sábado, 7 de novembro de 2009
Los enigmas sobrevuelan la matanza
El presidente Obama aconsejó no “sacar conclusiones” sobre la masacre hasta “que se conozcan todos los hechos”. Las convicciones religiosas del mayor Hassan podrían ser un factor, pero no queda claro por qué otros tres militares fueron detenidos por el ataque.
Por Guy Adams *
Los colegios estaban cerrados, las calles desiertas y los puestos de control instalados en las entradas a Fort Hood, mientras los investigadores querían determinar cómo un hombre armado solo pudo planear y llevar a cabo una de los matanzas más terribles en la historia militar de Estados Unidos. El número de muertos del ataque del jueves aumentó a 13, con 30 heridos durante el incidente en que el atacante, el mayor Nidal Malik Ha-ssan, abrió fuego sobre un grupo de 300 soldados desarmados que esperaban ser examinados en uno de los centros médicos de la base.
Las víctimas todavía están siendo operadas y los médicos advierten que el número de muertos aún puede aumentar. El teniente general Bob Cone, el comandante de la base, dijo que el número de muertos podría haber sido mucho mayor si no hubiera sido por la sargento Kimberly Munley, una oficial civil de la policía que llegó a la escena más o menos a los tres minutos y logró desarmar al mayor Hassan después de dispararle cuatro veces.
La sargento Munley fue herida por una bala que le atravesó ambas piernas. Sus acciones fueron “sorprendentes y agresivas”, dijo Cone. “Ella es una de nuestras más admirables jóvenes mujeres policías. Entró y básicamente lo enfrentó. Creo, seguro, que esto podría haber sido mucho peor.” Los informes de los testigos sugieren que el ataque ocurrió poco después de la 1.30 PM, mientras la tropa hacía fila para un examen ocular y otras prácticas médicas, en un grupo de edificios conocido como el Centro de Preparación del Soldado. El hombre armado tenía dos pistolas, una de ellas automática.
Escenas caóticas fueron descriptas por el teniente general Cone, que habló con varias de las víctimas. Una le dijo: “Cometí el error de moverme y me disparó nuevamente”. Otros recuerdan cómo lograron “tirarse al piso y ayudarse unos a otros”. Los oficiales no descartan la posibilidad de que algunas bajas fueran víctimas de “fuego amigo” de los oficiales de policía. El teniente general Cone admitió que era irracional pensar que un solo hombre armado pudiera disparar a tanta gente, aunque la masacre ocurrió en “sitios cerrados” e involucró “fuego rebotado”.
A unos 50 metros, 138 soldados y sus familias habían estado por comenzar una ceremonia de graduación. Las puertas al auditorio estaban bloqueadas y una sirena los instó a evacuar el edificio, evitando lo que podría haber sido una tragedia mucho peor.
Un ex oficial del ejército británico, el mayor Jim Panton, piloto, estuvo basado en Fort Hood durante casi tres años. “La ciudad más cerca, Killeen, y las áreas de alrededor tenían una fuerte cultura armamentista”, dijo ayer.
Como las convicciones religiosas del mayor Hassan aparentemente podían ser un factor, el ataque representa un nuevo cuestionamiento para las relaciones públicas de la comunidad musulmana estadounidense. En la Casa Blanca ayer, el presidente Obama aconsejó no “sacar conclusiones” sobre la masacre hasta “que se conozcan todos los hechos”. El Consejo de Asuntos Públicos Musulmán, mientras tanto, condenó el “atroz ataque”, en nombre de toda la comunidad. No existe evidencia de una conspiración terrorista, y otros tres soldados que fueron interrogados pronto quedarán en libertad. La seguridad se acrecentó en todas las instalaciones militares estadounidenses.
Oficialmente, los únicos soldados con permiso para portar armas en Fort Hood son los miembros de la Policía Militar. Sin embargo, en general no se controlan los vehículos que entran y salen. El mayor Hassan aparentemente pudo entrar manejando a la base de 605 kilómetros cuadrados con ambas armas, además de una gran cantidad de municiones en el baúl de su auto.
Sus dos pistolas, una de ellas semiautomática, no eran del ejército. Pero es improbable que el psiquiatra militar haya tenido dificultad para obtenerlas: Texas tiene una de las más relajadas leyes sobre armas en el mundo desarrollado. En la ausencia de una seria prohibición para portar armas, la atención pública se debería ahora dirigir a la enorme presión sobre las fuerzas en servicio en Estados Unidos. El mayor Hassan es el cuarto soldado en servicio que dispara sobre tropas desde el comienzo de la guerra con Irak en 2003.
Fort Hood, cerca del pueblo de Killeen en el centro de Texas, es la base militar más grande de Estados Unidos, que alberga alrededor de 70.000 soldados en servicio. La mitad de las ocho brigadas estacionadas ahí están actualmente en Irak o Afganistán, y 685 hombres que estuvieron basados ahí han muerto desde el 11 de septiembre.
Muchos de los militares han estado en el exterior tres veces y los problemas psicológicos parece que están muy generalizados. Ahora, una comunidad ya estresada, habituada a pérdidas terribles en el exterior, debe enfrentar un golpe devastador en su propio hogar.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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