala grandiosa, ya fuera con los derivados que desencadenaron la crisis o la catástrofe petrolífera de la costa de Nueva Orleans. En una gran mayoría, la gente, nosotros, destrozamos las cosas y no sabemos luego cómo arreglarlas. Y ahora mismo, lo que estamos destrozando es nuestro planeta.

SPIEGEL: Oyéndola, se podría tener la impresión de que la crisis del clima es una cuestión de género.

Klein: ¿Por qué dice usted eso?

SPIEGEL: Bill Gates dice que tenemos que avanzar e idear nuevas invenciones para poner bajo control el problema y, en última instancia, esta Tierra nuestra tan complicada. Por otro lado, dice usted: parad, no, tenemos que adaptarnos a este planeta y volvernos más livianos. Las compañías petrolíferas norteamericanas están dirigidas por hombres. Y a usted, una mujer crítica, la describen como una histérica. No resulta absurdo pensarlo, ¿verdad?

Klein: No. La industrialización en su conjunto estaba emparentada con el poder, con ver si sería el hombre o la naturaleza la que dominara la Tierra. A algunos hombres les resulta difícil reconocer que no lo tenemos todo bajo control; que hemos acumulado todo este CO2 a lo largo de los siglos y que la Tierra hoy nos dice: mira, no eres más que un invitado en mi casa. 

SPIEGEL: ¿Invitado de la Madre Tierra?

Klein: Eso suena demasiado cursi. Pero, con todo, tiene usted razón. La industria petrolífera es un mundo dominado por los hombres, muy semejante en eso a las altas finanzas. Es algo muy de machos. La idea norteamericana y australiana de "descubrir" un país infinito y de que se puedan extraer inacabables recursos entraña un relato de dominación, que representa tradicionalmente a la naturaleza como una mujer débil y torpe. Y la idea de estar en relación de interdependencia con el resto del mundo natural se considera una debilidad. Por eso es por lo que les resulta doblemente difícil a los machos alfa reconocer que se han equivocado.

SPIEGEL: Hay en su libro una cuestión de la que parece querer desviarse. Aunque denigra usted a las empresas, no dice usted nunca que sus lectores, que son clientes de estas empresas, son asimismo culpables. Tampoco dice usted nada del precio que tendrá que pagar cada uno de sus lectores por la protección del clima.

Klein: Oh, yo creo que la mayoría de la gente estaría encantada de pagar por ello. Saben que la protección del clima exige un comportamiento razonable: conducir menos, volar menos y consumir menos. Estarían encantados de utilizar energías renovables si se les ofreciera.

SPIEGEL: Pero la idea no es lo bastante grande, ¿verdad?

Klein: (ríe) Exacto. El movimiento verde pasó décadas instruyendo a la gente para que utilizara su basura como abono, para que reciclara y montase en bicicleta. Pero fíjese en lo que ha sucedido con el clima durante estas décadas.

SPIEGEL: ¿Es su manera de vivir beneficiosa para el clima?

Klein: No lo bastante. Voy en bicicleta, utilizo el transporte público, trato de dar charlas por Skype, comparto un coche híbrido y he recortado mis vuelos hasta una décima parte de lo que eran antes de empezar este proyecto. Mi pecado está en tomar taxis y, desde que salió el libro, en volar demasiado. Pero no creo tampoco que tenga que ser la gente perfectamente verde y que vive sin emitir CO2 la única que deba hablar sobre esta cuestión. Si así fuera, entonces nadie podría decir una palabra en absoluto. 

SPIEGEL: Señora Klein, gracias por esta entrevista. 

Naomi Klein es autora, entre otros libros, de La doctrina del shock y No Logo.

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

Sinpermiso electrónico se ofrece semanalmente de forma gratuita. No recibe ningún tipo de subvención pública ni privada, y su existencia sólo es posible gracias al trabajo voluntario de sus colaboradores y a las donaciones altruistas de sus lectores

domingo, 15 de março de 2015

HISTÓRIA EXTRAORDINÁRIA *


http://www.joannaseikalyartgallery.com/wp-content/gallery/mansour-el-habre/Football_acrylic2010_50x60cm.jpg


No verão de 1942, a Ucrânia é administrada pelos nazistas com a brutalidade que os caracteriza. No entanto, os alemães quiseram organizar partidas de futebol entre os diferentes países ocupados ou satelitizados no Leste. E eis que uma equipe logo de distingue, acumulando vitórias contra seus adversários romenos ou húngaros: o FC Start, montado às pressas a partir da ossatura do defunto Dínamo de Kiev, proibido desde o início da ocupação, mas cujos jogadores foram chamados de volta para a ocasião.

A notícia dos sucessos dessa equipe chega aos alemães, que decidem organizar uma partida de prestígio em Kiev, entre a equipe local e a equipe da Luftwaffe. Os jogadores ucranianos são obrigados, no momento da apresentação das equipes, a fazer a saudação nazista.

No dia da partida, as duas equipes entram no estádio, lotado, e os jogadores alemães estendem o braço, gritando: "Heil Hitler!". Os ucranianos também estendem o braço, por certo para a decepção do público que, evidentemente, vê na partida a ocasião de uma demonstração de resistência simbólica ao invasor. Mas, em vez de pontuarem seu gesto com o "Heil Hitler" convencionado, os jogadores fecham o punho, dobram o braço sobre o peito e gritam: "Viva a cultura física!". O slogan, impregnado de conotação soviética, faz o público delirar.

Mal iniciada a partida, um atacante ucraniano tem a perna fraturada por um jogador alemão. Ora, na época não há reservas. O FC Start deve assim jogar com dez. Em superioridade numérica os alemães abrem o placar. A situação parece bem difícil, mas os jogadores de Kiev não desistem. Conseguem o empate, para a alegria da multidão. Depois marcam um segundo gol, que faz o estádio explodir.

No intervalo, o general Eberhardt, superintendente de Kiev, vai visitar os jogadores ucranianos no vestiário e lhes faz este discurso: "Bravo, vocês jogaram muito bem e nós apreciamos. Só que agora no segundo tempo, vocês devem perder. Devem! A equipe da Luftwaffe nunca foi derrotada, especialmente em territórios ocupados. É uma ordem! Se vocês não perderem, serão executados".

Os jogadores escutam em silêncio. De volta ao campo, sem acordo prévio e após um breve momento de incerteza, eles tomam sua decisão: vão jogar. Marcam um gol, depois mais um, acabam vencendo por cinco a um. O público ucraniano delira. O lado alemão resmunga. Tiros são disparados no ar. Mas por enquanto nenhum dos jogadores é ainda atingido, pois os alemães pretendem lavar a afronta em campo.

Três dias depois, uma revanche é organizada e anunciada através de uma grande quantidade de cartazes. Nesse meio tempo, os alemães fazem vir com urgência jogadores profissionais de Berlim para reforçar a equipe.

A segunda partida começa. O estádio está de novo lotado, mas desta vez tropas da SS se postam ao redor, oficialmente a fim de manter a ordem. Os alemães abrem outra vez o placar. Mas os ucranianos reagem e vencem por cinco a três. No final da partida, a torcida ucraniana delira de alegria, mas os jogadores estão lívidos. Os alemães disparam tiros, o campo é invadido. Na confusão três jogadores desaparecem na multidão. Eles sobreviverão à guerra. O resto da equipe é detido e quatro jogadores são imediatamente levados a Babi Yar, onde são executados. Ajoelhado diante da cova, o capitão e goleiro Nicolaï Trusevich tem tempo de gritar, antes de receber uma bala na nuca: "O esporte vermelho não morrerá jamais!". Os outros jogadores serão a seguir também assassinados. Hoje , um monumento lhes é dedicado diante do estádio do Dínamo.


* Texto extraído do livro HHhH de Laurent Binet (Companhia das Letras), gentilmente emprestado pelo amigo Cristóvão Feil.

segunda-feira, 2 de março de 2015

8 razões pelas quais o preço do petróleo está voltando a subir






Apesar da conspiração entre árabes e americanos para baratear o petróleo e pressionar economicamente a Rússia, Irã e Venezuela, os preços voltam a subir.


Nazanín Armanian *



Se ainda alguém não sabe, a Aramco – a empresa de petróleo da Arábia Saudita, e também a maior do mundo –, até bem pouco tempo, em 1977, se chamava Arabian American Oil Co., sendo de propriedade comum entre a família saudita e várias empresas da Califórnia e do Texas. Por isso, não se pode ficar surpreso se a dupla Washington-Riad tiver algo a ver com a queda brusca dos preços de 115 dólares o barril para 45 dólares entre junho e dezembro passados, levando em conta que o mercado de petróleo não é “livre”: ele é controlado por um cartel chamado OPEP e por grandes empresas petrolíferas ocidentais. E mais, o combustível gorduroso e malcheiroso, antes de tudo, é uma arma que nesse caso foi apontada contra a Rússia, o Irã e a Venezuela com a finalidade de conseguir mudanças em suas políticas via afundamento de suas economias, e ainda resgatar um falecido petrodólar – um dos pilares da hegemonia mundial dos EUA.

No entanto, a festa durou pouco e os promotores da “conspiração Aramco” se deram conta de que os prejuízos dessa queda de preços são maiores do que seus benefícios político-econômicos. Por isso, o preço de venda do petróleo para o mês de março teve uma notável melhora nos três mercados de Brent, dos EUA e da OPEN, oscilando por volta de 59 dólares o barril.

Aqui vão alguns motivos:

1. Os membros dos Brics, com exceção da Rússia, foram os principais agraciados pela compra de um petróleo barato.

a) China, o principal rival dos EUA e o segundo consumidor mundial de petróleo, bateu seu recorde de importações de petróleo, apesar de seu crescimento econômico ter sido o mais frouxo desde 1990 (mas registrou, no primeiro trimestre de 2014, um crescimento de 7,2%): começou a comprar 6,2 milhões de barris por dia, e acabou o mês de dezembro com 7,2 milhões de barris por dia, injetando-os em sua Reserva Estratégica de Petróleo (o armazenamento ocorre para afrontar as emergências, como a interrupção do abastecimento). Com isso, a China não só deixou os EUA nervosos, mas contribuiu para empurrar os preços para o alto, por dois outros fatores: tirar boa parte do excedente de petróleo que nadava no mercado e gerar incerteza sobre seu passo seguinte no mercado.

b) Beneficiou o Brasil, a principal potência rival dos EUA na América, e que agora está decidida a recuperar sua influência no seu “quintal”, e a África do Sul, o principal competidor de Washington na África. Os Brics decidiram abandonar o dólar em suas transações e criaram um banco com a finalidade de debilitar as instituições financeiras ocidentais.

2. Não conseguir mudar a postura de Moscou nos casos da Ucrânia, Crimeia e Síria. Pois se os setores belicistas ocidentais desferiram o primeiro ataque à Rússia, provocando um golpe de Estado na Ucrânia, levando à surpresa da integração da Crimeia à Federação Russa, eles pensaram que uma drástica queda nos preços do petróleo – triturando o rublo e a economia russa – fosse provocar a rendição do Kremlin. Estratégia ruim, já que o golpe à economia do país eslavo, assim como a dramática guerra da Ucrânia, deixou cerca de 6 mil mortos e milhões de desabrigados, e teve um efeito negativo sobre os países europeus aliados de Washington, que enfrentam uma ameaça de recessão: estão perdendo o mercado russo e também os investimentos, tanto dos magnatas russos como de seu Estado. Na Espanha, por exemplo, os milionários russos estavam comprando prédios inteiros herdados da era da especulação mobiliária. Além disso, é incompreensível que não previssem uma aproximação Moscou-Pequim (sem precedentes após a morte de Stalin) e Moscou-Teerã: os presidentes Vladimir Putin e Hassan Rouhani, que compartilham o sofrimento pelas sanções impostas pelos EUA e seus sócios, assim como pela “Conspiração Aramco”, tiveram quatro encontros em um ano, algo também sem precedentes na história dos dois vizinhos.

3. Quanto ao Irã, não conseguiram pressioná-lo para conseguir mais vantagem nas negociações nucleares em curso e subtrair suas forças na região porque:

a) Teerã não deixou de apoiar o governo de Bashar al-Assad (a Síria representa a profundidade estratégica do Irã enquanto ele está no poder), e inclusive já fala abertamente dos generais iranianos que trabalham em solo sírio;

b) nem aceitou o fechamento total de seu programa nuclear, e isso apesar de John Kerry ter lançado um ultimato a Teerã para assinar um acordo político global até o final de março – se não, não retomariam as negociações. O certo é que a administração Obama está muito consciente da luta pelo poder no seio da República Islâmica entre os setores militares – contrários a um acordo com os EUA – e o governo do presidente Rouhani, que tenta, por um lado, driblar as sanções que estão afogando a economia iraniana e, por outro, evitar um confronto bélico (tentou baixar a tensão depois que o míssil israelense matou um general iraniano na Síria, no último dia 20 de janeiro). Se Obama pretende impedir um Irã nuclear, um petróleo com preços no chão, aumentará a tensão social em um Irã monoprodutor e fortalecerá a posição dos céticos e dos setores que querem guerra (assim como EUA e Israel). As medidas de Rouhani diante da manobra da Aramco foram incentivar a exportação dos produtos não petrolíferos, investir no turismo, aumentar os impostos, manter os subsídios aos principais produtos de consumo e a ajuda às famílias desfavorecidas, além de uma política externa agressiva na região com um ramo de oliveira nas mãos – que inclui sobretudo os países árabes “inimigos” e membros da OPEP, como Kuwait ou Catar.

4. A perda de centenas de milhões de dólares por parte das grandes empresas petrolíferas ocidentais, como as que operam no Iraque, Líbia, Nigéria, entre outros.

5. O déficit orçamentário gerado pela queda do preço do petróleo criou dificuldades para os xeiques sauditas, em pelo menos estes três cenários:

a) No interior do país: seus orçamentos foram elaborados com base no barril de 72 dólares, e agora se enfrenta um aumento importante dos preços dos produtos básicos. Além disso, previu-se, desde a repressão da primavera de 2011, realizar uma série de projetos que melhorariam a vida dos cidadãos – como a construção de moradias, a criação de postos de trabalho, ou a chegada de água e luz a milhões de pessoas que vivem na pobreza absoluta – e que agora estão paralisados.

b) No Egito: a promessa feita em 2011 aos militares encabeçados pelo general Al-Sisi de receber 160 bilhões de dólares anuais acabam com a Irmandade Muçulmana do presidente Mohammed Mursi, preso após o golpe de Estado. O que acontecerá no Egito, seu grande aliado contra Irã, se não cumprir?

c) No Iraque e na Síria: dificuldade para pagar os honorários de milhares de jihadistas do Estado Islâmico e grupos parecidos, cuja missão é acabar com os governos de Damasco e de Bagdá, ambos próximos a Teerã, e arrastar o Irã para uma guerra regional sectária. Desde 2011 até hoje, investiu bilhões de dólares nesses terroristas, com um êxito parcial: destruiu o Estado sírio, mas ainda não conseguiu levantar um novo e afim.

6. Nos EUA, dois fatos contribuíram para o aumento dos preços do barril:

a) Os cortes nos investimentos de capital por parte das multinacionais na extração do petróleo de xisto como resposta à queda dos preços. Pois cada barril lhes está custando entre 70 e 80 dólares (diante dos 15-20 dólares no Oriente Médio) e um petróleo por menos desse preço, obviamente, não é rentável. Com isso, nos EUA e no Canadá, cerca de 90 plataformas de exploração fecharam. BP perdeu bilhões de dólares em todo o mundo e planeja reduzir suas atividades de exploração à metade e os investimentos até 20%. A Chevron está em situação parecida.

b) A greve de cerca de 4 mil trabalhadores das empresas Royal Dutch Shell Oil e BP em nove refinarias em Ohio, Califórnia, Kentucky, Texas e Washington, iniciada em 1° de fevereiro. Exigem um convênio coletivo para o setor, a redução do número de trabalhadores não sindicalizados e melhorias nas condições de segurança e saúde, em uma greve que é a primeira dessa envergadura há várias décadas.

7. O aumento da tensão na Líbia e a perda de 800 mil barris em um incêndio.

8. O perigo de instabilidade social em países aliados aos EUA, como Iraque (incluindo seu Curdistão) ou Nigéria, pela queda dos petropreços.

O único e grande triunfo dos EUA e da Arábia Saudita nessa história até o momento foi transformar a OPEP em espectro do que foi entre 1960 e 1990, e não apenas porque sua cota de mercado caiu de 62% para os 30% de hoje, mas porque a Arábia, o Kuwait e os Emirados Árabes Unidos fizeram uma frente contra pesos pesados da organização, tais como Irã, Iraque, Argélia, Venezuela e Equador.

Os preços do petróleo tocaram fundo. É perfeitamente lógico que o “Naft” (seu nome em persa, e do qual vêm palavras como “naftalina”) não apenas recupere seu preço – que hoje é mais barato do que uma garrafa de bom vinho –, mas também seu valor: é o resultado de milhões de anos do esforço “não renovável” da natureza.

Profesora de Relaciones Internacionales en la UNED, Licenciada en Ciencias Políticas y doctora en Filosofía, he trabajado en la UNED como tutora de Ciencias políticas, y  desde el  2008 estoy impartiendo clases  en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona.