quinta-feira, 30 de outubro de 2008

MEMORIAS DE LA GRAN DEPRESIÓN

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Habitantes del abismo

Durante setenta años fueron imágenes icónicas que figuran entre las más vendidas de la historia. Las fotografías que tomó Charles Ebbets sobre la construcción del Rockefeller Center se hicieron célebres también como representación de la gran crisis de los años 30, de la que tanto se habla en estos días. Lo curioso es cómo se interpretan hoy esas fotos y adónde fueron a parar.

Eduardo Blaustein

Son malentendidos de internet, o derivados de la relación que tiene la red –con la consigna “Anulamos el pasado”– con la historia. Alguien en el ciberespacio afirma que estas fotografías célebres de Charles Ebbets sobre la construcción del Rockefeller Center fueron hechas para “denunciar” las condiciones de trabajo de los obreros que levantaron el rascacielos. Cierto: las vidas de esos tipos que almuerzan en el vacío no parecen valer un pomo, como las de los miles de tipos que murieron cavando el canal de Panamá, las de los viejos mineros, largo etcétera.

Almuerzo en la cima del rascacielos, una de las fotos más vendidas en la historia, fue tomada el 29 de septiembre de 1932, en el piso 69 del Rockefeller Center. Es parte del imaginario de la Gran Depresión y la publicó el New York Herald Tribune en su suplemento dominical, el 2 de octubre siguiente. Ebbets había sido contratado no para denunciar sino para documentar el proyecto como director de fotografía. El hombre había nacido en 1905 en un pueblo de Alabama y tuvo su primera cámara a los ocho: se la llevó de un drugstore cargándola en la cuenta de su madre. Comenzó a hacer carrera en los años 20, en Florida, al mismo tiempo que se las rebuscaba en la industria del cine –delante y detrás de las cámaras–, para la que llegó a hacer pequeños papeles. Fue piloto, acróbata aéreo, corredor de carreras, cazador. Y fue fotógrafo oficial de Jack Dempsey.

Para los años 30 Charles Ebbets ya había publicado en los diarios más importantes de EE.UU., incluyendo el New York Times. Tipo amante de la acción y del contacto con la naturaleza, se fue a vivir a la Florida de entonces, donde se interesó para siempre por asuntos que hoy llamaríamos ambientales (la transformación del paisaje, el impacto del turismo, espacios intocados como los Everglades). También estableció una relación estrecha con los sobrevivientes de los indios seminolas; lo suficientemente confianzuda como para que le permitieran retratar ciertos ritos sagrados, vedados a los carapálidas.

En la Segunda Guerra, por su experiencia como fotógrafo y piloto, Ebbets sirvió en los campos de entrenamiento de los servicios especiales de la aviación estadounidense. Sus trabajos siguieron apareciendo en muchos de los diarios y revistas más prestigiosos de su país. Ebbets murió un 14 de julio de 1978, a los 72, de cáncer.

Algunas de sus fotos más célebres pasaron a formar parte de los aún más célebres archivos Bettman. Otto Bettmann fue un fotógrafo, curador y coleccionista alemán que huyó del nazismo en 1935 cargando unos baúles repletos con negativos. Su colección terminó reuniendo 11 millones de fotografías, incluyendo un registro extraordinario de la historia estadounidense y parte de los mejores retratos de gente tan ilustre como la de la dinastía Rockefeller, los Roosevelt, los Kennedy.

Durante décadas la foto del almuerzo en el rascacielos se vendió de a millones en formato póster o postal. Sin embargo, no se sabía quién era el autor. Hasta que un día, no hace mucho, los descendientes de Ebbets se pusieron a revolver cajas en la vieja casa de South Florida. “Trece y catorce horas por día, –relató una hija de Ebbets– con guantes de algodón en las manos, levantando frágiles negativos de 4x5.” Gritando de pronto: “Oh my god, here’s Eisenhower”. Hasta que saltaron los negativos de las fotos celebérrimas.

La historia después se encarga de hacer alguno que otro chiste. Las imágenes de los obreros colgando del cielo no fueron hechas como denuncia, o al menos el amigo John D. Rockefeller –es archisabido que convocó al muy rojísimo Diego Rivera para que pintara un mural en el edificio– dejó hacer. Habrá quien en internet interprete que la cosa iba de homenaje a la sufrida clase trabajadora. Es conjeturable que Ebbets sintiera algo semejante al fotografiar a los hombres en las vigas. Lo curioso es lo que sucedió con buena parte de los trabajos de Ebbets, algunos fueron directamente a engrosar los tesoros de Rockefeller, luego a parar al archivo Bettman. Hoy 17 de sus cuadernos con negativos están en manos del Rockfeller contemporáneo, Bill Gates, monarca de parte del ciberespacio, que hace un puñado de años se compró enterito el archivo Bettmann y sus millones de imágenes, para una compañía de la que también es propietario desde 1989: Corbis.

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