domingo, 18 de junho de 2017

O SEXO DO CÉREBRO



A la luz de los conocimientos actuales en neurociencia, estaríamos tentados de creer que los viejos prejuicios sobre las diferencias biológicas entre hombres y mujeres ya han sido barridos. Sin duda no es así: los medias y obras de divulgación pretenden que las mujeres son “naturalmente” habladoras e incapaces de leer un mapa de carreteras, mientras que los hombres habrían nacido buenos en matemáticas y competitivos. Estos discursos hacen creer que nuestras aptitudes, emociones, nuestros valores, están conectados con estructuras mentales inmutables desde tiempos prehistóricos. Es necesario colocar el debate alrededor de las diferencias entre los sexos en un terreno científico rigurosos más allá de las ideas preconcebidas. El desafío consiste en comprender el papel de la biología pero también la influencia del ambiente social y cultural en la construcción de nuestras identidades de hombres y mujeres.

Catherine Vidal 1

A l´encontre, 7-6-2017

http://alencontre.org/

Traducción de Viento Sur

http://www.vientosur.info/

Los seres humanos, hombres y mujeres, tenemos personalidades y formas de pensar diferentes. ¿Son innatas o adquiridas? ¿Qué parte corresponde a la biología y cuál al entorno social y cultural en la construcción de nuestras identidades? Estas cuestiones son objeto de debates apasionados desde hace siglos. Se podría estar tentados de pensar que, con el progreso del conocimiento tanto en biología como en sociología, los argumentos se hubiera clarificado y las polémicas hubiera amainado. Nada de eso. Ideas adquiridas y falsas evidencias continúan proliferando sobre este tema. Medias y revistas nos saturan de viejos clichés que pretenden que las mujeres son “naturalmente” dotadas para el lenguaje, multi-atareadas incapaces de leer un mapa, mientras que los hombres serían por esencia buenos en matemáticas y competitivos. Estos discursos sugieren que nuestras aptitudes, nuestros gustos, nuestros comportamientos estarían conectados con estructuras mentales inmutables desde el nacimiento. Sin embargo, el progreso en las investigaciones en neurociencia muestran lo contrario: actualmente, gracias a las técnicas de imágenes cerebrales por IRM (Imagen por Resonancia Magnética) sabemos que el cerebro fabrica sin cesar nuevos circuitos de neuronas en función de los aprendizajes y de las experiencias vividas. Estas propiedades de “plasticidad cerebral” descubiertas hace una quincena de años han revolucionado nuestra concepción del funcionamiento del cerebro (Vidal, 2015). Nada está solidificado ni programado en nuestras neuronas. La plasticidad neuronal es un concepto clave para comprender cómo se construyen nuestras identidades de mujeres y hombres.

¿El cerebro tiene sexo?

En el siglo XIX, la forma del cráneo y el tamaño del cerebro eran utilizados para justificar la jerarquía entre los sexos. Se pensaba que los hombres, pretendidamente más inteligentes, estaban dotados naturalmente de un cerebro más grande que el de las mujeres. Algunos médicos, especialmente Paul Broca, alimentaron esta tesis mediante la medida comparativa de cerebros cuidadosamente seleccionados para confirmar la demostración. Aunque en la misma época otros estudios demostraron, claramente, que el tamaño del cerebro no era la causa de la inteligencia, la ideología conservadora lo llevaba hasta el rigor científico (Gould, 1997).

¿Qué se puede responder hoy a la pregunta de si el cerebro tiene sexo? La respuesta científica es sí y no (Vidal 2015, Vidal y Benoit-Browaeys 2015). Sí porque el cerebro controla las funciones asociadas a la reproducción sexuada que evidentemente son diferentes en los hombres y las mujeres. En los cerebros femeninos, encontramos neuronas que se activan cada mes para desencadenar la ovulación, lo que no sucede entre los hombres. Pero en lo que respecta a las funciones cognitivas, la respuesta es no. Los conocimientos actuales sobre el desarrollo del cerebro y la plasticidad cerebral demuestran que las chicas y los chicos tienen las mismas capacidades de razonamiento, de memoria y de atención.

La plasticidad cerebral

Los estudios IRM no cesan de aumentar para mostrar cómo la experiencia modela el cerebro, tanto en los niños como en las personas adultas. (May 211, Vidal 2010). El ser humano recién nacido viene al mundo con un cerebro muy inacabado: posee un stock de 100 000 millones de neuronas pero pocas vías nerviosas para conectarse entre ellas. Solamente el 10 % de las conexiones -sinapsis- están presentes en el momento del nacimiento. Esto significa que el 90 % de las sinapsis se fabrican a partir del momento en el que el bebé entra en contacto con el mundo exterior. Las influencias de la familia, de la educación, de la cultura, de la sociedad, juegan un papel importante sobre las conexiones neuronales y la construcción del cerebro. El término plasticidad describe esta propiedad del cerebro humano de modelarse en función de los aprendizajes y de las experiencias vividas. Por ejemplo, entre los pianistas, se observa un espesamiento de las regiones del córtex cerebral especializadas en la motricidad de los dedos y la audición. Este fenómeno es producido por la fabricación de conexiones suplementarias entre las neuronas. Además, estos cambios del córtex son directamente proporcionales al tiempo dedicado al aprendizaje del piano durante la infancia. La plasticidad cerebral está también activa durante la vida adulta. Así entre las personas que aprenden a hacer malabarismo con tres bolas, se constata después de tres meses de práctica, un espesamiento de las zonas que controlan la coordinación de los brazos y la visión. Y si se interrumpe el entrenamiento, las zonas espesadas anteriormente, se encogen.

Estos ejemplos, y muchos otros, muestran cómo la historia propia de cada persona se inscribe en su cerebro. Resulta que ningún cerebro se parece a otro. La IRM ha permitido revelar que las diferencias cerebrales entre las personas de un mismo sexo son tan importantes que sobrepasan las diferencias entre los sexos (Kaiser 2009, Joel 2015). Cada uno de los 7 000 millones de individuos en el planeta poseen un cerebro único en su género, independientemente del hecho de pertenecer al sexo femenino o masculino.

El concepto de plasticidad permite superar el dilema clásico que intenta oponer naturaleza y cultura. De hecho, en la construcción del cerebro, lo innato y lo adquirido son inseparables. Lo innato aporta la capacidad de conexión entre las neuronas, lo adquirido permite la realización efectiva de esa conexión. Toda persona humana, tanto por su existencia como por su experiencia, es simultáneamente un ser biológico y un ser social. (Rose 2006, Kahn 2007). Todas esas adquisiciones de la neurobiología confirman y enriquecen las investigaciones en ciencias humanas y sociales sobre el género. El sexo y el género no son variables separadas sino que se articulan en un proceso de incorporación (personificación) que designa la interacción entre el sexo biológico y el entorno social y esto desde el nacimiento (Fausto-Sterling 2012 a-b).

Desarrollo del cerebro e identidad sexual

Las propiedades de plasticidad del cerebro aportan una nueva aclaración sobre los procesos que contribuyen a forjar nuestras identidades. Al nacer, las criaturas humanas no tienen conciencia de su sexo. Lo van a aprender progresivamente a medida que sus capacidades cerebrales se desarrollan. Solo a los dos años y medio empieza a ser capaz de identificarse con uno de los dos sexos (Fausto-Sterling 2012a, Le Maner-Idrissi 1997).

Sin embargo, desde el nacimiento, evoluciona en un entorno sexuado: la habitación, los juguetes, la ropa diferente según el sexo del bebé. Además, los adultos, de manera inconsciente, no nos comportamos igual con los bebés. Tenemos más interacciones físicas con los niños mientras que hablamos mucho más con las niñas. Es la interacción con el medio familiar, social, cultural, la que va a orientar sus gustos, las capacidades y contribuir a forjar los rasgos de personalidad en función de los modelos de masculino y femenino ofrecidos por la sociedad.

Pero todo no se juega en la infancia. Los esquemas estereotipados no están gravados en las neuronas de forma indeleble. A todas las edades de la vida, la plasticidad del cerebro permite cambiar de hábitos, adquirir nuevos talentos, elegir diferentes itinerarios de vida. La diversidad de las experiencias vividas hace que cada cual forje su propia manera de vivir, su vida de mujer o de hombre. En materia de identidad sexual, la evolución actual de las costumbres, de las normas culturales y de las leyes (paridad entre mujeres y hombres, matrimonio homosexual) es un ejemplo más de nuestra capacidad de plasticidad cerebral.

Hormonas y cerebro
La acción de las hormonas sobre el cerebro es invocado regularmente para explicar la vida amorosa, los encuentros, los lazos sociales, los conflictos, etc. Por ejemplo, la hormona oxitocina sería responsable del flechazo, de la fidelidad, del instinto maternal. En cuanto a la testosterona, es la que haría a los hombres ligones, competitivos, coléricos y violentos. En realidad, los datos experimentales sobre el papel de las hormonas sobre el cerebro y los comportamientos son mucho menos sólidas de lo que dan a entender ciertos discursos de divulgación científica (Jordan-Young 2016).

¿La oxitocina es la hormona del vínculo social?
La hormona oxitocina, que es segregada a la sangre por la glándula hipófisis, es conocida porque actúa sobre las contracciones del útero en el momento del parto y sobre las glándulas mamarias para la lactancia. Entre los animales (ovejas, ratas, ratones) esta hormona tiene también efectos sobre el comportamiento. Algunas experiencias han mostrado que la inyección de oxitocina directamente en el cerebro refuerza los jadeos recíprocos, el aseo, la interacción entre madres y crías, y entre machos y hembras. De esta forma, la oxitocina ha sido calificada de hormona de la unión y los vínculos sociales (Roos y Young 2009).

¿Pero qué pasa entre los humanos? El problema es que, al contrario de lo que ocurre con los animales, casi es imposible medir la concentración de oxitocina en el cerebro o inyectar en el interior para ver sus efectos... Tampoco se puede inyectar en sangre pues la oxitocina no pasa la “barrera hemato-encefálica” que protege el cerebro. Algunas experiencias han intentado suministrar un spray nasal, pero el acceso directo de la oxitocina al cerebro a través de la mucosa nasal no está demostrado. Además, la presencia de receptores de oxitocina en la membrana de las neuronas no ha sido detectada en el cerebro humano (Galbally 2011).

Al final, los argumentos científicos a favor de un papel de la oxitocina en el instinto maternal, los vínculos, la comunicación social, la empatía, están lejos de estar establecidos, al contrario de lo que dicen los media (Fillod 2012). En relación a los vínculos madre-hijo, los casos de maltrato, de abandono y de infanticidio muestran que el instinto maternal no depende de una ley biológica universal e ineludible. Lo que no afecta al placer que puede procurar la lactancia y ocuparse de un bebé. No se trata de instinto sino de amor, materno y paterno, construido biológicamente, psicológicamente y socialmente. Los lazos afectivos se moldean y evolucionan según las experiencias de vida que se inscriben en el contexto cultural y social. La oxitocina no tiene nada que ver en ello.

¿Es la testosterona la hormona de todos los poderes?

Sin duda, la testosterona tiene, efectos sobre el cuerpo afectando especialmente al volumen y a la fuerza muscular. Pero en lo que se refiere a su efectos sobre el cerebro y la conducta está lejos de haber un consenso científico.

En general, en la población de hombres adultos de buena salud, no hay relación estadística significativa entre el deseo sexual y la concentración de testosterona en sangre (Van Anders 2013). Claro que, en condiciones patológicas de castración, no hay erección, pero esto no provoca necesariamente la pérdida de deseo ni la desaparición de toda actividad sexual. Entre los humanos, el órgano sexual más importante, es el cerebro... Sus capacidades cognitivas confieren a la sexualidad humana múltiples dimensiones que ponen en juego el pensamiento, el lenguaje, las emociones, la memoria... En principio, el deseo sexual es el fruto de una construcción mental que varía según la vida síquica y los sucesos de la vida. No tiene nada que ver con un acto reflejo desencadenado por la testosterona.

En cuanto al pretendido papel de la testosterona en la agresividad y la violencia, tampoco los estudios científicos son concluyentes. Investigaciones realizadas entre varones adolescentes de trece a quince años, muestran que la concentración de testosterona en sangre no está asociada a comportamientos agresivos o de conductas de riesgo presentes, a menudo, mucho antes que la pubertad. Entre los varones autores de actos delictivos, la tasa de testosterona no es correlativa con el grado de violencia del comportamiento. Al contrario, se observa una fuerte correlación entre los factores sociales tales como el nivel de educación y el medio socioeconómico (Archer 2006).

Todos los roles atribuidos a la testosterona, que justifican el apetito sexual y la agresividad de los hombres, no están respaldados por pruebas experimentales que tengan consenso en la comunidad científica (Jordan-Young 2016). Por el contrario, las investigaciones en sociología y en etnología muestran que si muchos hombres adoptan estos comportamientos, es el resultado de una larga historia cultural de dominación masculina aliada a factores sociales, económicos y políticos que favorecen la expresión de la violencia (Héritier 1996).

Cerebro humano y evolución

Los avances de las neurociencias permiten comprender mejor por qué el ser humano escapa a la ley de las hormonas. El homo sapiens posee un cerebro único en su género que le distingue del de los grandes simios. La diferencia es debida al desarrollo del córtex cerebral que recubre el resto del cerebro. A lo largo de la evolución de la especie humana, la superficie del córtex ha crecido de tal forma que debe plegarse formando surcos para poder caber en la cavidad craneal. Hoy, mediante métodos informáticos, se sabe desplegar el córtex virtualmente: mide dos metros cuadrados de superficie sobre tres milímetros de espesor, es decir, 10 veces más que en los monos. Gracias a su córtex cerebral, el homo sapiens ha podido desarrollar su capacidad de lenguaje, de conciencia, de razonamiento, de proyección hacia el futuro, de imaginación... Muchas facultades que le han permitido al ser humano adquirir la libertad de elección en sus acciones y sus comportamientos (Rose 2006, Kahn 2007).

Una de las consecuencias del desarrollo del córtex cerebral es que controla las zonas profundas del cerebro implicadas en los instintos y las emociones. Por esto, el ser humano es capaz de cortocircuitar los programas biológicos instintivos que están regidos por las hormonas. Entre los seres humanos, cada instinto no se expresa en estado bruto. El hambre, la sed o la atracción sexual están claramente ancladas en la biología pero sus formas de expresión están controladas por la cultura y las normas sociales. El ser humano puede decidir hacer huelga de hambre o renunciar a su sexualidad. Las mujeres y los hombres, en su vida personal y social, utilizan estrategias inteligentes, basadas en representaciones mentales que no dependen de la influencia de las hormonas.

Cerebro, ciencia y sociedad

A pesar de los progresos científicos sobre la plasticidad cerebral, el argumento de las diferencias de “naturaleza” siempre está muy presente para explicar las diferencias entre las mujeres y los hombres en la vida social y privada. El ambiente mediático contemporáneo contribuye activamente a reforzar la “biologización” de los comportamientos humanos (Fillod 2015, Jurdant 2012). Televisión, prensa escrita, páginas de internet, nos suministran regularmente “descubrimientos” científicos que explicarían nuestras emociones, nuestros pensamientos, nuestras acciones: gen de la homosexualidad, hormona del deseo, neuronas de la empatía, etc. Necesariamente, este contexto es propicio a la promoción de tesis esencialistas orquestadas por los movimientos conservadores que se oponen a nuevas fórmulas de familia, al matrimonio homosexual, a la legalización del aborto...

Estas ideas tienen implicaciones sociales y políticas de graves consecuencias. Invocar razones biológicas (genéticas, cerebrales u hormonales) para los comportamientos de hombres y mujeres, da por sobrentendido su carácter normal e inmutable. ¿Para qué luchar contra nuestra naturaleza?

Sin embargo, si las chicas y los chicos no hacen la misma opción de estudios o profesional, no es a causa de las diferentes capacidades cognitivas de su cerebro (Vouillot 2015). Afirmar que es más natural que una mujer se ocupe más de los niños que un hombre a causa de la oxitocina es cuestionar las leyes de la igualdad, las vacaciones familiares y la legalización de homoparentalidad. También es frenar las ambiciones profesionales de las mujeres, animar su trabajo a tiempo parcial que va a la par de salarios reducidos. Pretender que la testosterona da a los hombres más apetito sexual que a las mujeres, o incluso que la violencia resulta de pulsiones hormonales irresistibles, lleva a aceptar que esta violencia como inevitable y cuestiona las leyes que reprimen el acoso sexual y la violencia contra las mujeres.

En el contexto actual en el que las tesis esencialistas resurgen para atacar los estudios de género, es crucial que los biologicistas se comprometan al lado de las ciencias humanas y sociales para cuestionar las falsas evidencias que querrían que el orden social fuera un reflejo del orden biológico. Abordar el frente de los prejuicios esencialistas es indispensable para combatir los estereotipos, desenvolver acciones políticas y construir conjuntamente una cultura de la igualdad.

Nota de Correspondencia de Prensa

1) Catherine Vidal es neurobióloga, directora de investigación del Instituto Pasteur y miembro del Comité de Ética de Inserm. El artículo fue publicado en la revista Les Utopiques. Cahier de Reflexions, N° 4, febrero de 2017, publicación de la Union syndicale Solidaires de Francia.

Bibliografía

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Fausto-Sterling Anne, Garcia C and Lamar M, 2012a “Sexing the baby: Part 1. What do we really know about sex differentiation in the first three years of life?”, in Social Science & Medecine, 74: 1684-92.

Faust-Sterling Anne, 2012b “Corps en tout genre”, Paris, La Découverte

Fillod Odile, 2012 “Ocytocine et instinct maternel: suite”, http://allodoxia.blog.lemonde.fr/

Fillod Odile, 2015 “Observatoire critique de la vulgarisation”, http://allodoxia.blog.lemonde.fr/

Galbally Megan et al., 2011 “The role of oxytocin in mother-infant relations: a systematic review of human studies”, Harvard Review of Psychiatry, 19: 1-14.

Gould Stephen Jay, 1997,La mal-mesure de l’homme, Paris, Odile Jacob, nouvelle édition.

Héritier Françoise, 1996, Masculin/Féminin, Éditions Odile Jacob.

Joel Daphna et al., 2015 «Sex beyond the genitalia: The human brain mosaic», Proceedings of the National Academy of Sciences, 112:15468-73

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Jurdant, B., Ternay, J.-F., 2012 “Du scientisme dans les médias, la double réduction” , Alliage, 71: 12-25

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Kahn Axel, 2007, L’homme, ce roseau pensant, Paris, Odile Jacob

Le Mkner-Idrissi Gaid,1997, L’identité sexuée, Paris, Dunod

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Ross Heather and Young Larry J., 2009 “Oxytocin and the neural mechanisms regulating social cognition and affiliative behavior”, Frontiers in Neuroendocrinology, 30: 534-547

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Van Anders Sari M., 2013 “Beyond masculinity: Testosterone, gender/sex, and human social behavior in a comparative context”, Frontiers in Neuroendocrinology, 34: 198-210.

Vidal Catherine, 2010, Le cerveau évolue-t-il au cours de la vie?, Paris, Le Pommier

Vidal Catherine, 2015, Nos cerveaux, tous pareils, tous différents!, Paris, Belin, collection Egale à Egal

Vidal Catherine et Benoit-Browaeys Dorothée, 2015, Cerveau, Sexe et Pouvoir, Paris, Belin, nouvelle édition

Pouillot Françoise, 2014, Les métiers ont-ils un sexe?, Paris, Belin, collection Egale à Egal


domingo, 4 de junho de 2017

UM RECADO PARA A GURIZADA

Por que a indústria do empreendedorismo de palco irá destruir você.

 Ícaro de Carvalho (www.oindigesto.com)

Palestras bonitas, termos em inglês, pessoal super engajado e microfones do tipo Madonna, muito Power-Point e nenhum negócio real para mostrar…

O empreendedorismo é a nova religião do homem moderno. Materialista e secular, ele substituiu os Santos do seu altar por fotografias de homens bem sucedidos; os seus Evangelhos são livros como “O sonho grande” e “A força do Hábito”. Ele acredita, de alguma maneira, que tudo aquilo irá aproximá-lo do seu objetivo principal: sucesso, fama e dinheiro…de preferência agora!

Quem visita as livrarias com certa regularidade percebeu que, nos últimos anos, a sessão dedicada ao empreendedorismo e aos negócios cresceu de uma maneira violenta. É espantoso: para onde quer que você olhe, eles estão lá. Obras que prometem os códigos da riqueza, os segredos da abundância, os cinco passos para o sucesso e como você aprenderá a pensar como o Steve Jobs.

Não tem como negar: o empreendedorismo veio para ficar e, com ele, o seu fenômeno mais recente: o empreendedor de palco.

Empreender se tornou auto-ajuda.

Se, antigamente, os livros, enormes e com suas setecentas páginas, cuspiam fórmulas, equações e cálculos que te ensinavam a lidar com o fluxo de caixa da sua empresa, hoje eles dizem: “Você irá chegar lá! Acredite, você irá vencer!”. A atividade empresarial foi reduzida à pura e pobre política do incentivo. E o motivo é simples: as pessoas compram o que elas querem ouvir. Geralmente, odiamos a verdade; principalmente quando ela diz que teremos que trabalhar duro e que as chances de vitória são mínimas.

O Brasil é um país que lê pouco. Em uma nação com 230 milhões de habitantes, um livro ser categorizado como best-seller ao vender quinze mil é uma piada. E, vamos ser sinceros? A vida aqui é dura. O governo nos atrapalha, a burocracia nos sufoca, os custos nos aleijam…tornar um negócio lucrativo e perene nesse país é uma proeza digna de um herói. E essa atividade drena cada pedacinho da nossa alma e do nosso ânimo.

É nesse momento que o empreendedor de palco cresce.
 
 
 
 
Geralmente o seu perfil é sempre o mesmo: alinhado e super-motivado, não precisa — necessariamente — de alguma formação universitária. As suas características são: mindset contagiante, energia positiva e proatividade.
Mindset, empoderamento, millennials, networking, coworking, deal, business, dead-line, salesman com perfil hunter…tudo isso faz parte do seu vocabulário. O pacote de livros é sempre idêntico e as experiências são passadas da mesma forma:
Você está a um único centímetro da vitória. Não pare! Se desistir agora, será para sempre. Tome, leia a estratégia do oceano azul. Faça mais uma mentoria, participe de mais uma sessão de coaching. O problema é que o seu mindset não está ajustado. Você precisa ser mais proativo. Vamos fazer mais um powermind? Eu consigo um precinho bacana para você…
O empreendedor de palco torna aquele grupo a sua empresa. Aquele coletivo passa a ser o seu curral e a sua clientela. O seu mercado é a esperança e o seu produto é a sua habilidade de, a cada novo vacilo, insistir que a força de vontade e aquele sentimentalismo barato serão a resposta para você.

Por não possuir, na maioria das vezes, experiências com o mundo real, esse tipo de cara se agrupará com tantos outros, para que seus produtos se tornem complementares. Eis que surgem os grupos de relacionamento, ou também chamados de powerminds. É um lugar onde pessoas com negócios reais vão tomar lições com sujeitos que nunca abriram um CNPJ…

Perceba que não é muito difícil reconhecer o embuste. Ao entrar em algum desses lugares, pegue uma folha de papel e a divida ao meio. Escreva de um lado: “Discurso emocional” e do outro “Discurso prático”. Anote a quantidade de vezes que ele passará conceitos e estatísticas validadas em negócios reais, versus o tempo que gastará falando sobre motivação e como você precisa trabalhar a sua força de vontade.

 
Hum, vamos ver o que eu aprendi hoje: que eu sou lindo, especial, que tudo dará certo e a minha empresa alcançará um enorme sucesso; basta eu adotar os 21 passos da prosperidade, que será vendido no próximo powermind…
E esse é um movimento, ao que me parece, sem volta. Até mesmo as maiores revistas de negócios do país adotaram esse estilo de empreendedorismo compromissado mais com o entretenimento do que com os resultados. Essa massa de gente que chegou até aqui atrás de auto-afirmação, ignorando o trabalho duro e as verdades que você só aprende atrás de um balcão de loja de materiais para construção, acaba moldando a maneira com que as revistas e jornais da área se comunicam. O resultado? Todo tipo de bizarrice.
O resultado de tudo isso é uma indústria que beira a esquizofrenia. Que dissociou completamente a atividade empreendedora dos negócios, da ralação, das contas e das noites mal dormidas. É gente que acha que abrir empresa é o substituto adulto para quando, adolescente, você fazia uma banda. Hoje os encontros para empreendedores mais se parecem com igrejas neo-pentecostais, com gente pulando, gritando, louvando ao Deus Mercado, para que tenham sucesso em suas empreitadas…agora, que empreitadas?

Quase não há negócio.

Eu vou dizer uma coisa para você, depois de oito anos no cenário de business-design, redação publicitária e marketing de conteúdo: de cada dez pessoas que entram por aquela porta, sete são o que eu chamo de “aprendedores compulsivos”. O resultado final é o que menos importa; o que eles querem é ler mais livros, acompanhar mais artigos e estar por dentro do que há de mais novo no cenário. Dois estão ali apenas pelo networking. Fazem dinheiro ligando as pontas, independentemente de qualquer cenário. É o “corretor imobiliário” do empreendedorismo, conhecendo gente que tem necessidade e ligando a outros. Um acabará empreendendo.
Isso é um encontro para empreendedores, chamado Business Mastery, aplicado pelo Tony Robbins. Aqui, o homem moderno demonstra o seu avanço razoável e espiritual sobre as antigas religiões bárbaras do planeta. O dinheiro é o novo Deus.
Desses “aprendedores”, boa parte terá, ao longo de dois ou três anos, memorizado todas essas palavras de incentivo, lido os livros e feito os treinamentos e, sem que tenha feito qualquer negócio, acabará se tornando mais um empreendedor de palco. Faturará com os seus treinamentos milagrosos, que servirão ao seu professor para que diga aos outros: “Estão vendo? Ele venceu! E venceu aqui dentro! Viu como falta muito pouco para que vocês cheguem no topo?!”. E a histeria se instaura.
Pouco a pouco, o modelo ideal de sucesso deixa de ser construir uma boa empresa, que serve aos seus clientes e à sociedade com ótimos produtos e soluções e passa a ser se tornar mais um desses caras, que vendem palestras e enchem congressos com mais e mais auto-ajuda barata. Por que? Porque é muito mais fácil…e, na maioria das vezes, rentável.

Tá. E o que tudo isso tem a ver comigo?

Se você está pensando em abrir um negócio ou entrar de vez na economia digital, oferecendo produtos ou serviços, ou até mesmo utilizar a internet como poder complementar a um negócio físico que você já possua, tome cuidado! Há uma indústria de falsas promessas e de prosperidade barata, que tentará te capturar.
O remédio para tudo isso? Esqueça a ideia de que há um caminho mais fácil. Empreender é difícil e envolve coragem, comprometimento e muitas noites sem dormir; aquela azia constante no estômago e a sensação de que tudo, de uma hora para a outra, irá desabar. E é exatamente isso que, não te matando, te tornará mais forte e pronto para encarar a vida.
Sem choro. Você sabe que livros são importantes, mas a maioria é puro lixo sentimental. Auto-ajuda barata, que só enriquece quem os vende. Você quer saber quais são os 20 passos para a prosperidade? Eu vou te dizer o primeiro: trabalhe duro. Entre uma xícara de café e outra, você irá aprendendo os outros 19.
Quando o assunto são negócios, prefira sempre a sabedoria do filósofo e Guru Rocky Balboa. E trabalhe. O sucesso vem bem depois, quando você estiver quase desistindo.
Um pouco da boa e velha sabedoria de antigamente, para destruir o mundo de faz de contas dos jovens empreendedores bacanas da Vila Olímpia de hoje em dia:
 
https://youtu.be/xW1HA1Rp8ms
P.S: Quando esse texto foi criado, ele se utilizou da expressão “mastermind”. Era do meu desconhecimento que, no Brasil, tal expressão era uma patente constituída. Por conta disso, substituí o termo por um equivalente e me retrato quanto às turbações causadas ao titular do termo.