domingo, 12 de maio de 2019
BAUHAUS
“¿Qué tienen que ver con la Bauhaus unas escaleras mecánicas en Medellín, unos caracteres gráficos en Amán, unos muebles de Londres, una iniciativa de agricultura urbana en Detroit y unas viviendas sin paredes en Tokio?”, se preguntan en el documental Mundo Bauhaus que difundió la Deutsche Welle (DW) para conmemorar el centenario de su fundación este primero de abril ¿Qué tienen en común cientos de edificios y rascacielos del llamado “Estilo Internacional” erigidos en muchos países, con la Bauhaus? El diseño contemporáneo –arquitectónico, industrial, gráfico, tipográfico, de mobiliario, de cerámica, etcétera– hunde sus raíces profundas en la Bauhaus de 1919. Esta escuela se constituyó como una auténtica vanguardia artística y arquitectónica, la más importante en la historia del siglo XX, que trasciende hasta nuestros días.
Weimar, Gropius y la Bauhaus
Pocas semanas después de ser asesinados en Berlín el 15 de enero de 1919 los revolucionarios Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht se funda la Bauhaus en la ciudad de Weimar. Producto de una revolución proletaria en noviembre de 1918 y de la derrota de la insurrección de enero de la Liga Espartaquista –aplastada violentamente por el ala derecha de la socialdemocracia encabezada por Friedrich Ebert– la República de Weimar surge de una asamblea nacional el 11 de agosto. La derrota de Alemania significó una humillación para la naciente y poderosa burguesía germana que después emprendería, comandada por Hitler y sus huestes nazis, afanes imperialistas y nuevamente una guerra mundial. La abdicación del Káiser Guillermo II, el fin de la guerra y la desaparición del II Reich desembocaron en el nuevo régimen republicano. Con la derrota estalló una crisis económica, social y política, pero también una efervescente creatividad en las artes y las ciencias. Este régimen tuvo vigencia de 1919 a 1933, precisamente la vida de la Bauhaus. A partir de 1920, inicia un gran florecimiento cultural y artístico, como bien señala el historiador Eric Weitz: “El espíritu de la revolución creó la sensación de que se abría un nuevo futuro, de posibilidades ilimitadas, que podía desarrollarse de forma más humanitaria. Y ello explica a su vez gran parte de los movimientos innovadores durante la República… La elite conservadora impugnó a la República de Weimar en su totalidad. El trabajo de los artistas, pensadores y arquitectos… fue muy cuestionado por los conservadores. Se trataba de la derecha establecida: los aristócratas, altos funcionarios, oficiales de las fuerzas armadas, banqueros, gente de la iglesia, que no sólo eran antisocialistas y anticomunistas, sino también antidemocráticos. La revolución de 1918/19 dejó intacto su poder. Estableció una democracia política, pero no terminó con la posición social y el poder de la elite ultraconservadora. Esa elite conservadora desafió a la República en todo momento. Muchos de los conflictos se centraron no necesariamente en la esfera política, sino también en los ámbitos cultural y social. Existió por ejemplo la “guerra de los techos de Zehlendorf”, en la que arquitectos y políticos conservadores, incluidos los nazis, argumentaron que los techos planos de la arquitectura moderna no eran alemanes. Para los conservadores, los techos debían ser a dos aguas y puntiagudos. Incluso se tildó a los techos planos de judíos”. La lucha de clases fue muy intensa pero en la República ahora permanecía de manera latente y la oligarquía mantenía el poder dentro de un relativo equilibrio de fuerzas que se inclinó a su favor con la toma del poder por el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Nazi) en 1933. El ascenso del fascismo fue la respuesta de la clase dominante alemana a los acontecimientos revolucionarios que siguieron a la Primera Guerra Mundial. “La llegada al poder de los ‘nacionalsocialistas’ significará sobre todo el exterminio de la flor y nata del proletariado alemán, la destrucción de sus organizaciones” (Trotsky). La política de los socialdemócratas y los estalinistas fue mantener dividido e indefenso al movimiento obrero frente a la amenaza nazi, y el fascismo alemán abrumó como una terrible pesadilla hasta 1945.
La posguerra generó una proliferación de variedades del radicalismo social –y como escribe Donald Drew Egbert en su libro El arte y la izquierda en Europa: de la Revolución Francesa a Mayo de 1968– haciendo “surgir asimismo una gran variedad de movimientos artísticamente radicales, que entendían ser una parte integral de la revolución… Los movimientos modernos en las diversas artes y que recibieron su expresión más importante en la famosa escuela de la Bauhaus, no fueron –en términos políticos– específicamente socialistas o comunistas en su origen o en su desarrollo”. Tales movimientos artísticos subrayaban la importancia de una síntesis orgánica de las artes, sin formular distinción entre arte y artesano; síntesis propia del espíritu pedagógico de la Bauhaus.
La historia de la Bauhaus inicia cuando Walter Gropius, berlinés (1883–1969), une la Escuela de Bellas Artes con la Escuela de Artes Aplicadas o Escuela de Artes y Oficios en Weimar, tierra de Goethe y Schiller. Gropius fue su primer director y reunió a maestros de muy alto nivel y prestigio para la educación de las artes y el diseño. El nombre completo de la escuela fue Staatliche Bauhaus (Casa de la Construcción Estatal).
La Bauhaus como síntesis total del arte y el diseño modernos
La escuela tuvo tres periodos: de 1919 a 1925; de 1926 a 1930, y de este año a 1933. Hubo tres directores: Walter Gropius, de 1919 a 1928, Hannes Meyer, suizo (1889-1954), de 1928 a 1930, Ludwig Mies van der Rohe, Aquisgrán, Alemania (1886-1969), de 1930 a 1933. Weimar, Dessau y Berlín, fueron las ciudades que alojaron a la escuela.
Gropius escribió en abril de 1919 el Manifiesto de la Bauhaus: “¡El último fin de toda actividad plástica es la arquitectura! Decorar las edificaciones fue antaño la tarea mas distinguida de las artes plásticas, que constituían elementos inseparables de la gran arquitectura(…) ¡Arquitectos, escultores, pintores, todos debemos volver a la artesanía! No existe ninguna diferencia esencial entre el artista y el artesano ¡Formemos pues un nuevo gremio de artesanos sin las pretensiones clasistas que querían erigir una arrogante barrera entre artesanos y artistas!”
Nunca en tan poco tiempo y en el mismo lugar se reunieron tan grandes maestros del arte y la arquitectura moderna: Paul Klee, Vassily Kandisky; Gropius y Van der Rohe. Algunos profesores de la escuela también pertenecían al Novembergruppe –Grupo de Noviembre, por la revolución alemana de noviembre de 1918–, movimiento artístico ligado al expresionismo, fundado en Berlín el 3 de diciembre de 1918. Entre sus miembros figuraron pintores y escultores, entre otros, como Kandinski, Klee, Lyonel Feininger, y Käthe Kollwitz; arquitectos como Erich Mendelsohn y Van der Rohe; compositores como Alban Berg y Kurt Weill; y el dramaturgo Bertolt Brecht. Ese año, también bajo el influjo de la Revolución, siguiendo el ejemplo de las asambleas de trabajadores y de soldados, se formó el Arbeitsrat für Kunst (Consejo Obrero para el Arte), de cuya dirección formó parte Gropius. Muchas agrupaciones de todo tipo anhelaban el cambio social necesario para “crear una nueva humanidad, una nueva forma de vida del pueblo… entonces el pueblo volverá a participar en la construcción de las grandes obras de arte”, escribió Gropius.
La Bauhaus también fue consecuencia de grandes movimientos artísticos que le precedieron como Arts and Crafts (Artes y Oficios), encabezado por el inglés William Morris. El mismo Gropius reconoció la influencia de Morris y de John Ruskin. El Art Nouveau o Jugendstil igualmente influyó. También fue precursora la Deutscher Werkbund (DWB. Asociación Alemana del Trabajo), fundada en 1907 para fomentar la colaboración entre la industria y el diseño, Gropius fue destacado integrante de la DWB. Gropius siempre consideró que la separación entre bellas artes y oficios, ocurrida en la tradición académica, había causado un desastre sobre las artes. El dadaísmo, el cubismo, el suprematismo y el constructivismo rusos, De Stijl y la Secesión vienesa, fueron influencias contemporáneas sobre la Bauhaus.
La Bauhaus no solamente es el fruto de una época que se sentía revolucionaria sino también es producto esencial de los procesos políticos y económicos. De los primeros con relación a la luchas de clases y de los segundos con el desarrollo capitalista de una industrialización tardía pero muy poderosa. La Bauhaus se trasladó en 1925 a la progresista ciudad industrial de Dessau, debido a la caída del gobierno provincial de Weimar en 1923 por causa del supuesto radicalismo político de la escuela. En Dessau existía un gobierno socialdemócrata y facilitó la construcción del edificio diseñado por el propio Gropius. La Bauhaus siempre recibió el apoyo de los partidos de izquierda y siempre fue atacada por la derecha política.
En 1928 Gropius renuncia a la dirección de la escuela y ante la negativa de Van der Rohe propone a Hannes Meyer, quien era entonces director de la sección de arquitectura. Meyer se declaraba abiertamente comunista y permitió la extrema politización izquierdista de la escuela. Meyer consideraba que las reflexiones de Gropius acerca de la relación entre arte e industria eran superficiales y completamente dominadas por la estética. También era visiblemente simpatizante de la URSS, ya para entonces dominada por Stalin. En los años treinta y en adelante a Meyer podemos considerarlo un estalinista con una visión “marxista” de la arquitectura demasiada dogmática. El 1 de agosto de 1930, Meyer fue despedido por motivos políticos. Su sucesor fue Ludwig Mies van der Rohe.
Tom Wolfe escribió en 1975 un libro: ¿Quién teme al Bauhaus feroz? El 30 de enero de 1930 la Bauhaus es declarada por el nazismo como fuerza política subversiva, “nido de comunistas” y como la élite de “color rojo”; bolchevismo cultural, judía, y “arte degenerado”. En 1933, en Berlín se cierra la Bauhaus y el edificio en Dessau se convierte en sede de un cuerpo militar destinado a ejecutar a todo enemigo del nazismo. El contraste era muy claro, por un lado, el fascismo representa fielmente el totalitarismo de la barbarie social y, por otro, la Bauhaus la modernidad progresiva y una utopía social.
Román Munguía Huato
Es académico de la Universidad de Guadalajara (México).
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