El desgaste en sólo quince meses de la coalición conservadora-liberal demócrata es notable. La pregunta es cuánto puede resistir el embate de los elementos, ahora que la economía del mundo desarrollado parece en estado de implosión.
Por Marcelo Justo
Desde Londres, para Página/12
El año político británico, que comienza normalmente en septiembre con el congreso anual de los sindicatos y los principales partidos políticos, se adelantó un mes gracias a los disturbios y saqueos. El primer ministro tuvo que cortar abruptamente sus vacaciones, la plana mayor del gobierno, sus diputados y la oposición regresaron de sus sombrillas, esterillas y paseos, y la sociedad entera se sumergió en un debate que va a marcar la agenda política de los próximos años. Cameron comenzó con un endurecimiento de su discurso –”es una cuestión puramente delictiva”– que lo dejó sin mucho margen de maniobra. Si ese era el único significado de los disturbios, el gobierno no tenía mucho que hacer: sólo cárcel y mano dura. Esta semana Cameron intentó una conceptualización más amplia hablando de “una sociedad rota”, “una desintegración moral” y “la necesidad de revisar la política social”. No bien terminó de formular estas ideas, el aumento de la tasa de desempleo lo devolvió a una realidad más prosaica. Las estadísticas mostraban 2 millones y medio de desempleados, casi el 8 por ciento de la fuerza laboral.
Los jóvenes de entre 18 y 24 años de edad son los más afectados: uno de cada cinco está sin trabajo. No es el único problema de este sector, alma mater de los disturbios. Debido a la triplicación de la matrícula universitaria que se aplicará a partir de 2012, la mayoría de los estudiantes que termina la secundaria ha desechado la tradición del gap year –una especie de año sabático para viajar antes de sumergirse en la universidad– y está buscando un lugar en la universidad este año. El resultado es que casi 190 mil postulantes se están disputando 29.409 lugares en la universidad. Un estudio indica que los que no entren probablemente no vayan a la universidad el año próximo debido al aumento de las matrículas. Con decenas de miles sin estudio, sin trabajo y sin perspectivas, ¿se pueden descartar nuevos disturbios?
El segundo frente de tormenta para Cameron es el escándalo de las escuchas telefónicas. La publicación esta semana de la carta de Clive Goodman, el periodista de News of the World condenado por el caso en 2007, revela que las escuchas telefónicas ilegales se discutían abiertamente en las reuniones que presidía el entonces editor del dominical Andy Coulson. La suerte de Coulson, que fue arrestado y puesto en libertad bajo fianza el mes pasado, está echada. Pero la decisión de Cameron de contratarlo como su jefe de propaganda meses después que dejara su cargo en el New of the World se está convirtiendo en la soga que puede terminar ahorcándolo. En aquel momento, tener a alguien tan vinculado con el grupo Murdoch pudo parecer imprescindible para ganarle las elecciones al laborismo, que llevaba 10 años consecutivos en el gobierno. Si la decisión era más que dudosa a nivel ético, se agrava por la presencia de señales que ponen el “affaire Coulson” más allá del mero cálculo político.
Según el The Independent, una ex “dominatrix”, Natalie Rowe, directora de una agencia de prostitución, y amiga del ministro de Finanzas George Osborne desde los años ’90, estuvo entre los números de teléfono hackeados por el News of The World en 2005, cuando David Cameron se postulaba para jefe del Partido Conservador. El dominical seguía una pista de consumo masivo de cocaína en la campaña, cuyo director era el mismo Osborne. Dos años más tarde el ministro de Finanzas fue el principal responsable de que Cameron contratara a Coulson. No es necesario ser un amante de las teorías conspirativas para sospechar una posible conexión entre este nombramiento y la investigación del News of the World sobre la amistad de Natalie Rowe y Osborne.
El enigma puede develarse en los próximos meses. Rowe está por publicar su libro de memorias en el que, según la publicidad previa, quedan comprometidos dos miembros del gabinete de Cameron y dos ex ministros conservadores. La doble investigación que lleva la policía sobre escuchas telefónicas y hackeo de computadoras, que está a cargo del juez Lord Brian Levenson sobre la relación entre los medios y la política, y la que sucede en la comisión de interior del Parlamento, sacarán a relucir más trapos sucios. El gobierno se reunió más de 30 veces con los directivos del grupo Murdoch después de las elecciones de mayo del año pasado: 5 veces en las primeras semanas. Osborne se lleva las palmas: tuvo 16 encuentros con el grupo Murdoch. El contenido de estas reuniones, cuando todavía estaba en juego la adquisición por parte del grupo de la totalidad del paquete accionario de BskyB, tiene un potencial indudablemente explosivo.
Es posible que el gobierno sobreviva al escándalo de las escuchas siempre y cuando no aparezca nada que comprometa directamente la integridad de Cameron. Más complicada es la situación económica. El gobierno avanzó contra viento y marea con un programa de drástico ajuste fiscal a pesar de que la economía estaba saliendo muy lentamente de una profunda recesión, con una caída del PIB de 4,9% en 2009. Hoy la economía hace agua por todos los flancos. El consumo doméstico está planchado, la inflación es de un 4,4%, mientras que los salarios sólo crecieron un 2,6, las exportaciones se desinflaron y el PIB apenas aumentó un 0,2 por ciento el último trimestre. Pero todavía falta lo peor. Como consecuencia del ajuste, unas 143 mil personas perdieron su trabajo en el sector público en los últimos 12 meses, pero el cálculo oficial indica que en los tres años y nueve meses que quedan de gobierno habrá entre 440 y 500 mil despidos adicionales. Con el huracán económico que se avecina en el mundo desarrollado, es fácil ver que los problemas de este verano son apenas el comienzo.
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