segunda-feira, 27 de janeiro de 2014

Davos debate las desigualdades, pero invita a los evasores fiscales



É recomendável a leitura deste artigo para aquelas e aqueles que se preocupam, de alguma forma, com o futuro da humanidade. Os principais pontos levantados são de um realismo pungente. O 39º encontro do Fórum Econômico Mundial está acontecendo em Davos entre os dias 28 de janeiro e 1º de fevereiro. Omar


Larry Elliott · · · · ·

Quienes lo ven desde fuera podrían imaginarse que a los líderes empresariales que todos los años se reúnen en Davos para darle a la lengua sólo les preocupa enriquecerse. Sus críticos podrían llegar a imaginarse que los jefazos de las empresas, que llegan volando al Foro Económico Mundial, a 1.600 metros de altitud en los Alpes suizos, en sus helicópteros, con sus señoras de buen ver revestidas de armiño, no son conscientes de las tribulaciones de los pobres. Pero estarían equivocados.



Mientras los ricos y poderosos hacen sus preparativos de última hora para su semana en la montaña mágica, es su deseo enviar un mensaje de que comprenden lo que sucede con la desigualdad. Padecen por ese sufrimiento. De verdad que sí.



La prueba de la línea basada en el "Davos lo entiende" procede del informe anual de riesgos recopilado por el Foro Económico Mundial. Pregunta a 700 de sus miembros cuáles creen que serán las amenazas a la economía global más acuciantes de la década que viene. La desigualdad se considera la amenaza más probable.   



Klaus Schwab, que creó la reunión de Davos en la década de 1970, está satisfecho de este hallazgo. Como buen socialdemócrata chapado a la antigua, quiere que sus miembros reciban una lección de historia y se den cuenta de que el capitalismo no puede sobrevivir si la renta y la riqueza se concentran en poquísimas manos. A lo largo de la mayor parte del siglo, los líderes empresariales más perspicaces se dieron cuenta de que sus trabajadores necesitaban salarios razonables para que pudieran comprar los bienes y servicios que ellos producían. Aprehendieron la idea de que un sistema de mercado en su forma más cruda era incompatible con la democracia y dieron así su aquiescencia, mientras se limaban los bordes más ásperos por medio de una fiscalidad progresiva, del Estado del Bienestar y los frenos al capital. En su fuero interno, temían que la Revolución Rusa sirviera de modelo a los trabajadores desafectos de Occidente.



Las actitudes han cambiado en los últimos 30 años. La llamada Gran Compresión de rentas que vimos entre las décadas de 1930 y 1970 invirtió su rumbo, mientras el 1% superior se hacía con los frutos del crecimiento. Los ricos recurrían a su dinero y su influencia para asegurarse de que los gobiernos hicieran su voluntad. Tras la caída del Muro de Berlín, no había modelo rival y sí menos necesidad de mostrar moderación. Con la llegada de un mundo unipolar, se volvió a una forma más agresiva de economía de mercado como no se había visto desde los primeros días de la industrialización.



Schwab declaró la semana pasada que el crecimiento no inclusivo es insostenible, y tiene razón. Un documento distribuido hoy por Oxfam llega a la misma conclusión, haciendo notar que las 85 personas más ricas del mundo poseen una fortuna equivalente a la riqueza total – $1.7 billones de dólares– de la mitad inferior de la población de la Tierra. Es una cifra bastante apabullante. Se podría meter a esas 85 personas en un autobús londinense de los de doble piso (no es que monten alguna vez en bus) y serían igual de ricos que 3.500 millones de personas.



El contraargumento es que hay mucha menos pobreza de la que había hace 15 o 20 años y esto – en buena medida gracias a tres décadas de crecimiento explosivo en China – es verdad. Los que argumentan que una marea alta eleva a todos los barcos se preguntan a qué viene todo este alboroto. 



El alboroto guarda relación con tres de los temas que van a figurar este año en el orden del día de Davos: lo perdurable de la recuperación económica, el cambio climático y el abismo entre ricos y pobres. En la fase anterior a la crisis de 2007-2009, la creciente desigualdad era compatible con la expansión gracias tan solo a niveles cada vez mayores de endeudamiento personal. Desde el inicio de la crisis, el tinglado ha seguido moviéndose gracias a un estímulo sin precedentes de los bancos centrales. A corto plazo, la preocupación estriba en qué sucederá en las economías, más frágiles, de los mercados emergentes a medida que la Reserva Federal vaya restringiendo su programa de compra de activos. El proceso de imprimir dólares llevó a que el dinero caliente saliera en tromba de los EE.UU. hacia las divisas de mercados emergentes de mayores rendimientos; al deshincharse el programa puede que veamos una nueva tromba.



Una preocupación a largo plazo es que exprimir de manera prolongada los salarios reales –intensificación de la tendencia del último cuarto de siglo – vendrá a suponer que la gente pida más prestado para financiar sus hábitos de consumo justo cuando la eliminación gradual del estímulo encarece los préstamos.



La segunda gran cuestión, que ha quedado inactiva desde el comienzo de la crisis, es si el actual modelo de crecimiento global es coherente con impedir que el planeta se acabe friendo. Una recesión siempre relega las cuestiones ambientales en el orden de la agenda y esta ha sido una recesión especialmente honda y dolorosa. La falta de coordinación global y la (errada) creencia de que la fracturación hidráulica (fracking) es la respuesta a las necesidades energéticas mundiales no ha contribuido a mejorar las cosas.



Por último, está la inclusividad. La recesión ha sido especialmente brutal con los jóvenes, muchos de los cuales se encuentran sin empleo o desempeñando trabajos para los que están sobrecualificados. En muchos países de mercados emergentes, la población se vence del lado de los menores de 25 años, el grupo con mayores probabilidades de emigrar o provocar disturbios sociales en el país. Los medios modernos hacen evidentísima la sesgada distribución de la riqueza, el poder y las oportunidades.



Tal como refiere el informe de Oxfam: "Cuando la riqueza se apodera del diseño de las medidas políticas, se retuercen las reglas para favorecer a los ricos, a menudo en detrimento de todos los demás. Entre las consecuencias se cuentan la erosión de la gobernanza democrática, la descomposición de la cohesión y la desaparición de la igualdad de oportunidades para todos. A menos que se pongan en práctica soluciones políticas audaces para frenar la influencia de la riqueza sobre la política, los gobiernos van a actuar en favor de los intereses de los ricos".



Sin duda, la línea de Schwab sobre la desigualdad recibirá esta semana mucho apoyo en público. Habrá asombro y nervios ante algunos de los hallazgos más sorprendentes del informe de Oxfam, como que en los EE. UU. el 1% más rico  ha acaparado desde 95% del crecimiento tras la crisis financiera, mientras que el 90% de la base se ha vuelto más pobre.    



Pero no esperemos mucho apoyo a ninguno de los remedios sugeridos por Oxfam: que las grandes empresas dejen de recurrir a escondites fiscales para pagar impuestos; que los líderes empresariales apoyen una fiscalidad progresiva, la cobertura universal de sanidad y educación y un sueldo que alcance para vivir en todas las empresas que controlan. Puede que los directivos presentes en Davos estén preocupados por las repercusiones de la desigualdad, pero no están tan preocupados y no están ni la mitad de preocupados de lo que deberían estar. 



Schwab podría hacerles la vida más incómoda a sus invitados poniendo nombre y apellidos a los agresivos evasores fiscales y abochornándolos, dejando de invitarles a su festejo de charlas. Con ello, sin embargo, quedarían muchas habitaciones libres en Davos.



Por el contrario, empresas como Google (facturación de 2012 en el Reino Unido: 3.000 millones de libras esterlinas; beneficios en el Reino Unido: 900 millones de libras; impuesto de sociedades: 11,6 millones de libras) pueden dárselas de buenos ciudadanos globales. Este año los periodistas están invitados a una “charla junto al fuego” con Eric Schmidt, como para mostrar que el presidente de Google no es un magnate despiadado sino la reencarnación de Franklin Roosevelt. [1]



Nota de uso personal – cosas que llevarse a Davos: botas, gorro de lana, guantes, bolsa para vomitar.


Nota del t.:

[1] Se conocen como charlas junto al fuego (fireside talks) las treinta alocuciones radiofónicas que sobre los más diversos temas de actualidad dirigió Roosevelt al pueblo norteamericano entre 1933 y 1944 en un tono familiar y con ánimo de pedagogía política y gran eficacia para construir su imagen pública y difundir sus medidas de gobierno.

Larry Elliott dirige la sección de economía del diario británico The Guardian y es coautor, junto a Dan Atkinson, de The Gods That Failed: How the Financial Elite Have Gambled Away Our Futures (Vintage) [Divinidades fallidas: Cómo la élite financiera se ha jugado nuestro futuro].

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

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quarta-feira, 1 de janeiro de 2014

Especuladores recompensam quem os defenda no meio acadêmico




Uma reportagem do New York Times revela o financiamento de Wall Street a professores universitários que nos últimos anos assumiram a defesa dos especuladores nos mercados do petróleo e alimentos.

O jornal norte-americano teve acesso às ligações financeiras que unem alguns dos maiores especuladores de Wall Street ao professor de finanças da Universidade de Houston Craig Pirrong. O professor interveio diversas vezes desde 2006 em cartas às autoridades reguladoras federais e até depôs na Câmara dos Representantes dos EUA, invocando a sua autoridade académica para provar a ausência de responsabilidade dos especuladores bolsistas nos picos registados nos preços do petróleo e outras matérias-primas e produtos alimentares, numa altura em que a regulação discutia impor mais restrições às operações dos bancos nesta área, na sequência da crise financeira.

Afinal, o professor Pirrong, cujos trabalhos eram citados nas ações judiciais interpostas por institiuções financeiras para bloquear as restrições à especulação bolsista, era ao mesmo tempo pago como consultor para uma das principais partes do processo, a Associação Internacional de Swaps e Derivados. Segundo o New York Times, embora Pirrong se apresentasse apenas como professor universitário, nos últimos anos foi pago pela bolsa de Chicago, o Royal Bank of Scotland e uma série de empresas que especulam nos mercados da energia.

Questionado sobre a origem dos seus ganhos fora do meio académico, Pirrong terá respondido apenas que “isso é entre mim e o fisco”. Mas ele não é caso único. O mesmo jornal aponta o professor da Universidade do Illinois Scott Irwin, um dos académicos mais citados em favor dos benefícios da especulação para a formação de preços nos mercados agrícolas, que é ao mesmo tempo consultor de uma das empresas que trabalha com bancos de investimento e fundos especulativos no mercado de matérias-primas. A sua universidade também recebe doações generosas quer da bolsa de Chicago quer de outros fundos que intervêm no mercado especulativo, que pagam bolsas de estudo, conferências e até a construção de um laboratório em tudo semelhante às salas de mercado bolsista.

Quando em 2008 o preço da gasolina subiu acima dos 4 dólares por galão nos EUA, o Congresso norte-americano ameaçou com a introdução de limites à especulação nos mercados do petróleo. “É uma caça às bruxas”, indignou-se Craig Pirrong em múltiplos artigos, incluindo no Wall Street Journal, desdobrando-se em conferências e ocupando lugares em comissões de aconselhamento na matéria. Por seu lado, os ensaios e opiniões de Scott Irwing foram promovidos para aparecerem em publicações influentes pelo próprio departamento de relações públicas da bolsa de Chicago, sendo frequente encontrar vídeos e entrevistas com este professor no site da Chicago Mercantile Exchange.

Mas o dinheiro dos especuladores não corre apenas diretamente para o bolso destes professores universitários. Para aumentar a sua notoriedade, também financiam revistas e sites na internet que promovem as figuras do meio académico mais favoráveis aos seus interesses. Ambos os envolvidos negam que o seu trabalho seja influenciado pelo dinheiro que recebem dos especuladores, mas o tema ressurge no debate público numa altura em que os reguladores discutem novos limites à especulação, por verificarem que ela pode contribuir não apenas para prejudicar os consumidores, mas também para provocar a escassez de comida, como se viu na crise alimentar do final da última década.

Fonte: AQUI.
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