quarta-feira, 23 de julho de 2008
La banca internacional suspende el examen de confianza del G-8
El sector financiero fracasa ante el ultimátum de 100 días para restablecer la transparencia del sistema - Las entidades presentan pérdidas con cuentagotas
CLAUDI PÉREZ / SANDRO POZZI - Madrid / Nueva York - 23/07/2008
Los fracasos del G-8 han dejado de sorprender al mundo. El grupo que reúne a los siete países que un día fueron los más industrializados más Rusia sucumbió hace un par de semanas en la búsqueda de una respuesta rotunda ante la crisis alimentaria. Lo único destacable de la cumbre de Tokio fue una fastuosa cena con un menú de una veintena de platos.
Pero hay descalabros aún más clamorosos. Hace ya 100 días, el G-8 se reunió en Washington en plena tromba por la crisis financiera. Y disparó contra la banca, el epicentro de los problemas. Lanzó un ultimátum: un plazo de un centenar de días para que los bancos revelaran en sus resultados la profundidad del agujero, que entonces sembraba dudas sobre la transparencia y la confianza del sistema. Cumplido ese plazo, el resultado es un sonoro suspenso. La confianza y la transparencia siguen igual: por los suelos.
En los últimos 100 días, los bancos tenían que revelar rápida y completamente su exposición al riesgo, las depreciaciones de activos y sus estimaciones de pérdidas. Eso no ha sucedido, o sólo parcialmente. La prueba es que los propios bancos siguen sin fiarse de sí mismos y el mercado interbancario prácticamente no existe, está seco. "Por un lado, algunas entidades se han resistido a reconocer algunas cosas; por otro, la crisis es un círculo vicioso que va contaminando activos que parecían sanos, y, aunque la banca amplíe capital, el agujero sigue ampliándose", indica Guillermo de la Dehesa, presidente del Centre for Economic Policy Research.
Pese a los buenos deseos, el sector aún parece un campo de minas. El responsable de mercados monetarios del Fondo Monetario Internacional (FMI), el español Jaime Caruana, aseguró hace unos días en Bruselas que las turbulencias continuarán todavía "unos meses", porque la situación de la banca sigue siendo "frágil". "Puede haber nuevas sorpresas", dijo en relación con posibles quiebras tras el último caso, el de la estadounidense IndyMac. El Fondo pronosticó en abril, un día antes de que el G-8 diera su ultimátum a la banca, que las pérdidas totales ascenderían a unos 630.000 millones de euros. Apenas ha aflorado todavía una parte de esa cifra (ver cuadro).
El punto álgido de la crisis fue el rescate de Bear Stearns, un gran banco de inversión norteamericano. "Lo peor ha pasado ya", coincidieron en marzo gurús y banqueros centrales tras esa operación. Pero, como en los terremotos, en las dos últimas semanas, la crisis ha dejado una segunda réplica, con bancarrotas en EE UU y Europa que han obligado a intervenir al sector público, y han puesto al sector financiero de nuevo encima del alambre.
Wall Street no suele dejarse impresionar por una fecha guillotina como la del G-8. Y menos en la situación de incertidumbre por la que atraviesa el sector financiero, desde la banca de inversión y comercial hasta las entidades hipotecarias y aseguradoras. La semana pasada, los primeros resultados de la gran banca dieron aire al optimismo -a pesar de ser negativos-, pero la preocupación está en la banca regional estadounidense. Y ayer mismo, en una jornada bursátil tremendamente convulsa, Wachovia anunció unas pérdidas récord de 5.800 millones de euros, una prueba más de que las turbulencias están lejos de amainar.
Los analistas coinciden. Mientras el mercado de la vivienda siga cayendo, será difícil saber cuál es el impacto de la crisis en los bancos. El problema se está extendiendo a otros créditos, más allá de las hipotecas. No sólo seguirán anunciando provisiones y pérdidas, sino que se teme que los bancos empiecen a eliminar plantilla y a recortar dividendo y vendiendo activos para dotarse de capital. Ayer mismo, Wachovia anunció un recorte del 87% del dividendo.
"No creemos que se hayan eliminado aún los puntos negros", opina la firma de inversión norteamericana Hodges Capital. La patronal bancaria española no es menos rotunda. "Los mercados no han recuperado la confianza y la fluidez que sería deseable", indican fuentes de la AEB. Como consecuencia de la falta de transparencia, las tensiones en los mercados monetarios, han vuelto a recrudecerse y su normalización se retrasa "cada vez más", señalan.
Promesas
Cumplido ya el ultimátum, la única respuesta de la banca llega en forma de promesas: "Es esencial para la industria reformarse para que inversores y mercados recuperen la confianza perdida", explicó Josef Ackermann -responsable Deutsche Bank y presidente del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), una suerte de lobby que reúne a los grandes bancos mundiales- la pasada semana, en la presentación de un informe de 200 páginas que propone mejoras en la gestión de riesgos, las políticas salariales de los profesionales del sector y la valoración de activos. Es decir, todo lo que ha fallado en esta crisis por la paulatina desregulación de los últimos años.
Los expertos tampoco son optimistas. De la Dehesa destaca el "gran esfuerzo de ajuste" de la gran banca internacional. "Hay una reacción en cadena, nuevas oleadas de activos contaminados que han ido agrandando el agujero. Pero no puede quedar mucho, porque nadie compra ya los activos dañados. Como máximo, puede caer algún banco estatal o regional en Estados Unidos", asegura. "Ha habido un problema grave de transparencia, pero los bancos centrales y los reguladores están haciendo bien su trabajo", resume. Más que nuevos agujeros, puede haber problemas en la concesión de créditos: "El problema de la duración de las turbulencias puede ser un credit crunch, una reducción del crédito a los consumidores y empresas -aunque de momento esa posibilidad se está capeando en Europa, con crecimientos del 10% en el crédito- o un encarecimiento de los préstamos, con el que la banca traslade los problemas que tiene para financiarse".
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