terça-feira, 28 de junho de 2016

Brexit: consecuencias e impactos

 

Yanis Varoufakis
Michael Roberts 26/06/2016

El Brexit no protegerá a la Gran Bretaña del horror de una Unión Europea en vías de desintegración

Yanis Varoufakis

Ganó el Leave, salir, porque demasiados votantes británicos identificaron a la UE con autoritarismo, irracionalidad y desprecio de la democracia parlamentaria, y porque demasiado pocos creyeron a los que sosteníamos que otra UE era posible.

Hice campaña a favor de un voto radical por el Remain, por quedarse, haciéndome eco de los valores de nuestro movimiento paneuropeo Democracy in Europe Movement (DiEM25). Visité distintas ciudades en Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte, buscando convencer a los progresistas de que disolver la UE no era la solución. Sostuve que su desintegración desencadenaría fuerzas deflacionarias tales, que muy probablemente significarán por doquiera una nueva vuelta de tuerca de la austeridad y que terminarán favoreciendo al establishment y a sus adláteres xenófobos. Junto con John McDonell, Caroline Lucas, Owen Jones, Paul Mason y otros, abogué por una estrategia de permanecer, pero contra el orden y las instituciones establecidos.

Contra nosotros se levantaba una alianza fraguada entre:

- David Cameron, cuyos amaños con Bruselas traen a la memoria de los británicos todo lo que desprecian en la UE;

- el Tesoro y su grotesco alarmismo pseudoeconométrico;

- la City, cuya insufrible arrogancia ensimismada puso a millones de votantes contra la UE;

- Bruselas, tenazmente empleada en aplicar su última tortura del “submarino” y el simulacro de asfixia a la periferia europea;

- el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, cuyas amenazas a los votantes británicos galvanizaron el sentimiento antialemán;

- el penoso gobierno socialista francés;

- Hillary Clinton y sus alegras muchachos atlantistas, dibujando una UE incluida en otra peligrosa “coalición de voluntades”;

- y el gobierno griego, cuya persistente capitulación ante la punitiva austeridad de la UE tan difícil nos hacía convencer a la clase obrera británica de que sus derechos estaban protegidos por Bruselas.

Las fuerzas subterráneas insidiosas que se verán activadas ahora

Las repercusiones del voto serán calamitosas. Pero no serán aquellas contra las que repetidamente advirtían Cameron y Bruselas. Los mercados no tardarán en estabilizarse, y las negociaciones probablemente llevarán a una solución de tipo noruego, lo que permitirá al próximo parlamento británico encontrar la vía hacia algún tipo de arreglo tomado de común acuerdo. Schäuble y Bruselas patalearán y resoplarán, pero, inevitablemente, buscarán un compromiso de este tipo con Londres. Los Tories se mantendrán unidos, como siempre, guiados por el potente instinto de su interés de clase. Sin embargo, a pesar de la relativa tranquilidad que seguirá al actual shock, se activarán fuerzas subterráneas insidiosas dotadas de una formidable capacidad para infligir daños a Europa y a la Gran Bretaña.

Ni Italia, ni Finlandia, ni España, ni Francia ni, desde luego, Grecia son sostenibles bajo las actuales condiciones. La arquitectura del euro es garantía de estancamiento y está profundizando la espiral deflacionaria de deuda que fortalece a la derecha xenófoba. Los populistas en Italia, en Finlandia, posiblemente en Francia, exigirán referéndums u otras sendas de desconexión.

El único hombre con un plan es el ministro alemán de finanzas. Schäuble ve en el pánico post-Brexit su gran oportunidad de poner por obra una unión permanentemente austeritaria. Las zanahorias vienen en forma de un pequeño presupuesto de la eurozona destinado cubrir parcialmente el desempleo y los seguros de los depósitos bancarios. El palo será un poder de veto sobre los presupuestos nacionales.

Si yo estoy en lo cierto y el Brexit lleva a la construcción de una jaula de hierro austeritaria permanente para los estados miembros que permanecen en la UE, hay dos posibles resultados. Uno es que la jaula de hierro se sostenga, en cuyo caso la austeridad institucionalizada exportará deflación a Gran Bretaña, pero también a China (cuyo ulterior desestabilización tendrá a su vez negativas repercusiones en Gran Bretaña y en la UE).

Otra posibilidad es que la jaula se rompa (por abandono de Italia o de Finlandia, por ejemplo), resultando finalmente en el abandono por parte alemana de una eurozona en colapso. Pero eso convertirá a la nueva zona Deutschmark –que probablemente se extenderá hasta la frontera ucraniana— en una gigantesca máquina generadora de deflación (puesto que la nueva moneda se disparará al alza, y las fábricas alemanas perderán mercados internacionales). Gran Bretaña y China tendrían, bajo ese escenario, mayores posibilidades aún de ser alcanzadas por un shock deflacionario todavía mayor.

El horror de esos posibles desarrollos, de los que el Brexit no protegerá a Gran Bretaña, es la razón principal de que yo y otros miembros del DiEM25 hayamos tratado de salvar a la UE del establishment que está llevando al europeismo al abismo. Yo dudo mucho de que, a pesar del pánico que han sentido tras el Brexit, los dirigentes de la UE sean capaces de aprender la lección. Seguirán parloteando de la democratización de la UE y seguirán imponiéndose a través del miedo. ¿Puede sorprender que tantos progresistas británicos hayan terminado dando la espalda a esta UE?

Aunque yo sigo convencido de que el Leave era la opción equivocada, me congratulo de la determinación del pueblo británico para enfrentarse a la disminución de soberanía democrática causada por el déficit democrático de la UE. Y me niego a sentirme abatido, aun contándome entre los perdedores del referéndum.

Lo que ahora deben hacer los demócratas británicos y europeos es aprovechar ese voto para enfrentarse al establishment en Londres y en Bruselas con más ahínco que antes. La desintegración de la UE corre ahora a toda velocidad. Tender puentes por toda Europa, unir a los demócratas a través de toda las fronteras y de todos los partidos; eso es lo que Europa necesita más que nunca para evitar deslizarse hacia un abismo xenófobo y deflacionario como el de los años 30 del siglo pasado.

Traducción para www.sinpermiso.info: Mínima Estrella

https://yanisvaroufakis.eu/, 25 junio 2016



El impacto de Brexit

Michael Roberts

Bueno, me equivoqué. Creí que los británicos votarían a favor de permanecer en la UE, aunque por poco. Pero han votado, por poco, salir. El índice de participación del 72% fue mucho mayor que en las últimas elecciones generales de mayo de 2015 (67%), cuando el partido conservador volvió al poder con una exigua mayoría de sólo 12 escaños. El Primer Ministro David Cameron había logrado la victoria por los pelos gracias a la promesa de convocar un referéndum sobre la pertenencia a la UE. Lo que bastó para debilitar el apoyo electoral del euroescéptico Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), que había obtenido más del 20% de los votos en las elecciones europeas y locales. Al aceptar un referéndum, Cameron logró reducir la representación de UKIP a un sólo escaño en el parlamento.

Pero esta táctica política ha fracasado. Cameron ha perdido el referéndum y ha anunciado ya que dimitirá y que dará paso como primer ministro a un dirigente pro-Brexit para llevar a cabo las tensas y tortuosas negociaciones con los dirigentes de la UE en otoño. Ganar las elecciones así ha resultado un regalo envenenado, como sugerí.

Parece que un número suficiente de votantes ha creído los argumentos de los conservadores pro Brexit y UKIP de que la culpa de lo que les pasaba la tenía “demasiada inmigración” y un exceso de regulación de la UE (aunque Gran Bretaña ya es la economía más desregulada de la OCDE). Nada que ver con la crisis capitalista global, la consiguiente larga depresión y las políticas de austeridad del gobierno conservador.

Sí, muchos votantes no se tragaron los argumentos sobre la inmigración y la regulación; pero fueron principalmente los jóvenes; los que vivían en las zonas multiétnicas como Londres y Manchester y los hogares más acomodados en el sur urbano. No fueron suficientes en comparación con los que votaron a favor de la salida. Es decir, los mayores, los que viven en pequeños pueblos y ciudades, principalmente en el norte o en Gales, lejos de Londres y de los “inmigrantes”, pero que han sufrido y mucho los trabajos mal pagados, los recortes del sector público, las viviendas sin mantenimiento y el abandono de las calles y de los servicios públicos.

Junto a ellos, los racistas acérrimos de la pequeña-burguesía y las pequeñas empresas, que de nada se aprovechan del comercio con la UE o de su generosidad financiera. Creen que les iría mejor de alguna manera con una vuelta a los viejos tiempos, cuando el imperialismo británico se bastaba a si mismo ("recuperar de nuevo nuestro país"). Pero no será así porque es muy probable que los escoceses, que rechazaron por muy poco en referéndum su propia independencia en septiembre de 2014, y que votaron mayoritariamente permanecer en la UE, ahora pedirán otro referéndum para abandonar el Reino Unido y permanecer en la UE como un estado independiente. Volver a los viejos tiempos del imperialismo británico será remontarse en el tiempo a antes de la unión de 1603, cuando Inglaterra-Gales y Escocia tenían distintos monarcas.

¿Y ahora qué? Pues bien, los mercados financieros han reaccionado de forma natural con pánico, el valor de la libra esterlina frente al dólar ha caído a su nivel más bajo desde 1985, cuando había (otra) crisis del petróleo. Los precios de las acciones también se han desplomado drásticamente. Pero se trata sólo de una reacción de sorpresa ante lo inesperado. Cómo reaccionarán los mercados financieros en los próximos meses dependerá del curso de las negociaciones (que podrían durar dos años o incluso más). Y de lo que suceda a la economía del Reino Unido.

En notas anteriores, he subrayado la opinión casi unánime entre los economistas convencionales de que Brexit podría perjudicar la economía del Reino Unido, tanto a corto como a largo plazo. La mayoría cree que el Reino Unido entrará en recesión antes de que finalice el año. ¿Por qué? Después de todo, con una libra más débil, los exportadores británicos serán capaces de competir en precios en los mercados mundiales y europeos. Seguramente se reducirá el peligrosamente elevado déficit exterior (el 7% del PIB) que el capitalismo británico mantiene con el resto del mundo. Y el Banco de Inglaterra proporcionará todo el crédito que bancos y compañías quieran y es posible incluso que recorte las tasas de interés a cero para ayudar a las familias con sus hipotecas y a las empresas con sus deudas.

Quizás - pero la historia ha demostrado que la devaluación de una moneda rara vez consigue relanzar el crecimiento económico, la productividad e incluso el comercio de un país. He citado en otra ocasión cómo los keynesianos se equivocaron cuando creyeron en 2001 que la devaluación del peso en Argentina relanzaría la economía: la Gran Recesión pronto les desengañó.

Y durante la Gran Recesión, el Reino Unido dejó caer de manera espectacular la libra. Sin embargo, las exportaciones no se recuperaron, y la economía nacional, impulsada por las bajas tasas de interés y una burbuja de la vivienda, sólo consiguió un déficit por cuenta corriente.

Y ese déficit tuvo que ser financiado con flujos de capital exterior: extranjeros que invierten en la industria británica; la compra de acciones de empresas y bonos del Estado británicos; y depósitos de dinero en efectivo en los bancos británicos para ganar intereses o reinvertir. Pero la financiación ya había empezado a secarse por temor al Brexit. Y el Brexit ahora es una realidad. La única forma de financiar el déficit será elevando las tasas de interés de los depósitos y los bonos, no recortando las tasas.

Sin embargo, el déficit externo en realidad puede reducirse, no porque las exportaciones mejoren, sino porque las importaciones de bienes y servicios extranjeros caigan. Porque si la economía británica se estanca, las empresas y los hogares van a comprar menos del extranjero, ya que los precios de las importaciones subirán con la caída de la libra esterlina y puede haber inflación. Ello reduciría los ingresos reales de los hogares medios británicos.

Y los beneficios de una libra más débil también dependen de la demanda en otras partes del mundo. Si la zona euro y la economía de Estados Unidos no crecen, puede que no basten precios más bajos para que haya un aumento significativo en la demanda de exportaciones del Reino Unido. Además, en los últimos años, las exportaciones británicas han demostrado ser bastante inelástica. Las mercancías británicas tienden a ser bienes y servicios de mayor valor añadido, menos sensibles a la variación de los precios que la ropa confeccionada.

Y esa es la verdadera cuestión. La devaluación en realidad sólo afecta a la demanda. La otra parte de la ecuación es la oferta y la capacidad productiva. La devaluación no necesariamente promueve la inversión y una mayor productividad. Hay quién incluso defiende que la devaluación puede reducir el incentivo para ser eficiente porque se gana competitividad sin el esfuerzo de aumentar la productividad. Lo que realmente importa es lo que va a pasar con la inversión y la rentabilidad empresarial.

Los mayores costes de producción por las importaciones y la debilidad de la demanda en el país y en el extranjero es probable que desalienten a las empresas británicas a la hora de invertir en el país y que lo mismo les ocurra a los inversores extranjeros. Y la rentabilidad general de las empresas británicas a finales de 2015 se situaba todavía por debajo del pico de 1997, mientras que la rentabilidad del sector industrial clave para las exportaciones era la mitad que en 1997.

Si el Reino Unido entra en recesión, la demanda de exportaciones de la UE (coches alemanes, vino francés, ropa italiana etc..) va a debilitarse. Y una recesión en el Reino Unido podría arrastrar también a la UE. Y ello en un entorno en el que el crecimiento económico mundial se ha reducido a su nivel más bajo desde el final de la Gran Recesión, en el que el crecimiento de los beneficios empresariales globales es cero y la inversión empresarial está cayendo en muchas economías.

A largo plazo el Brexit no supondrá una gran diferencia para la salud del capitalismo británico, pero en este momento podría ayudar a acelerar una nueva recesión mundial. Y tendría un impacto mucho mayor en las vidas de los que votaron a favor del Brexit que los supuestos problemas como la inmigración “descontrolada” o las regulaciones de Bruselas.

Traducción para www.sinpermiso.info: G. Buster

https://thenextrecession.wordpress.com/2016/06/24/the-impact-of-brexit/


Yanis Varoufakis
exministro de finanzas del gobierno griego de Syriza, es Profesor de política económica en la Universidad de Atenas. Su libro El Minotauro Global fue publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada.

Michael Roberts
es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession. Fuente:
Varias

domingo, 5 de junho de 2016

Democracia e Poder

Obra de Jheronnimus Bosch


Por Paulo Müzell

John Kenneth Galbraith definiu o poder como “habilidade de um indivíduo ou de um grupo conseguir a submissão de outros a seu(s) propósito(s)”. Bertrand Russell complementou, afirmando que o poder na vida social tem um papel correspondente ao da energia no mundo físico. De que forma se exerce o poder, quais os meios utilizados para exercê-lo? Galbraith sintetiza citando o primeiro: punição, coerção, medo, a forma mais antiga de poder. Maquiavel aconselhou o príncipe: “é melhor ser temido do que amado.” Segundo: compensação, premiando aqueles que se submetem ao poder, é exatamente o inverso do medo e da punição. Terceiro: persuasão, que é conseguir a adesão através do convencimento, da crença. A sua forma mais perene: quem adere se sente ou tem a ilusão de ser partícipe.

A história da vida em sociedade é a história do poder. A produção do excedente econômico libera mão de obra da atividade diretamente produtiva: nasce a classe ociosa, nas figuras do líder político e chefe da guerra, do pajé e do curandeiro. Resumidamente, os cinco mil anos da história da humanidade consistem na luta da imensa maioria para ser ouvida, participar das decisões e se beneficiar do aumento da renda e da riqueza gerada. Não querendo ser pessimista, considero que os resultados foram até agora extremamente modestos.

Nas idades antiga, média e moderna, ao longo de quarenta e oito séculos, tivemos lentos e milimétricos avanços na luta contra a tirania e o poder absoluto de uma minoria. Durante séculos e séculos os reis e a Igreja lutaram – e tiveram sucesso – para manter seu poder e privilégios. Só no século XIII, na Inglaterra, tivemos um avanço: revolta dos barões, num episódio de enfrentamento dos excessos do monarca João Sem Terra. A limitação do poder real só ocorreu efetivamente, também na Inglaterra, quatrocentos anos depois, no século XVII: a revolta liderada por Cronwell foi consolidada na Revolução Gloriosa que depôs Jaime II em 1688. Institucionalizou-se ali o Parlamento e uma Constituição que estabeleceu limites ao poder absoluto do rei.

Decorrem pouco mais de duzentos anos da Revolução Francesa, da ascensão de uma nova classe, a burguesia, do iluminismo, do nascimento da democracia formal, do Estado laico estruturado em três poderes teoricamente autônomos e harmônicos entre si. Apesar do triunfante lema de uma Revolução que prometia – liberté, égalité, fraternité -, as desigualdades não foram superadas, se mantiveram. As potências europeias exploraram suas colônias na África, Ásia e América Latina até poucas décadas atrás; o sufrágio universal extensivo às mulheres tem apenas oitenta anos. A escravidão foi abolida formalmente há pouco mais de um século: de fato ainda existe nos países pobres e até aqui no Brasil. Em muitos países não ocorreu ainda a separação Igreja-Estado. Quase um terço da população mundial vive em países muçulmanos onde a fé religiosa se sobrepõe aos direitos da cidadania e há extrema desigualdade de gênero Mais de dois bilhões de chineses, indianos e japoneses vivem numa sociedade onde ainda impera um patriarcalismo primitivo.

O sistema econômico concentra cada vez mais capital: um pequeno número de empresas multinacionais controla o avanço tecnológico e a produção mundial. Defendem a livre concorrência e uma economia de mercado que não existe mais. Um capital financeiro cada vez desregulamentado e especulativo provoca frequentes crises cíclicas: os lucros são privados; os prejuízos públicos. No final da estória o contribuinte é quem acaba pagando a conta, ou seja, cobre os “rombos bilionários”. É a “socialização do prejuízo”, um capitalismo sem riscos. A oligarquia concentra cada vez mais a riqueza dos países, é dona dos meios de comunicação, financia partidos, elege políticos e controla de fato os governos. Este é o cenário mundial: nos Estados Unidos, na Europa e aqui na América Latina.

A crescente concentração da riqueza e do poder torna cada vez mais distante a democracia real. Resta-nos a democracia burguesa e mesmo esta ainda não se consolidou no Brasil. A grave crise política que vivemos hoje é uma prova disto. Um Congresso reacionário liderado por um criminoso montou uma farsa grotesca, um golpe parlamentar, expondo o país ao ridículo. O golpe – uma agressão às leis e à Constituição – contou com a cumplicidade de um poder judiciário cuja instância maior, o Supremo uma vez mais envergonhou a nação, dando respaldo a um justiceiro que cometeu flagrantes arbitrariedades, desrespeitou o direito de defesa e descumpriu as leis. Um juiz cujos atos evidenciam sua parcialidade: um juiz que tem lado. Aquele mesmo Supremo que já se acovardara durante a ditadura militar – dando ares de legalidade à violência e ao arbítrio -, tapou os ouvidos e fechou os olhos no episódio do golpe, chegando ao absurdo de impedir a posse de um ministro de Estado legitimamente indicado pela presidência. Um Supremo que desrespeita a Constituição, influenciado e submisso a uma mídia que falseia os fatos, a serviço de uma oligarquia atrasada, entreguista. Um judiciário corporativo, que instituiu a auxílio moradia, que desrespeita o teto salarial do serviço público e ainda pleiteia novos benefícios absurdos. Um judiciário que se pensa e se organiza como casta, fechado, sem controles externos, um verdadeiro acinte à cidadania. A recente atuação do judiciário brasileiro mostra que a reforma do judiciário é tão ou mais urgente que a reforma política que há tantos anos o país aguarda.

Fonte: http://www.sul21.com.br/jornal/democracia-e-poder/