sexta-feira, 20 de novembro de 2009
DEUS TEM DUAS MÃOS
La segunda mano de Dios
Por Eduardo Febbro
Desde París, para Página/12
Diego Maradona ha dejado de estar solo. Otro hombre lo acompaña en ese Olimpo de los Dioses que, alguna vez, empujaron el destino del fútbol con las manos. Thierry Henry, el delantero del Barça y de la selección francesa de fútbol, le abrió a Francia el inmerecido acceso a la fase final de la Copa del Mundo 2010 con la ayuda de sus Dos Manos. En la línea del arco, cuando Francia perdía 1-0 ante Irlanda, Henry controló la pelota con las dos manos y ejecutó un pase que retomó Wiliam Gallas para marcar el gol de la clasificación. Faltó, después, la redención de la afrenta, un segundo gol, esa genialidad de Maradona en cuartos de final contra Inglaterra que restauró el honor de la victoria. Quedó, en el medio, un crujiente volcán de oprobio que va mucho más allá del gesto de Henry, de su confesión posterior y de esa imagen patética de Thierry Henry cuando, una vez finalizado el partido, se sienta en el césped junto al defensor irlandés Richard Dunne para consolarlo y admitir que había manejado la pelota con la mano. El oprobio viene de la dirigencia del fútbol mundial, la FIFA y la UEFA, tan celosas de la disciplina y las sanciones cuando se trata de países del sur y tan ciega, silenciosa y cómplice cuando los concernidos son las grandes democracias occidentales.
Maradona fue sancionado el domingo por la FIFA por las palabras insolentes que dijo luego de la clasificación argentina para el Mundial. También lo condenaron antes los medios nacionales, que lo trataron de grosero. Condena por demás paradójica e hipócrita en un país donde la provocación es una marca de la identidad y del encanto y el uso de palabras fuertes un arte que pocos idiomas manejan con tanta destreza e irónica frecuencia.
Pero la mano de Henry es la de un Dios del Norte y no merece, por consiguiente, ninguna intervención de las instancias internacionales. “Hay mano pero no soy el árbitro”, dijo Henry. La FIFA y la UEFA hicieron caso omiso de las imágenes, de las protestas y de los pedidos oficiales por parte de Irlanda para que el partido volviera a jugarse. Ni siquiera se pidió una convocatoria formal del jugador. El incidente pasó al terreno de la política luego de que el ministro de Justicia de Irlanda, Dermot Ahrne, y el primer ministro irlandés, Brian Cowen, apoyaran la demanda de la federación irlandesa de fútbol para que el encuentro volviera a jugarse. El primer ministro francés, François Fillon, salió al paso para decir que “no le corresponde al gobierno francés ni al irlandés inmiscuirse en el funcionamiento de la FIFA”. Esta, sin embargo, se cosió los labios. En cambio, sí abrió un procedimiento disciplinario contra Egipto –país del sur– por los incidentes que se produjeron antes y después del partido contra Argelia.
Los Dioses del norte están protegidos por el manto del olvido y el perdón de la FIFA. Si la mano hubiese sido de un marfileño, un guatemalteco, un argentino o un ruso se puede apostar porque ya estarían todos presos, incendiados, tratados con la más estricta ética del racismo y la diferencia étnica que tanto sobresale en los labios de los ignominiosos comentarios deportivos de la televisión francesa.
Thierry Henry ha sido honesto después de la batalla. El jugador ha encontrado un sistema deportivo y político que lo defiende. Valga de ejemplo una cita de un artículo publicado ayer en Libération por el ex mediocampista francés Vikash Dhorasoo: “El fútbol es un deporte y el deporte no está acá para ser justo. No siempre gana el mejor, y menos aún el más ético”.
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