La Europa inservible
Rafael Poch · · · · ·
Vamos a hablar del proyecto europeo, de porqué esta Unión
Europea, tal como está diseñada, es inviable e inútil para afrontar los retos
del siglo. Por “retos del siglo” entiendo el calentamiento global, el auge
demográfico, el “pico” petrolero y los problemas globales de dominio de unos
países sobre otros, de pobreza y de desigualdad, combinados con una mentalidad
caduca que tiende a seguir “resolviendo” todas esas cuestiones con métodos
militares en un mundo atiborrado de armas de destrucción masiva capaces de
anular toda vida en el planeta. Esos retos claman una “nueva civilización” y
una Europa como la que tenemos es un claro impedimento a ella.
Así que vamos a hablar primero de las razones que hacen inviable desde
ese punto de vista a la actual Unión Europea, luego, de la respuesta ciudadana
que habría que dar a esa realidad y acabaremos con una reflexión sobre la
violencia y los riesgos que tal respuesta comporta para quienes la asumen. Pero
antes de entrar en esa crítica, quisiera subrayar la importancia de que haya en
Europa algún tipo de pacto y estrecho vínculo internacional.
El motivo es que, desde el punto de vista de la historia universal de
la guerra y la paz, Europa es la parte más guerrera y violenta del mundo. En
los últimos quinientos años la historia europea salta de una guerra a otra,
especialmente en los dos siglos que van de 1615 al fin de las guerras
napoleónicas en 1815. En ese periodo las naciones europeas estuvieron en guerra
una media de sesenta o setenta años por siglo. Luego hubo un poco más de paz
hasta 1914, si olvidamos la guerra de Crimea o la franco-prusiana, pero en ese
periodo Europa continuó culminando la exportación de guerra y genocidio hacia
fuera de sus fronteras con el holocausto colonial- imperial que fue la
conquista del mundo no europeo. Además, en ese periodo de relativa paz interna
Europa inventó la industrialización y con ella industrializó la guerra lo que
la convirtió en algo mucho mas destructivo. Dos guerras mundiales de inusitada
mortandad e incubadas en y por Europa, fueron el resultado.
La Unión Europea se creó, precisamente, para remediar la crónica pelea
continental, que después de la Segunda Guerra Mundial ha dado lugar a 67 años
de paz, una paz, sin embargo, tutelada por dos superpotencias en tensión
nuclear, es decir una paz bajo vigilancia y presidida por un factor, el de la
destrucción masiva, que representa el escalón superior de la estupidez humana.
Así que tengamos bien presente este dato sobre la Europa guerrera violenta
y dominante a la hora de criticar el actual proyecto europeo.
I) Todavía en 2003 Jürgen
Habermas, el principal filósofo alemán vivo, pudo escribir un libro titulado “
El occidente dividido ” y ser tomado en serio. Su contexto era la
desavenencia entre una parte de la Unión Europea, su matriz franco-alemana, y
la administración Bush durante la segunda guerra de Irak. Y su fundamento era
la exaltación de los “valores diferentes” –y por supuesto mejores-
que Europa decía representar comparada con Estados Unidos.
En esa comparación, Europa era un continente de paz y de cultura, con
apego a la nivelación social y al estado asistencial, regido por el derecho
internacional y no por la ley del mas fuerte, es decir centrado en la
diplomacia y no en la guerra, y tolerante y no fundamentalista en materia
religiosa.
En países como China, esa desavenencia de 2003 estuvo en el centro de
la discusión internacional de los dirigentes de Zhongnanhai, el Kremlin de
Pekín. La posibilidad de que Occidente, aquel bloque que crucificó a China en
el XIX, pudiera partirse en dos y se convirtiera en dos polos con intereses
globales y recetas diferentes, es decir en algo más débil que lo
anterior, era sumamente interesante por las mayores posibilidades y márgenes de
acción que podía reportar en la multipolaridad a los países emergentes.
Ahora sabemos que aquella desavenencia, con su discurso narcisista y
embellecedor de la Unión Europea sobre sí misma, es un fraude y que las
esperanzas de una divergencia trasatlántica que tanto interesaron en China
fueron un espejismo. La actual crisis nos ofrece una perspectiva mucho más real
y un espejo mucho más fiel de la realidad europea.
Constatamos que esa Europa “autónoma y mejor” y preconizadora
de “otros valores”, ha apoyado, colaborado y participado en casi todo lo que
reprochaba a su pariente histórico de ultramar. Es decir Europa sigue siendo
imperialista y sus debilitadas naciones se unen, precisamente, para poder
seguir siéndolo. Veamos la lista:
-Durante veinte años se ha excluido a Rusia de cualquier esquema de
seguridad continental. Es decir se ha impedido cerrar la relación de guerra
fría con el extremo oriente de Europa, tal como quería el malogrado proyecto de
Gorbachov. La ampliación al Este de la UE se hizo sobre un guión supervisado en
Washington, según el cual el ingreso en la OTAN era la antesala de la Unión
Europea.
- En cuanto la URSS dejó de ser percibida como amenaza, Europa se
lanzó a la guerra. Doce días después del ingreso de Polonia, Hungría y Chequia
en la OTAN, comenzó la campaña de Kosovo para acabar con Serbia como estado
regional anómalo para la nueva disciplina continental. El belicismo y la
manipulación mediática adquirieron en Europa niveles que se creían exclusivos
de Estados Unidos. Por primera vez desde Hitler, tropas alemanas participaron,
en los Balcanes, en un conflicto, y nada menos que en nombre de la prevención
de nuevos Auschwitz y “genocidios”.
-En Irak la divergencia franco-alemana con Bush no impidió una
colaboración en toda regla a nivel de logística, servicios secretos, torturas y
centros secretos de detención de la “guerra contra el terror” que impide
considerar como exclusivamente americanos asuntos como el de Guantánamo: los
vuelos de la CIA atravesaron Europa desde Polonia hasta Rota, las cárceles
secretas, las torturas y los secuestros implicaron complicidades de todo el
mundo. Francia cedió su espacio aéreo para la campaña iraquí, los servicios
secretos alemanes identificaron sobre el terreno en Bagdad los objetivos de los
misiles del Pentágono y las bases alemanas fueron el principal nudo logístico
de la guerra.
-En Palestina, la UE ha sido incapaz de trabajar para la creación de
un Estado Palestino, sin duda la medida más eficaz contra el radicalismo
islámico en todo el mundo y un imperativo moral incontestable. Por el
contrario, ha ido incrementando unas relaciones privilegiadas con Israel y ha
incrementado su complicidad con esa comedia que llaman “proceso de paz” en
Oriente Medio, basada en el apoyo al país ocupante y agresor.
- En Afganistán, la misma Europa que durante la guerra fría protestó y
se negó a participar en Vietnam, se ha volcado con decenas de miles de soldados
europeos metidos allá once años en esta guerra infame de treinta que no
registra protestas. Aún más: los despliegues en el cuerno de África, la
intervención militar en Libia y ahora en Mali, demuestran que el
intervencionismo militar europeo no es una excepción puntual sino una tendencia
consolidada.
-En Oriente Medio vivimos ahora las sanciones y amenazas contra Irán.
Un intervencionismo creciente en la guerra civil de Siria que contribuye
claramente a hacerla más sangrienta, que usa a fondo la habitual manipulación
mediática y que da por completo la espalda a toda acción diplomática. El
horizonte estratégico de este intervencionismo va más allá de Siria: complicar
la vida a su aliado, Irán –objeto de sanciones por la sospecha de una ambición
nuclear que, convertida en hecho conocido en el caso israelí se tolera sin
problemas- y de paso complicar también el aprovisionamiento energético de
China.
-Y todo esto está perfectamente interiorizado en el discurso europeo
de la política exterior y de seguridad. En Alemania imponer el “acceso” (Zugriff)
a los recursos energéticos globales es lo que da sentido a las misiones
internacionales del Bundeswehr, afirma el discurso oficial. Hoy día no
hay experto y analista de cualquier “centro de estudios estratégicos” del estáblishment,
de Bruselas, Berlín o Londres, que no mencione el tema como algo rutinario,
dando por supuesto que el militarismo es la respuesta a los retos del siglo. Lo
llaman “nuevos desafíos” y la doctrina de la OTAN los quiere contrarrestar con
acciones militares “preventivas” y “proactivas”, es decir agresiones, en todo
el mundo.
Es decir, y concluyendo esta lista: en su relación con EE.UU, la Unión
Europea desempeña en el mundo el papel que un primer ministro australiano
definió para su país en Asia: el del “ayudante del Sheriff”.
Siendo imperialista y practicando un manifiesto vasallaje hacia
Estados Unidos, la actual Europa no puede ser un polo de poder independiente y
autónomo en el mundo multipolar y muchos menos un polo benévolo por otras
razones.
En primer lugar, como ha apuntado Samir Amin, porque Europa no puede
ser unos Estados Unidos de Europa. Por un lado carece de recursos naturales
comparables a los de grandes países como Estados Unidos o Rusia. Por el otro, a
causa de su manifiesta falta de unidad interna, porque en Europa están
presentes las tensiones y conflictos de intereses centro-periferia propios del desarrollo
desigual. Europa contiene zonas y países que son Norte -Alemania y compañía-
otros que son Sur -España, Italia, Portugal- y otros que son patio trasero y
tercera categoría: la Europa oriental y balcánica con Grecia incluida. (1)
En segundo lugar Europa no puede ser ni siquiera una federación
unitaria porque no existe un “pueblo europeo”. La identidad europea
no existe ni se la espera. Haciendo un gran esfuerzo, españoles, italianos,
griegos y franceses, pueden alcanzar cierta afinidad identitaria apelando a
aspectos de su común tradición (ibérica, católica, la herencia latina-románica,
o al mediterráneo). A partir de ahí, y como dicen los chinos, “con la
perspectiva de varias generaciones”, quizá pudieran embarcarse en algo juntos
hasta el punto de borrar sus diferencias. Es una cuestión de imaginación. Pero
imaginar eso mismo conjuntamente con los finlandeses, los alemanes, los
húngaros o los británicos, es decir metiendo juntos a mediterráneos, vikingos y
hunos, es superar los límites de la fantasía más atrevida.
Y en tercer lugar, la Unión Europea no puede funcionar como proyecto
que valga la pena por el motivo que todos percibimos: porque su burocracia ha
tenido la osadía de pretender que un billete de banco, asistido por un sistema
sanguíneo-circulatorio compuesto por intereses empresariales multinacionales
generalmente dominados por países del Norte europeo, podía ser el corazón de
esa identidad de fantasía.
El resultado de esa osadía ha sido una especie de monstruo del
Profesor Frankestein que ha acelerado la gran desposesión de soberanía que toda
Europa siente hoy. Si la democracia en las naciones europeas, en el sentido
genuino de “poder del pueblo”, ya era caricatura -en unas naciones más que en
otras-, ahora resulta que nuestros imperfectos parlamentos ni siquiera tienen
soberanía para decidir sobre presupuestos, o que las sacrosantas constituciones
deben reformarse en veinticuatro horas por dictámenes que vienen precocinados
desde Bruselas o Berlín y que son decididos por instituciones, como el BCE o la
Comisión, que ni siquiera son electas.
Casi todas las propuestas que no parten de la propia burocracia de
Bruselas para dar un aspecto humano a este monstruo son alemanas: la canciller
Merkel desde la Alemania institucional y otros con pretensiones democratizantes
e incluso rebeldes proponen lo mismo: más Europa, más integración
europea para superar estos defectos. Habermas y otros quieren una Europa
federal que resuelva internacionalmente esa devaluación de soberanía y
democracia. Quieren convocar una “Asamblea constituyente europea” de
hunos, vikingos y mediterráneos. El diputado verde Daniel Cohn-Bendit propone
una Europa totalmente integrada compuesta por estados nacionales reducidos a la
insignificancia. Es la única manera, dice, de afrontar el pulso mundial con las
potencias emergentes. De lo contrario, advierte, “la influencia de nuestra
civilización de dos milenios corre el riesgo de esfumarse”. El ex ministro
de exteriores, Joshka Fischer, propone dar poderes dictatoriales a la Unión Europea…
Los únicos que insisten en “más Europa” como fórmula para salir del hoyo son
los alemanes. Hay que recordar que históricamente el discurso europeo de
Alemania ha sido siempre entendido como el de una Europa germánica con los
alemanes en el papel de dominante “Herrenvolk”. Una quimera hoy manifiestamente
imposible.
Así que por todas estas razones (imperialismo, falta de autonomía y
recursos, desigualdad interna, ausencia de un pueblo europeo y de identidad
común, y por ser un androide empresarial) esta Europa es, a la vez, imposible e
inservible para los retos del siglo.
Una vez constatado esto, y recordando aquello que hace importante y
necesario un proyecto europeo común (impedir la pelea secular de sus miembros),
no hay más remedio que plantearse la pregunta del qué hacer.
II) De lo que se trata es
de realizar una refundación ciudadana del proyecto europeo.
De puertas afuera, esa refundación debe impedir la pelea europea. El
proyecto europeo no debe tener más ambición mundial que una negación: la de no
contribuir al imperio. Si el proyecto europeo ha de ser imperialista, no lo
queremos.
De puertas adentro el marco de esta refundación no debe ser “más
Europa”, sino más soberanía popular-nacional.
Hay que dejar bien claro que el de la refundación ciudadana no es el
único escenario de la actual crisis. De lo que aquí se habla es de lo que “habría
que…”, no de algo que vaya a ocurrir inexorablemente. Presentimos que en
Europa se está incubando una revuelta social mucho más importante de lo que
hemos visto hasta ahora, pero nos encontramos en plena divisoria y tenemos
datos que pesan tanto en la balanza de lo positivo y emancipatorio como de lo
negativo y regresivo.
Por un lado tenemos el avance, en toda Europa, del chovinismo, la
xenofobia y el desprecio por el débil y el emigrante, la ridiculización de la
solidaridad y el afán de justicia (resumido en ese miserable concepto neocon
que es el buenismo). Una perspectiva de la Europa parda de 1930,
podríamos decir.
Por el otro lado tenemos el progreso de la protesta social y
solidaria: Cuarenta sindicatos en 23 países participaron el 14 de noviembre en
una “Jornada de acción y solidaridad” sin precedentes en Europa. Cotejado con
el tamaño y la virulencia de la enorme involución socio-laboral que sufre el
continente aquello fue poco y desigual, muy poco. Pero eso ya no es Europa
1930, sino una perspectiva 1848.
La “primavera de los pueblos” de 1848 tambaleó el orden de la
restauración absolutista del Congreso de Viena. Un orden absolutista en quiebra
es aquel en el que una pequeña casta que acapara el grueso del poder la riqueza
y los privilegios adopta decisiones que son vistas como injustas y erradas por
la gran mayoría. No se trata del popular 1% contra el 99%, pero sí de algo muy
polarizado como sugiere la creciente concentración desigual de la riqueza en
Europa. Eso es lo que tenemos ahora.
¿Qué quiere decir una refundación ciudadana? Quiere decir una
reconquista de la esfera económica y financiera que la política ha ido cediendo
al capital en las últimas décadas. La UE ha sido diseñada como una
autopista de la mundialización neoliberal. Pues bien, ahora se trata de
combatirla con una desmundialización ciudadana que devuelva todo eso
arrebatado a la política en los últimos treinta años, como dice Bernard Cassen.
Evidentemente todo esto plantea la pregunta del cómo.
Para eso es necesario crear un Frente Popular. Una gran unión,
una gran alianza y un gran encuentro entre el mundo sindical, los
subproletarios emigrantes y parados, la generación sin futuro y deshauciada, la
gente mayor estafada tras una vida de trabajo, los sectores religiosos e
intelectuales para los que la actual involución es intolerable desde el punto
de vista de los principios éticos y morales.
Es fundamental la creación de nuevas fuerzas políticas y de
programas. Hacen falta líderes, personas de todos estos ámbitos que
representen y sean portavoces de esta refundación – de momento por ejemplo en
Catalunya no tenemos líderes obreros ni sindicales dignos de tal nombre, pero
curiosamente ha aparecido una de esas personas en el ámbito más inesperado: una
hermana benedictina….
Esta refundación solo puede ser (en Europa y en el mundo) internacional
e internacionalista, pero, a menos que queramos disolvernos en un sueño
idealista de hermandad universal, su marco solo puede ser nacional.
Esa reconquista no puede hacerse en Bruselas, con su burocracia mucho
más dominada por el lobbysmo empresarial que la de los estados nacionales, ni
en el irrelevante Parlamento Europeo. El ágora, el punto de encuentro y la
articulación de ese Frente Popular debe lograrse desde los respectivos marcos
nacionales: entre comunidades de gente cercana unida por su marco geográfico y
socio-laboral, su lengua su cultura y su común identidad integradora. La
experiencia de los foros mundiales, tan interesante pero al mismo tiempo tan
etérea e indeterminada, da mucho que pensar. Como ha dicho hace poco Oskar
Lafontaine, “La Europa democrática empieza en casa”. Este marco nacional
no es sustituto ni alternativa a lo internacional, sino mas bien su condición
primera. (2)
Para acabar, una reflexión sobre la violencia.
III) La Europa de hoy no es
la del XIX, cuando cualquier avance social pagaba el precio de enormes
cantidades de sangre y de violencia. En este continente mucho más rico, mucho
más culto y demográficamente mucho más envejecido que el del siglo XIX, quien
más quien menos tiene algo que perder. Eso sugiere que la no violencia popular
tiene un nuevo sentido y grandes espacios a su favor.
Al mismo tiempo, la rebelión civíl y pacifica, el movimiento social
transformador, no es ninguna broma postmoderna y on-line. Exige lo de
siempre: compromiso, voluntad, organización y sacrificio. Y recoge represión y
reacción. Es decir: hay que ser consciente de lo que significa decir no a
una oligarquía absolutista.
La experiencia histórica más reciente nos avisa del enorme potencial
de violencia y provocación que tiene el estáblishment. Los dos
principales líderes antibelicistas del 1968 en Estados Unidos, Martin Luther
King y Robert Kennedy, fueron asesinados. También lo fue el líder estudiantil
más notable del 68 alemán, Rudi Dutschke, muerto de las secuelas de un
atentado.
Hay que recordar también que la dictadura no es imposible ni una
lejana reliquia histórica. Hace menos de cuarenta años la Europa del Sur,
desde Portugal a Grecia pasando por España, estaba gobernada por dictaduras.
Hace poco más de veinte toda la Europa del Este estaba gobernada por dictaduras
comunistoides. Es decir: la mayor parte de Europa eran dictaduras hasta hace
muy poco.
Y hay que volver a leer todo lo que expone el Profesor suizo Daniele
Ganser en su libro de 2005 sobre Gladio, la cada vez más documentada evidencia
de la manipulación directa del terrorismo de los años setenta y ochenta por
grupos vinculados a la OTAN -los peores atentados en Italia, Bélgica y Alemania
lo fueron. Volver a escuchar la opinión de algunos antiguos miembros de grupos
alemanes violentos que hoy confiesan que seguramente su labor estuvo
policialmente manipulada desde el principio. Analizar lo que sabemos de las
protestas antiglobalización de julio de 2001 en Génova. Lo que está ocurriendo
ante nuestros ojos con los apoyos policiales y empresariales a la extrema
derecha griega, o lo que se ha visto en España con los indignados… (3)
Hay que tener claro que cualquier presión hacia esa necesaria
desmundialización ciudadana chocará, está chocando ya, con las habituales
reacciones, tramas negras, represiones, manipulaciones mediáticas y juegos
sucios. Repito: hay que ser consciente de lo que significa decir no a una
oligarquía.
Notas
(1) Para la exposición de Samir Amin en
castellano consultar Europa vista desde el exterior (en www.mientrastanto.org)
(2) El concepto desmundialización lo
emplea Bernard Cassen. En L´heure de la démondialisation est venue , Mémoire
des Luttes agosto 2011.
(3) El libro de Daniele Ganser, La Operación
Gladio y el terrorismo en Europa Occidental, 2005. Sobre el brutal
aplastamiento de la protesta contra la cumbre de julio de 2001 en Génova ver El atropello de Génova en este Diario de Berlín.
Rafael
Poch, amigo y
colaborador de Sin Permiso, es el corresponsal en Berlín del periódico La Vanguardia. Este texto sigue las notas de una conferencia pronunciada el 30 de
noviembre en el Centre d´estudis Cristianisme i Justicia de Barcelona.
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