CRÍTICA DIGITAL:
Toque el timbre y pase que habrá putas esperando
En cualquier esquina de Corrientes, entre Callao y el Bajo, en algún momento del día, se va a parar un flaco a repartir papelitos. Otro flaquito en la esquina siguiente, y otro más en la anterior, van a hacer lo mismo. Unos papelitos van a decir “primas peteras”, otros van a prometer “el cielo, un lugar único”. Hay uno que te pone en el brete de tener que elegir entre “la cola de Ana o las lolas de Sol”.
Todos ofrecen lo mismo: sexo puertas adentro en la zona macrocentro, a cuarenta pesos la hora, cincuenta, no más. El fenómeno replica un aumento de la oferta sexual, en lo que constituye un boom de los privados, un fenómeno confirmado por fuentes policiales y por las trabajadoras sexuales.
Jorgelina Sosa, secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR), seccional capital, dice: “En 1994, cuando nos constituimos como sindicato, había diez mil chicas trabajando tanto en calle como en saunas y departamentos privados. Ese número se ha duplicado: hoy tenemos veinte mil trabajadoras sexuales en la ciudad”.
Sosa continúa: “Muchas chicas nuevas provienen del trabajo doméstico. Algunas, incluso, mantienen las dos ocupaciones. La razón que las lleva a incorporarse al trabajo sexual es que lo que ganan en un mes limpiando casas, lo ganan en una semana atendiendo clientes. Además, no podemos dejar afuera lo que significa la explosión del turismo”.
El privado es uno de los tres espacios donde tradicionalmente se produce el comercio sexual, además de la calle y los establecimientos como saunas o cabarets.
Esta vieja categoría que supone el alquiler de un departamento en un edificio residencial es publicitada mediante avisos clasificados, a través de volantes que son entregados en la calle o bien colocados en las juntas de los teléfonos públicos como un plumaje de fugacidad porno.
El privado es un territorio negro, sin marcas ni intervenciones del afuera. Es decir, no hay regulación fiscal, ni administrativa, ni sanitaria, ni política. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ante la sencilla intención informativa de saber cuál es el área específica a la que la corresponde intervenir, no da una respuesta unívoca.
El Ministerio de Desarrollo Social dice que es conveniente hablar con el de Seguridad y Justicia. El de Seguridad y Justicia dice que la competencia es de la Agencia de Control Comunal. El titular de ese organismo, Federico Young, dice que por ahora prefiere prescindir del contacto con la prensa. Mediante un mail, asegura que a su área no le corresponde el asunto en cuestión, que le corresponde a la justicia contravencional.
La oficina de prensa de la justicia contravencional de la Ciudad de Buenos Aires dice que no se puede ocupar de algo que sucede en un ámbito privado. Aconseja hablar con la Policía Federal. La Policía Federal, a través del comisario mayor Daniel Rodríguez, vocero de la institución, anuncia: “La fuerza no tiene nada para decir al respecto”.
Otro comisario explica lo que su colega silencia: “Proliferan los privados porque se evita la exposición. Es imposible calcular cuántos privados hay en la ciudad. No podemos intervenir”. El comisario se explaya más: “Trabajamos aplicando la Ley de Profilaxis, pero ningún juzgado correccional de la Ciudad de Buenos Aires acepta la actuación de oficio de la policía”.
Técnicamente, la única posibilidad que tiene un organismo del Estado para regular la actividad dentro de los privados es a través de la Ley de Profilaxis, que pena la explotación sexual. Sin embargo, para que esa actuación se concrete, es preciso la denuncia de una damnificada. Y denuncias, como en el caso de la ONG Alameda, hay pocas.
NOTA DO OMAR: NO CENTRO DE PORTO ALEGRE É SEMELHANTE.
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